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CAPITULO DOS

— No entiendo tu enojo. —la mujer camina por el pasillo, sus tacones resuenan entre el silencio que los apodera, la casa vacía, sólo ellas dos. 

Solían haber bastantes empleados, e incluso su hijo. No obstante, Lalisa le dio 'el día libre' a todos, mientras que TaeYong se encontraba en la guardería, donde podría divertirse con otros niños de su corta edad. A la pelinegra se le hacía sospechoso, conocía a su mujer por ser una alguien muy inteligente, ella no hacía algo sin una razón aparente, y desde que llegó de Estados Unidos no ha parado de actuar extraño. Conocida como la belleza número uno entre las mujeres casadas de empresarios, predomina por la astucia que maneja, por cómo se mueve tras las cámaras sin que nadie la descubra. 

Le sonríe una vez dentro del cuarto, sus pendientes son quitados frente al tocador y se siente en el banco. 

Jennie muerde su labio con nerviosismo, sentándose en la cama. La noche anterior llegó cerca de las cuatro de la madrugada, para entonces no había nadie despierto, al despertar no la encontró a su lado en la cama, había partido, cuando volvió, la halló sonriente y con un sobre en su mano, era el mismo que colocó al lado de su maquillaje en la mesa del hermoso mueble donde todos los días se cambiaba. Decir que no estaba curioso por saber de qué se trataba era mentir, necesita saberlo. 

—Me enteré que estuviste en la empresa. —lanzó, esperando ver alguna reacción de miedo, más, con todo lo que se encontró fue una mueca relajada, sin nada de terror ante el descubrimiento de su esposo— Vi que… entraste a mi oficina. 

— Hmmh. —asintió, levantándose del banco, caminó a su cambiador e ingresó sin cerrar la puerta de éste.

La Kim vio como se cambiaba por un atuendo diferente, ¿A dónde iría? 

— También se vio a una mujer…

— Cielo, ¿Abrirías el sobre que está en mi tocador, por favor? —pidió amablemente, con su voz haciendo eco. 

Jennie no creyó que ella en verdad estuviera evitando el tema tan fácil, así que, sin dudarlo mucho, se levantó de la cama matrimonial y caminó hacía donde el sobre amarillo descansaba. Sus dedos anillados tocan el papel con que esta fabricado, siente la suavidad, su corazón se acelera cuando ve a la puerta del cambiador, repleto de ropa, millones de wons desperdiciados en pedazos de tela. ¿Por qué ama tanto lo inútil? Tal vez, si obtuviera respuesta a aquella pregunta, sabría porqué es tan famoso con sus dotes de seducción. 

Suspiró cuando Lalisa volvió a verla. 

— ¿Qué se supone que deba hacer? ¿Ver que hay adentro? —cuestionó molesta— Mira, no sé en qué piensas, pero no seré la idiota que caiga en tus juegos, ¡Soy tu esposa y debes respetarme! 

Quedó en silencio cuando la castaña salió ya cambiada, con sus caderas siendo movidas con cada paso, ella toma el sobre, se lo arrebata sin la delicadeza de la cual presume, no tarda mucho más que diez segundos en sacar el contenido. Las fotos caen a la cama cuando las avienta, no hay una expresión furiosa en su rostro, tampoco llanto, no es nada de lo cual deba preocuparse, o en realidad, es más que eso. Es alarmante la manera en que su esposa se mantiene bajo calma, la evidencia de que la ha sido infiel están allí, en la cama que comparten.

Lalisa carraspea, sentándose a un borde cerca de las fotografías, arregla su largo cabello castaño hacía un lado y la ve. 

— Las fotos son muy buenas, como veraz. —le dijo, tomando una— Entrando a burdeles clandestinos con prostitutas y consumiendo drogas, ¿Qué tan mal quedarías ante la Ley? O peor, los medios y el público en general. Las acciones de la empresa por la que tu familia tanto luchó quedarían en el suelo, y no habría nadie más que tú a quien echarle la culpa. 

'Mierda.' Es todo lo que repite en su cabeza, su garganta se seca y de repente la habitación comienza a sentirse demasiado pequeña, inhala. Ella no puede ser tan sádica, ¿No? Si llegase a amenazar a ella con las fotos caerían ambas, es la madre de su hijo, ¡No puede! Con sus piernas debilitándose cae sobre la alfombra gris, de rodillas frente a la mujer de sonrisa diabólica. 

— Mí amor, piensa mejor en las cosas, ¿Bien? Tenemos un hijo juntos, yo jamás vería a esas mujeres como te veo a tí, ¡Eres lo único que me importa en esta vida! 

— No me importa. —exclamó asqueada— No me interesan tus declaraciones de amor baratas, dejaselas a alguna otra por ahí. —del mismo sobre saca una hoja, y sin Jennie preverlo se ve obligado a tenerlo entre sus manos— Tienes cuarenta y dos horas para pensarlo, de lo contrario, emitiré mi divorcio y publicaré las fotos cuanto antes. 

—¡Lalisa! —cuando se levanta, ella no se muestra intimidada de la postura que toma, lo ve sin importarle que tan enojado puede llegar a estar— ¡¿Sabes en los líos que me meterás con ésto?! Mi hermano me odiara, seré la vergüenza de la familia.

—Ya lo eres, Jennie. Tu padre te ve como una inútil, tu madre como una niña débil y tu hermano como una incompetente. Al final, soy la única que se preocupa por tí, ve esto como una oportunidad para favorecer a tu esposa quien ha dado todos estos años para cuidarte. 

Viéndolo bien, podría tener razón. Siempre ha sabido que en su familia nunca fue la primera opción para ser el Directora de la empresa, sus notas eran bajas en la escuela y estaba constantemente metiéndose en problemas, aún así, no podían quitarle el puesto, era una tradición que debía cumplir. Así que, cuando su padre decidió retirarse hace ya dos años, tomó el puesto con las consecuencias que vendrían, su hermano creyó que era incapaz de manejar toda una corporación, y tenía razón. No puede hacerlo, desde que asumió el cargo no hay más que pérdidas. 

Muerde su labio, y piensa en qué decir para desviar el tema. Su firma el contrato, querría decir que su hermano ya no podría asumir como CEO si algo a ella le pudiera ocurrir, le quitaría a su familia el derecho a todo. Dejarle Kia a Lalisa sonaba algo… no tan bueno. La familia de ella era conocida por sus buenos negocios, aunque en los últimos años su hermano menor estuviera llevando por otro camino el legado familiar. 

— Sin embargo, es TaeYong mi heredero, es el único que podrá acceder a la empresa una vez me retire, ¿Lo sabes, no? 

— Lo sé, estoy dispuesta a seguir con ésto. Es lo que me merezco. 

— Bien, hablaré con mi abogado y te haré saber la decisión final. Mientras tanto, elimina las fotos. 

— No lo haré hasta ver tu firma allí, Jennie. Y será mejor que lo cumplas, meterte conmigo no te trae nada bueno.

GOD IS A WOMAN | jenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora