En tu trampa fui a caer

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El mayor sueño de Shinichi Kudo era ser detective; si, como en la serie esa que veía de chiquito donde un tal Bobby Jackson era convertido en un niño y resolvía los casos que otro detective todo pendejo, no podía resolver.
Así que estaba decidido a cumplir esa meta.

Sin embargo, el camino se dio cuenta de lo duro que era el rumbo que había escogido; aunque su intelecto era superior, poco que le importaba el hoyo aquel donde vivían él y sus allegados; descubrió cuanto asco le daba solo pensar en esas personas todas cochinas, drogadas o apestando a alcohol que a veces perseguían; le cagaba la idea estar horas bajo el sol cuando las vialidades colapsaban y tenían que apoyar a la división de tránsito.

De hecho, ni siquiera tenía aptitudes físicas "adecuadas" para el trabajo que se supone que debe hacer un policía. Era alto, sí, aunque también flacucho y con poca resistencia...

Pero el imbécil de Heiji Hattori, su rival de la prepa, salió un día con que también quería ser detective, así que si ese wey podía, claro que él también tenía que poder...

O dejaba de llamarse Shinichi Kudo.

Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que había querido mandar todo a la chingada, pero al final lo había logrado. Ahora, casi dos décadas después de que adoptó aquel sueño de niño, acababa de graduarse de la Academia de Policía, dando así el primer paso para alcanzar el puesto que tanto deseaba.

Pero nadie le dijo que Dios aprieta, ni que el viejo Kogoro era lo suficientemente cobarde para negarse a hacerle palanca.

«No mijo, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.» Le dijo el ruco cuando Shinichi le pidió que tirara paro, porque no quería chambear en la calle.

Ah, pero bien que lo presumía en su facebook de que iba a ser detective como él... puro pedo; la próxima que se le escaparan los halconcillos de la colonia ya no le iba a decir pa' onde corrieron.

Cómo fuera, si quería llegar a ser detective, Shinichi tendría que ganárselo como todos y cada uno de los demás policías: ya hacía guardias aburridas, agarraba horas de sol, los rondines se los daban en las colonias más feas por novato, y a diario tenía que echarle el guante a los marihuanos para que se viera que hacían algo, para luego ir a soltarlos a las faldas del cerro.

Y lo peor era que Dios también castigaba dos veces, porque todavía tenía que llevar al viejo Kogoro de la estación a las escenas de sus casos ocho de cada siete veces; y encima tenía aguantar a Heiji, que se la pasaba chinga y jode por la radio de la patrulla, casi cada media hora, preguntándole cuántos cholos había pescado ya. Y para rematar, siempre llevaba uno o dos más que él.

«Jaja, ni aguantas nada wey. Le voy a decir a Megure que te mande al archivo o algo, al chile.», solía burlarse Heiji cada que lo adelantaba en el marcador; Heiji nunca hablaba en serio, pero el Shinichi era bien sentido, así que se prendía de volada, sobre todo le molestaba su acento al que a veces no le entendía nada pero todos le decían que sonaba bonito, así como cantadito.

Ajá, como a él no le tocaba correr cuesta arriba. Pinche Hattori, nomás de recordarlo le daba coraje.

Pero no era momento para hacer bilis; llevaban como dos semanas recibiendo reportes de la misma persona sobre un merodeador extraño, sin embargo, mientras el sujeto no robara o agrediera a nadie, lo más que podían hacer era enviar un vehículo a patrullar cada cierto tiempo. A Shinichi le tocó la patrulla en cuestión, junto a la sabelotodo de Miyano; como si él no cojeara del mismo pie.

Dieron un par de vueltas primero y como ya hacía hambre, se les ocurrió que era momento de ir a comprar algo para la cena; la comida callejera se le hacía cosa de nacos, pero no tenía de otra y aunque no quisiera aceptarlo, nunca podía decirle que no a una coca de vidrio.

Bandido | KaiShin | Detective Conan/Magic Kaito Donde viven las historias. Descúbrelo ahora