Luego de unos días, creo que todo estuvo bien. Mi relación con mi padre se volvió mejor, ahora somos como uña y carne o como piojos y cabeza, lo que sea.
Se preguntarán ¿qué hicieron con los niños desaparecidos?, yo les diré. Ahora mismo voy en mi bicicleta hacia el cementerio, iré a visitar a Bin, mi mejor amigo.
Lo bueno de esto, es que ya no tengo miedo de estar sola, simplemente voy y vengo sin algún miedo. Cuando llegué dejé mi bici ahí tirada, algo de siempre, nada raro que no sea por mi.
Me arrodillé ante su tumba y saqué la carta de mi bolsillo.
—Hey Bin, espero que no te burles de mí por lo que voy a leerte—dije.
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Limpié mi cara y guarde la carta en el bolsillo.
—También quiero decirte, mañana volveré a la escuela. Entraré con la cabeza en alto, y cualquiera que se acerque le daré un golpe en la nariz, solo eso...cuídate Bin—dije.
[...]
—¿Lista?—preguntó Finney.
—Como nunca—dije.
Finney tomó mi mano y entramos, todas las personas que se encontraban en el pasillo nos miraba con...al diablo no lo sé, muchas expresiones. Los chicos que nos solían molestar simplemente nos miraron y nada más, la mayoría de murmullos eran "realmente son ellos" "yo escuché que lo mataron".
Simplemente no dimos mucha atención y pasamos a nuestra clase.
—Bien niños, continúen con sus ranas—dijo el profesor.
—Mi clase favorita con Finney—dije sorprendiendo a Finney.
—Dime Finn—dijo.
—Pues un gusto Finn, dime Lily—dije.
Estrechamos nuestras manos.
—Un gusto, Lily—dijo.
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Las clases de Bin impresionan, tus días acabaron hijo de perra, esta vez no tuviste suerte.