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Los primeros días fueron un poco difíciles, el adaptarte a un nuevo entorno, con gente a la que no acostumbras ver es difícil. Sin embargo, hay bastantes opciones amistosas en este lugar, incluso las monjas son más agradables que en su hogar anterior.

Pero mentiría si dijera que todo en ese lugar era felicidad, se notaba la ausencia de Sarvente, aunque habían acordado enviarse cartas cada viernes sentían que era demasiado tiempo, y no satisfacía demasiado las dudas de ambos muchachos.

Realmente no podría expresar el cómo se sentía, pero apreciaba más el poder hablar directamente con esa chica, su agradable aroma les hacía falta en momentos de consuelo, aunque por el momento estaban felices y tranquilos de saber que ella lo había tenido problemas, incluso había hecho una amiga.

Por otro lado, ambos muchachos gustaban de pasar invictos, los otros niños no solían ser demasiado abiertos como para aceptarlos, y si lo hacían, preferían compartir con Whitty.

— Ya te dije que no iré con ellos, no si tú no vas. —Dijo Whitty hincándose a su lado.

Era extraño, ese chico siempre le había preferido a él, y nunca entendió el porqué, pero tampoco quiso atreverse a preguntar el porqué de su preferencia.

Viendo a los otros jóvenes jugar y divertirse a su manera y en grandes grupos, estos se mantuvieron unidos, conservando costumbres.

Aunque, Ruv se había detenido a observar bien, habían chicos que conocía desde hace bastante, y pudo notar un brusco cambio en sus actitudes, siendo chicos totalmente activos tornaron a ser retraídos y desconfiados.

Al principio lo asimilo con el cambio de ambiente, las nuevas reglas o sus nuevas relaciones, pero poco a poco fueron resultando ser más cantidad de niños con aquellas mismas características, y no lograba identificar una razón.

La respuesta llegaría cuando junto a el grupo de chicos con los que compartían cuarto llevaban sus sabanas a la lavandería, el cobertor de su almohada cayó al suelo, y se detuvo a recogerlo, quedándose atrás del resto de grupo.

Llámalo mala suerte, pero siempre su curiosidad terminaba jugándole en contra; un ruido de un ahogado llanto le hizo mirar atrás en el pasillo, los despistados chicos con los que caminaba no parecieron oír nada, por el ruido que llevaban entre ellos, supuso.

Organizando aquellas sabanas entre sus brazos, camino hasta la puerta de la habitación de donde provenían esos lloros, sostuvo la manilla, abriéndola, para así...

— ¿...Padre?

Un jalón le hizo desaparecer de la vista de aquella puerta, cerrándola de forma brusca, fue arrastrado de forma apresurada por el pasillo.

— Idiota, ¿en que estas pensando? —Exclamó aquel chico que anteriormente le acosaba, empujándolo dentro de otra habitación.

— ¿Qué estaba haciéndole a ese chico? —Preguntó con un hilo de voz.

Jamás confío en ese chico, le había hecho la infancia imposible, pero el miedo en sus ojos le hizo comprender que esa situación era fuerte, que ambos estaban juntos contra eso.

— Lo estaba... Tocando. ¿El padre te vio?

— No, no me vio, pero de seguro pronto viene a-

La puerta se abrió, y ambos voltearon a ver en dirección a esta, dejando ver al adulto hombre que parecía un tanto, nervioso. El sudor que corría por su frente delató su angustia por la horrible situación en la que había sido capturado.

— ¿Alguno de ustedes olvidó esto? —Preguntó el padre alzando un cobertor de las almohadas, fijando su mirada en Ruv.

Las manos de Ruv parecieron temblar un poco, pero se escondían bajo la tela de las sabanas, trago saliva, sus labios estaban secos.

— Oh, ahí estaba. —Mencionó otra voz.

Fijando su mirada al portador de la voz, Whitty parecía sonriente en el pasillo, mirando al hombre adulto que sostenía aquella tela.

— Se me cayó de camino a la lavandería. Oh, chicos, por cierto, la Monja Marta les llama, dicen que deben dejar sus sabanas rápido porque luego seguirán los otros cuartos. —Agregó el chico bomba.

Extendiendo su mano, para recibir la tela que sostenía el pervertido hombre, quien volteó a verle, y le dio lo que el joven le exigía, luego agachándose hasta su altura, le susurró algo al oído, y se retiró.

Por un momento, Whitty pareció palidecer un poco, pero su expresión relajada y sonriente no desapareció hasta que el padre se hubiera ido por completo. Una vez solos, miró a los otros chicos.

— ¿Qué mierda hicieron ustedes dos?

Sᴍɪʟᴇ [Ruv x Whitty]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora