Era hace mucho tiempo, cuando los demonios aun volaban por el cielo, gris en ese entonces, de nubes oscuras y tormentas desastrosas, cuando la sangre de los pecadores e inocentes fluía sin cesar en un interminable río rojo a la par de las almas sin descanso que se levantaban locamente tras los vivos para devorar y desgarrar sus almas hasta convertirlos en uno más de ellos, era durante ese tiempo tan vil y cruel cuando todos los seres vivos y no vivos del continente podían mezclarse peligrosamente sin control ni ley. Una masacre interminable y cruda que no parece en nada a como la cuentan en los libros. Pero como suele suceder en la vida y la muerte, entre tanta masacre y olor a putrefacción siempre se alzara un rayo de luz, un poco de esperanza, una linterna que ilumina el camino como dicen.
Y ese rayo de luz que iluminó entre tanto dolor y desesperada sed de salvación y misericordia no fue otro que el joven príncipe del reino. Su nombre no se podría decir con exactitud pero entre su gente era conocido como El príncipe de las mil rosas. Se cuenta que poseía gran fuerza, un corazón noble y una apariencia embriagadora del tipo que no puedes dejar de contemplar nunca.
Una melena tan oscura como una noche sin estrellas y un par de hermosos ojos color verde impresos profundamente en su rostro claro y limpio, alto y de un porte elegante, daba una sensación de que era un héroe inmortal cuando se levantaba en lo alto de una montaña de cadáveres cubiertos de sangre y barro, con una espada ensangrentada en la mano y una expresión de seriedad en su rostro perfecto pero sin que una sola mancha de suciedad lograra alcanzarlo como si la persona misma fuera tan intocable que el viento no soplaba fuerte por miedo a despeinar su cabellera y arrugar sus ropas.
Este príncipe de las mil rosas logró traer la paz al reino, luchó valientemente contra los insaciables demonios perversos y resistió todas las tentaciones del mundo. entregándose devota y únicamente a ayudar a todos los que lo necesitaran. Era un guerrero fuerte y despiadado en la guerra pero no había duda de que era un alma pura que creía en la bondad.
Es precisamente por eso y como suele suceder, este joven príncipe de gran fuerza y corazón terminó por ser demasiado para este mundo que se encarga de destruir todo aquello que es puro, por lo que esos mismos a los que ayudó incondicionalmente terminaron de derribarlo cuando cometió un error. Uno solo.
¿el error? Amor.
Si, amor, porque el amor aunque a veces duele también es egoísta, y a este príncipe, quien se dedicó en cuerpo y alma a un solo propósito con el tiempo y las circunstancias ya no se le permitía ser egoísta, no podía pensar en sí mismo ni siquiera un poco.
El príncipe se enamoró en primavera, de una flor que no podía ser suya.
El héroe que aunque podía estar enamorado con tanta intensidad y pasión, seguía siendo un inexperto en estos temas después de todo, por lo que fue inevitable que sufriera no solo una vez o dos si no que muchas veces, como si hubiera sido atravesado por la misma espada miles de veces. Por que hubo algo que nadie le enseño, algo que nunca aprendió y eso era que aunque amara con toda su alma, aunque estuviera dispuesto a atravesar vientos cortantes y llamas ardientes por la persona que amara, no siempre su amor triunfaría, no siempre la persona que anhelaba haría lo mismo por el.
Amaba, si, locamente enamorado, delirante de una mirada y un roce, con la intensidad del sol y el mar. Sin embargo, no era lo mismo para aquel hechicero del que se enamoró. Un amor intenso no correspondido es un martirio que se convierte en una maldición obsesiva. Este hechicero lo odiaba tanto, pero no se atrevía a protestar por miedo a morir, no podía alejarlo porque perdería todo lo que quería, así que solo le dio vueltas y vueltas al asunto sin un sí o un no.
Pero el Príncipe de las mil rosas no estaba dispuesto a esperar, no tenía la paciencia para eso por lo que su amor pronto cambió a algo más perverso, ya no era querer cuidarlo de todos y todo, era una ambición enfermiza de tenerlo solo para él. Y así cayó en la locura, en el delirio constante de la ambición y la obsesión. Dejó de ser aquel hombre que defendió a los vulnerables para darse la vuelta y sumergirse en un mundo de oscuridad y poder malévolos.
Su corazón se oscureció y su vista se nublo tanto que llegó a masacrar ciudades y reinos completos, mato reyes y reinas y disperso ejércitos de millones. Y así el que alguna vez fue la esperanza de los inocentes se convirtió en aquella calamidad de la que todos temían hasta mencionar.
Y cuando al fin parecía que el hechicero se había rendido, el Príncipe fue traicionado por él. No fue una traición, tampoco fueron dos, no lo lastimaron tres veces y se dio cuenta de que no era lo correcto, ni siquiera cuando tuvo que ver cómo el hechicero lo maldecía una y otra vez, castigándolo con una condena de encierro perpetuo que no merecía, una condena sobre un crimen del que era inocente.
El príncipe calamidad no se dio cuenta, cegado por el amor fue demasiado tarde, ya se encontraba vagando por el mundo, a lo largo y ancho, viendo como todos nacían, crecían y morían, como todo aquello por lo que peleo se desvanecía en un santiamén y como su gloria se oscurecía por todo lo malo que hizo quedando en la historia como alguien cruel y tiránico. Y se arrepintió una y mil veces, pero ya estaba condenado, y el arrepentimiento no le dio paz, con el corazón ennegrecido solo pudo desear y hacer el mal a donde quiera que fuera llevado.
Había una vez un Príncipe perfecto que era llamado por todos El príncipe de las mil rosas , hasta que un día se enamoró y perdió el rumbo, se obsesionó y cayó desde lo alto, desde la gloria infinita hasta lo más bajo y fue traicionado por su primer amor, encerrado por un crimen que no cometió. Había una vez un príncipe que se convirtió en la tragedia más grande del mundo y fue nombrado El príncipe calamidad.
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La Calamidad que Dibuja Estrellas
RomanceTú, yo y una constelación fantasmal Pasando por muchas manos, sucio y lamentable, olvidado en una esquina bajo una noche lluviosa y fría, el que alguna vez fue un imponente hombre ahora permanecía encerrado en un tonto muñeco expuesto al viento, sin...