El trabajo y el esfuerzo: Latinoamercia

0 0 0
                                    

Socialmente en mi país y en casi toda Latinoamérica, hay mucho machismo y ello causa que sea socialmente se conciba la idea primaria de que el padre le debe enseñar a ser hombre a los hijos. Quien debe enseñarles el valor del trabajo y del esfuerzo en la vida.
Pero cuando te tratan bruscamente y con insultos que denigren tu valor y capacidad, que te recuerden tu inutilidad y te aparten cuando su paciencia se acaba. Eso es traumatizante, te da inseguridades y no te enseña nada. Y si se llega a aprender algo, siempre tendrás dudas de ti y estarás convencido de que todo lo que haces estará mal y nunca estarás conforme con lo que haces.

En este contexto machista, suele verse una discusión familiar, porque se les culpa a las madres de alcahuetas con los hijos solo por ser amorosas y no ser despiadadas e inhumanas como muchos padres lo son.
Nunca se le da a la mujer la capacidad de enseñar el valor del trabajo y del esfuerzo. Y más en mi lugar de crecimiento en el campo, en el que los hombres debían ser fuertes, cargar enormes pesos hasta de árboles, ensuciarse y descuidar mucho la salud para poner por primero la masculinidad toxica y la mínima desaliña de esta imagen es un deshonor corregida a golpes.

Pero hoy quiero contar un ejemplo, que es de mi vida y que no va concorde a esto. Mi padre siempre se molestaba y hacía rabietas porque exigía que hiciera trabaos duros, que ni sabía de su existencia y me regañaba y gritaba porque decían que eran cosas que yo ya debía saber. Y decía que era un inútil por no saberlo hacer.

Basta decir que es una estupidez exigir que alguien sepa hacer algo que nunca ha visto y que jamás le han explicado.

Mi padre hacía lo mencionado por las tarde-noches y los fines de semana, porque él trabajaba y se iba todo el día durante toda la semana, y a veces por cuestiones de su deber, se veía obligado a quedarse allí por varios días sin venir a dormir a la casa.
Así que por las tardes tenía mucho tiempo en mi niñez, sin que mi padre me regañara. Por ello pasaba mucho tiempo con mi abuela, la cual me llevaba en la finca cuando me criaba. Sembraba yucas, maíz, frijoles, apear plátanos, bananos, guineos, cuadrados, flores de itabo, sembrar árboles, capear el monte etc.
Y obviamente llegó el momento donde me pedía ayuda, y me enseñó a hacer las cosas, me enseñaba como agarrar las varillas para apear las rutas, cómo hacer los huecos en la tierra y cómo arreglar herramientas rotas.
Ella me mostró el valor de asolearse todo el día, de ensuciarse y al final llegar a la casa con un abolsa de mangos, unas yucas y papas, dando así lo que conseguí para comer y dárselo a mi madre. era en parte mi manera de agradecer, aunque igual terminaba comiendo yo la mayoría.
Pero ahí si sentía que merecía lo que lograba y me sentía bien con mi trabajo.

Luego de esto, ya cuando tenía como catorce años, hubo una época de huelgas en mi país, y por ello miles de profesores dejaron de dar clases, yo estaba en una orquesta con mis profesores y pasaba todos los días con mis amigos, desde las 6 de la mañana hasta las 4 y media de la tarde tocando guitarra y llegar cansado a mi casa por el esfuerzo. Pero era un cansancio satisfactorio, un cansancio que me ponía feliz por lo que hacía.

Solo quiero que recordemos el valor del trabajo, del esfuerzo, el de las mujeres con su gran habilidad de enseñanza y cómo nosotros para aprender necesitamos interés y un buen ambiente para verdaderamente ser felices con nuestro trabajo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 10, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Blog Y ReflexionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora