Cuando escuchó la campana sonar cerró su libro soltando sonoro suspiro. Al final, Tatiana fue descubierta por el profesor de trigonometría y obtuvo como castigo resolver todos los ejercicios de su libro, lo cual se le complicó pues no había prestado atención a la clase y estando en malas circunstancias con sus amigos tampoco les pudo pedir ayuda. Sin embargo, el profesor se "apiadó", por así decirlo, de ella y le explicó el tema personalmente, aunque con la condición de que los ejercicios que no llegara a resolver serían tarea extra para ella.
Cansada tanto mental como físicamente, Tatiana no tuvo en levantarse de su carpeta. Estiró sus brazos y piernas suspirando con satisfacción al aliviar un poco la tensión de sus músculos. Levantó la mirada y se topó con su grupo de amigos, se habían plantado bajo el umbral de la puerta hace un buen rato, susurrando y mirándose entre ellos; no obstante, al sentirse observados detuvieron sus murmullos y miraron al frente, topándose con los mieles ojos de la castaña.
Durante los siguientes tres segundos, que fue todo el tiempo que duró el contacto visual –a pesar de que se sintió más largo que eso– se pudo sentir la pesadez e incomodidad en el ambiente. Casi a la par, ambos bandos desviaron la mirada a otro lado y siguieron en lo suyo: Tatiana cogió su mochila y simuló estar buscando algo entre sus libros, mientras que el grupo intercambió un último susurro y abandonó el salón.
«Supongo que era de esperarse que no me dijeran para ir con ellos», sacó de su mochila un paquete de galletas que ni siquiera recordaba haber metido, pero que su estómago hambriento agradeció. «Los buscaré más tarde, después de pensar qué decirles y reunir el valor suficiente para hablarles».
Se planteó varios escenarios para poder hacer lo menos incómoda y casual la charla pendiente con sus amigos mientras se llevaba una galleta a la boca. Al inicio lo hizo con una visión optimista, pero al cabo del minuto el sobre pensar la situación solo hizo aparecer en su cabeza escenarios desalentadores sobre la reconciliación. Sacudió su cabeza y se recriminó por ser tan pesimista, a pesar de que sabía de que aquello no iba a poder cambiar su viejo y marcado hábito de esperar siempre lo peor.
En su intento de distraerse miró la pizarra e intentó resolver en su mente los ejercicios que aún se hallaban escritos. Con la explicación personalizada del profesor ya le había quedado un poco más claro el tema, pero igual le agobio el ver una mezcla de planos, figuras, cosenos y tangentes. Desistió de dar con la solución del problema justo cuando el encargado de limpiar la pizarra ese día, un chico alto llamado Dan, comenzó su labor con el borrador. «Que complicado», pensó mientas llevaba otra de las galletas a su boca.
Había logrado alejar el pesimismo con éxito de su cabeza, pero, de igual manera, siguió vagando por el salón con su mirada. El aula estaba casi vacía, solo quedaba uno de los chicos en primera fila con su libro de matemática abierto, dos chicas al otro extremo susurrando en ellas sobre un chisme familiar, y Dan junto a su amigo quien lo esperaba para salir, según lo que escuchó, al patio un rato.
En un día común, Emily también estaría presente en el aula, tal vez resolviendo aún ejercicios como el chico de la primera fila, o tal vez leyendo una novela de misterio. Entonces Tatiana se acercaría para hablarle de alguna cosa banal y, a pesar de que Emily mantendría el mayor tiempo la vista aún en su libro, la ojimiel sabría que estaba siendo escuchada al no verla pasar más las páginas.
De manera casi inconsciente, y un poco masoquista también, dirigió su mirada a la carpeta vacía de Emily, esperando verla allí sentada y leyendo su libro como siempre. Pero no fue así, y eso la hizo suspirar resignada.
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Perdona si digo que te amo
RomanceTatiana es una chica de 17 que está cursando su último año de secundaria, su personalidad optimista y amable hizo que ganara cierta popularidad y que tanto alumnos como profesores la conocieran. Sin embargo, entre todas estas personas, había una que...