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Alice

“A veces las personas que parecen ser las más alegres pueden ser las que más estén sufriendo y sabrán ocultarlo mejor que nadie.”

Recuerdo muy bien la frase que dijo alguna vez mi maestra de educación física, Lidia. Sí, es correcto, era educación física, sus clases se definían en psicología y a veces hacíamos ejercicio. Pero, en fin, jamás pensé que eso sería cierto hasta que conocí a mi amiga de la preparatoria y tampoco imaginé que con el paso del tiempo terminaría convirtiéndome en esa persona. 

Jamás tomé en cuenta a todas las personas que hicieron que me sintiera feliz cada vez que me veían triste y en este momento de mi vida hacer sentir feliz a las demás personas que están a mi alrededor es mi meta, aunque suene egoísta, prefiero hacer feliz a las personas con las que me relaciono para no tener que estar presente ante más pensamientos negativos, es una forma de sentirme libre y de liberar todas las ilusiones que tengo guardadas en lo profundo de mi mente.

Identificar a una persona como yo es muy sencillo, todos parecemos personas muy animadas, invitamos a nuestros amigos a todos los planes que se nos ocurren y solemos ser muy atentos, damos felicidad, pero hay algo que nos caracteriza mucho y eso es el brillo en nuestros ojos, ese brillo se verá apagado la mayoría del tiempo. No estoy diciendo que todas las personas felices sean infelices todo el tiempo, pero nos damos cuenta perfectamente que cuando ellos se sienten tristes van a caer en un estado de tristeza profunda donde no tendrán ganas de sonreír y el aura que inspiran será gris.

El hecho de ver llorar al amigo más feliz y entusiasta del grupo te hace sentir como que algo no está bien y llega un golpe de realidad del que es difícil salir. Mis golpes de realidad se remontan en ataques de pánico en todo momento, sentir que cada cosa que afecta al mundo te puede afectar de alguna manera es difícil para mí ya que mi vida la sigo diariamente como si fuera una película de la cual mi mente piensa que soy espectadora y que todo saldrá perfecto; sin embargo, cada vez que, por ejemplo, hay un terremoto o un movimiento tectónico pequeño llega una pequeña alerta a mi cerebro que me hace pensar en qué hubiera pasado si ese pequeño movimiento hubiese sido uno de mayor magnitud y todo termine siendo una catástrofe y arruine todos los planes a futuro que tengo para mí. Por ello, mi lugar seguro es vivir en una película y engañar a mi cerebro para que no se preocupe de más.

𝕎𝕙𝕠 𝕒𝕣𝕖 𝕪𝕠𝕦?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora