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❝Yo digo que voy a organizar un gran escape, déjate llevar y ama todo reprimido y dolorosamente fuera de lugar ❞.
―Problems; Mother Mother
📍Grace Field House
El sonido de la campana marca un nuevo día en el lugar, el orfanato Grace Field House; son las seis en punto.
―¡Todo el mundo arriba o se enfriará el desayunooooo!―Esa chillona y gritona voz, sí, su nombre es Emma, es una de las mayores del orfanato cuenta con unos once años aproximadamente. Los niños empezaron a despertar hablando a todo volumen, y jugando entre sí. Emma tenía un color de cabello muy peculiar, resaltando el naranja en sus mechones y corto cabello rebelde, sus ojos brillaban de color verde esmeralda.
―Genial.―murmuró una voz ronca y cansada contra la almohada, un suspiro se escapó de sus labios, la pelinegra se sentó en la cama viendo como todos corrían de un lado al otro.
Se talló sus ojos volviendo a mirar a su alrededor, comenzó a ponerse los zapatos y estirarse.
―¡Bueeenos días, Nydia!―Exclamó Emma, Nydia se tuvo que tapar los oídos debido a su voz tan alegre por la mañana. Una sonrisa de lado le dedicó a la más baja.
―Estás muy energética tan temprano, buenos días para ti también, aunque buenos no tienen de nada.―El pesimismo y mal humor de ella era característico en su personalidad.
―Y ahí está la Nydia que queremos tanto.―se burló la pelinaranja.
―¡Nydiaa! ¿Me atas los cordones?―Su mirada se dirigió hacia abajo viendo como Phil le extendía sus botas.
La mayor lo miró unos segundos hasta sonreír y hacerle palmaditas a su cama ya tendida para que se siente.
―Uhm, claro que sí.
Tomó las pequeñas botas del menor y se las colocó con suavidad atando con lentitud y precisión los cordones.
―Listo, peque.―se paró, pues estaba arrodillada.
―¡Gracias, Nyd!―Ella le despeinó sus cabellos en forma de cariño.
―¡Oigan! ¿¡Queréis dejar de jugar y vestiros de una vez?!―Gritó una peliverde llamada Gilda regañando a sus hermanos Thoma y Lanni quienes jugaban a las atrapadas.
―Gilda te saldrán canas de lo estresada que estás.―rodo los ojos la ojiverde llegando hasta donde estaba su hermana.
―Que amable eres, Nyd.―respondió con sarcasmo la contraria riendo levemente.
La antes mencionada se encogió de hombros y se adelantó hacia el comedor, escuchando algunas risillas de sus hermanos pequeños.
―Buenos días, Nydie.―saludó una suave y encantadora voz, que para la pelinegra era música para sus oídos.
