La ciudad de la que nunca se habla

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Era el año 1940, en una ciudad llamada "Strogentville" un lugar donde abundaba el crimen y se le apodaba "la ciudad de la mafia" pues a pesar de que en todo el país existían estos criminales aquí era donde abundaba más, la ciudad no era controlada por el alcalde de esta ni mucho menos por los policías, la mafia era quien controlaba y ponía las reglas en este lugar; pero apesar de ello la zona Norte de la ciudad era una parte más tranquila donde vivían la mayoría de los habitantes de dicha ciudad, pero eso no descarta el hecho de que aún así era una de las ciudades más peligrosas del país...

*
Estaba una pequeña niña de ocho años jugando en la sala de su casa a "la fiesta de té" con sus muñecas, era una niña de piel clara como la nieve misma, ojos azules como el gran cielo azul en su cara podía notarse varias pecas que adornaban sus mejillas coloradas, su cabello castaño oscuro casi color chocolate y peinado con dos colitas de lado a lado, usaba un vestido azul celeste y medias blancas con aquellos zapatitos negros que la mayoría de las niñas en esos años usaba; está pequeña niña era Elizabeth una niña alegre y cariñosa que vivía con sus padres en una casa ubicada en la zona norte de Strogentville; durante el juego de té se podían apreciar aquellos juguetes tan encantadores de la pequeña, había un osito de peluche, una muñeca de porcelana bastante antigua que le había regalado su abuela y de último una muñeca de trapo, está muñeca era la favorita de Elizabeth fue un regalo de cumpleaños de parte de su padre un hombre bastante elegante, usaba traje y un sombrero, era de piel clara y cabello castaño oscuro como el de su hija, su nombre era Henry, una persona bastante amable, era atento y cariñoso con su familia a pesar de su trabajo. Cualquiera pensaría que aquel hombre tendría un trabajo decente cosa que no era del todo cierta pues aquel amable hombre trabajaba para un mafioso colombiano llamado Alfredo Chacón; el trabajo que hacía Henry era el único menos deplorable puesto a qué su trabajo era manejar el dinero de aquel hombre tan temible, era su contador no tenía que matar a nadie ni traficar nada pero aún así seguía siendo un trabajo bastante delicado, él se encargaba de contar el dinero, de manejar las cuentas bancarias e incluso fijarse en quien debía dinero y quién no, un trabajo muy complejo como podrán notar, pero todo el trabajo tenía su buena recompensa, la ganancia era lo suficiente como para que su familia viviera de buenos lujos.

Elizabeth fingía que daba a beber algo de té a sus juguetes, su madre estaba en la cocina preparando el almuerzo solo para ellas dos, su padre solo estaba para el desayuno y la cena; en la cocina se encontraba aquella hermosa dama llamada Jessica de piel clara y cabello rizado color negro y corto, un vestido con estampado de flores de tonos rosados y tacones negros, tarareando una canción mientras terminaba de cocinar pero con una inquietud que no desaparecía de su cabeza, era su esposo, ella sabía que su trabajo era riesgoso, todos los días viviendo con aquella angustia de el no saber si su marido regresaría con vida. Lo único que le quitaba esto de la mente era su adorada hija, verla sonreír y verla jugar era lo que hacía desaparecer todo estos pensamientos. Se escuchó unos pequeños pasos acercándose a la cocina, era su niña con su sonrisa que iluminaba los días de sus padres.

-Mami ¿Ya está lista la comida?.

Jessica volteo la mirada dirigiéndose a su pequeño querubín hambriento, se formó en sus labios una ligera sonrisa de ternura.

-Ya casi está, mí amor. Anda, ve a jugar, yo te aviso cuando esté lista.

-Bueno... Está bien mami.

Se había ido de la cocina lo más rápido que pudo y Jessica continuaba cocinando.

Después de un rato ya se encontraban las dos sentadas en la mesa del comedor saboreando esa deliciosa comida que había preparado Jessica, Elizabeth se encontraba sentada al frente de su madre, mientras comía hizo una pausa, miro a su madre y preguntó.

✨Atila✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora