Dos

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Jia:

Y ahí se fue, cualquier auto-disciplina que tenía Jungkook se esfumó de su rostro, y lo único que quedaba era un hombre, no, Jungkook, ni el ñoño que se dejaba pegar por una chica, sino algo más primitivo y más exigente.

Estaba completamente perdida.

—Muéstrame —ordenó.

—¿Qué?

—Acuéstate en el suelo, separa las piernas y
muéstrame como luces cuando te masturbas pensando en mí.

Mi boca se abrió y mis mejillas se enrojecieron y entonces me encontraba recostada en la alfombra, mi mano en mi coño. Se puse de pie delante de mi, empuñando su enorme y firme pene, enseñándome una maravillosa y caliente imagen, cediendo a todo, renunciando a cada cosa, a cualquier cosa que pensaran de mi si me llegaran a ver de esta manera con él, siempre y cuando yo terminara cubierta de su clímax.

—¿Por qué cediste tan rápido cuando te dije que nos quedáramos solos? —preguntó mirándome trazar círculos alrededor de mi clítoris. Sintiendo la sensibilidad debido a mi reciente orgasmo al pasar mis dedos por mi hinchazón.

—Porque quería verte llorar, pero si que quería estar a solas contigo —dije, sintiendo mi cuerpo extremadamente caliente.

Se arrodillé entre mis piernas y luego tomó mis delgadas muñecas en sus enormes mano. Se tendió sobre mi, sujetando mis muñecas en el suelo por encima de mi cabeza, su pene rozando contra su coño y mi agrupada falda.

—¿Querías verme llorar… —preguntó—, de esta manera?

Asentí con miedo.

—Me pones tan mojada —dije—. No puedo soportarlo.

Tomó todo lo que tenía no empujarse dentro de mi justo en el acto. Cada vez que movía sus caderas, su pene se deslizaba contra mis pliegues, y me sentía tan temblorosa. Tan mojada.

Dejó caer su cabeza, enterrando su cara en mi cuello. Me estremecí al sentir sus labios y su lengua lamer mi piel, haciéndome retorcer como una gatita en celo. Por alguna razón, ese exceso de excitación alimentó su necesidad de destrozarme. Mordió mi cuello, clavícula, rozó sus hombros con sus dientes, todo mientras enterraba su pene contra mi sensible clítoris y palmeaba mi pecho, conduciéndome a un segundo orgasmo como si me estuviera castigando con placer. Castigándome por haber cedido tan fácilmente ante él.


Me retorcí debajo de él, sientiendolo jadeando y gimiendo, yo con las manos flexionadas inútilmente contra el suelo mientras me las mantenía sujeta allí con una sola mano. Me hallaba tan mojada, sería tan fácil, solo un ligero cambio en el ángulo, y luego podía empujarse dentro de mi.

Lo quería. Quería, quería, quería. Quería que este hombre me follara como jamás quise nada en mi vida. Y perversamente, el hecho de que se resistía porque ya era demasiada humillación para él, lo hacía aún más caliente. Se hizo la imagen, la sensación imaginaria de un único punto brillante de obsesión, hasta que fue sin pensar como un animal en celo contra mi, chupando y mordisqueándome como si pudiera quemar esa necesidad devorando cada centímetro de mi piel.

—Oh, Dios —susurré—. Me voy a… ¡Oh, Dios!...

Me hubiera castigado a mi misma con tal de que hubiera estado dentro de mi interior, sentir su pene y apretarlo en mi interior, sentir sus convulsiones estremecedoras de adentro hacia afuera. Pero estando encima de mi era casi tan bueno, porque sabía que podía sentir cada tembloroso, entrecortado suspiro que yo le brindaba por el placer que me estaba dando, cada movimiento salvaje de mis caderas, y cuando me encontré con sus ojos, eran feroces y penetrantes, pero también sorprendidos, como si hubiera estado dando un regalo inesperado y no podía aguantar aunque quisiera.

Pero antes de que pudiera profundizar en esa mirada, arqueé mi espalda y desbanqué el equilibrio, volcándolo sobre su espalda y colocándome encima de él.

Sin dudarlo, tiré de su camisa para que pudiera ver su estómago, y no perdió la forma en que mi mandíbula se apretó y mis ojos se ensancharon. Rasguñé mi estómago, duro, como si estuviera furiosa de que fuera firme y musculoso, como si estuviera enojada de estar excitadada. (Y lo estaba, mucho).

Me senté en él, mi resbaladiza hendidura deslizándose contra la parte inferior de su pene, y entonces me empezé a acariciar de esa manera, como si lo estuviera masturbando con mi coño. Se levanté en sus codos para verme, ver la forma en que mi carne presionaba contra la suya, la manera en que mi coño desnudo le permitía ver mi clítoris hinchado. Me encontraba tan malditamente mojada, y con toda la presión, mi peso corporal completamente presionando contra su pene, era una buena aproximación a la cosa real, tal vez demasiado cerca, me mentía a mí misma totalmente absorta por el placer.

Era tan sucio, la forma en que mi falda todavía se arremolinaba en misncaderas, la forma en sus pantalones se bajaron lo suficiente para liberar sus bolas, la forma en que la alfombra desgastaba su culo y espalda baja con cada movimiento de mi intimidad sobre su polla. La manera en que descaradamente me inclinaba para que su eje se presionara sobre mi en todos los lugares correctos, la manera en que esto era solo nuestra excitación lubricándonos y nada más.

Era sucio, era algo que definitivamente no olvidaría nunca cada vez que mirara a Jungkook por los pasillos.

Mi cabello se encontraba despeinado y mis pezones duros y mi coño ordeñando su pene por todo lo que valía la pena.

—Vente —le dijo roncamente—. Tengo que verte hacerlo, lo siento.

La mandíbula de Jungkook se hallaba demasiado apretada para contestar, porque se encontraba cerca, algo más intenso de lo que sentí con cualquier otro hombres royendo en la base de mi columna vertebral y desgarrando mi camino a través de mi vientre. Estaba demasiado cerca.

—No te contengas —rogué ahora, presionando aún más, y mierda, ahí estaba—. Dámelo. Por favor, dame todo lo que tengas.

—Mierda —gruñó

Mierda, este hombre era indecente. Y perfecto. Y fue puro instinto lo que le hizo agarrar mis caderas y moverme duro y más rápido sobre él, mi mente llena de la visión de mi a horcajadas sobre él y mi clítoris, hinchado y necesitado, su rostro contraído a punto de estallar apretando su afilada mandíbula mientras me recreaba arañando sus firmes y marcados abdominales y dejé escapar un gemido al verle venir brotando en su estómago. Era demasiado, y se sintió estupendo verle venir de aquella manera tan intensa.

Y en ese momento, explotamos todas nuestras barreras, extraño y extraña, ñoño y zorra, Jungkook y Jia. Estábamos simplemente macho y hembra.

Su clímax amainó, pero apenas podía respirar, apenas procesar qué mierda sentía, y luego me mordí el labio y arrastré un dedo por su estómago, cubriéndolo con su orgasmo, y llevándomelo a la boca.

El pene de Jungkook saltó mientras me veía chupar mi dedos y sentir su salado sabor.

Apoyó la cabeza contra el suelo, vencido por el sobrecogimiento de la comprensión, yo también me destensé, segura de que probablemente nunca sería capaz de sacar a este hombre de mi sistema.

Se suponía que Jungkook era el chico que yo humillaba, que le hacia bromas para que otros se rieran de él, por ser estúpido, por ser un blando, por ser un tonto, pero sabía que Jungkook no era la mitad de lo que fingía ser, solo lo hacia por alguna razón que desconocía completamente, y era verdad todo lo que le había confesado, me ponía caliente que me obedeciera, pero esta vez, había obedecido yo, me había hecho sentir cosas inimaginables y me empezaba a bloquear, porque no sabía si iba a hacer capas de sacarlo de mi cabeza a partir ahora.

Always in my mind › jjk ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora