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Me obligué a mí mismo a arrastrarme a la clase de astronomía diez minutos antes de que empezara, y escogí lo que pensé que parecía un asiento bastante discreto en mitad del aula en forma de anfiteatro.

Unos pocos estudiantes ya estaban allí, en las filas delanteras. Bostezando, me acomodé en mi asiento y me froté los ojos.

El litro de café que me había bebido esa mañana no me había servido de nada, dado que solo había dormido una hora.

Tres cortas líneas.

Cerré los ojos y dejé descansar mi cabeza en la mesa, sobre los brazos. No quería pensar en ese correo o en el hecho de que había vuelto a abrir el portátil y había rescatado de la carpeta de Eliminados el correo de mi primo, para ver qué tenía que decir.

Era una retahíla de quejas acerca de cómo estaba decepcionando a mis padres y cómo los suyos estaban muy preocupados, cómo temían que les hiciera vivir otro «episodio». «Tienes que volver a casa», me había escrito. «Es lo correcto».

Sería lo correcto para ellos, y a pesar de que mi primo estaba de acuerdo con mis padres, y, más o menos, con el noventa y nueve por ciento de mi ciudad, dudaba de que fuera él quien estuviese detrás del otro correo.

No reconocía la dirección desde la que se había enviado, y, aunque había mucha gente que me lo podía haber mandado, no sabía quién lo había hecho. No podía ser él, porque ni siquiera él podría ser tan estúpido como para intentar ponerse en contacto conmigo.

¿O quizá sí?

Un escalofrío me recorrió la espalda. ¿Y si había sido Blaine? ¿Y si había averiguado dónde me había mudado? Mi familia no se lo habría dicho. Pero, claro, se lo podían haber dicho a sus padres, porque al fin y al cabo pertenecían al mismo club de campo.

Les iba a matar si se lo habían dicho. De verdad. Iba a coger el siguiente avión a Texas y les iba a asesinar, porque el objetivo de haber venido aquí era para escaparme de...

—Buenos días, corazón —me saludó una voz grave.

Alcé la cabeza y me enderecé en el asiento. Sorprendido hasta el punto de no hablar, vi que Kook se sentaba en el asiento de al lado. No anduve muy fino de reflejos, porque le debería haber dicho que estaba ocupado, o que se fuera a otro sitio, pero todo lo que pude hacer fue quedarme mirando.

Se acomodó, mirándome de reojo.
—Pareces un poco cansado.

Y él parecía sorprendentemente despierto para ser alguien que había estado de fiesta la noche anterior. El pelo húmedo y alborotado, los ojos brillantes.

—Gracias.

—De nada. Qué bien que esta vez hayas llegado a tiempo a la clase. —Hizo una pausa, mientras se echaba hacia atrás para poder apoyar la cabeza en el respaldo de la silla y colocar los pies en la de enfrente, mientras su mirada seguía fija en mí—.Aunque he echado de menos todo eso de chocarme contigo. La verdad es que le añadió emoción.

—Pues yo no lo he echado en falta —admití, inclinándome para sacar el cuaderno del bolso—. Fue muy humillante.

—No hay razón para ello.

—Para ti es muy fácil decirlo. Porque yo fui el que te empotré. Tú te quedaste ahí, recibiéndolo.

Kook se quedó boquiabierto. Ay, Dios mío, ¿de verdad había dicho eso? Sí, lo había hecho. Sonrojado hasta lo más profundo, me concentré en abrir el cuaderno.

—Raphael está muy bien, por cierto.

Se me escapó una sonrisilla aliviado.
—Eso es genial. ¿Orinó en tu mano?

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⏰ Última actualización: Aug 06, 2022 ⏰

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