Cap 1

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—Dios, es tan atractivo.
Hinata Hyuga miró por la ventana del frente del Wallflowers y vio el
trasero más magnífico que hubiera sido siempre su placer ver pasear
por la calle. Ese trasero estaba encerrado en un par de ajustados
pantalones de mezclilla, causando que más de una mujer enviara una
oración de gracias al cielo por los fabricantes de los Levi’s. La luz del sol
brillaba en su dorada cabellera rubia, que rozaba sus hombros anchos,
del largo suficiente como para hacerse una rechoncha cola de caballo.
Incluso bajo la voluminosa chaqueta de cuero se notaba que era
musculoso, con su cuerpo siendo un templo para el dios de los
esteroides. Y tenía los más brillantes, más claros ojos azules en el
estado, no es que ella los hubiera mirado a menudo. Por lo general él
los había enfocado sobre alguien más, como una de las mujeres
elegantes y hermosas que acudían a su alrededor todo el tiempo. Dios,
era precioso. Su rostro era casi demasiado hermoso para ser real, lo
único que empañaba su perfección era una pequeña cicatriz justo a un
lado de su nariz, apenas perceptible a menos que la buscaras. Cuando
hablaba con ella, lo cual no había ocurrido en más años de los que le
importaba contar, Hinata mantenía los ojos fijos en la cicatriz.

Cuando el mejor trasero del mundo dobló la esquina, Hinata y Sakura se
echaron hacia atrás con idénticos suspiros.
—Todo lo que quiero para Navidad es un pedazo de eso —Sakura suspiró
de nuevo, con sus ojos verdes brillando de risa. Sus indomables rizos rosa bailaron alrededor de su cabeza en un abandono salvaje
mientras ella sacudía todo el cuerpo como un perro mojado. Sakura era
demasiado delgada, con huesos que se mostraban en sus muñecas y tobillos, y si Hinata no supiera a ciencia cierta que comía como un caballo estaría preocupada de que fuera anoréxica. Pero había sido maldecida con un metabolismo que se negaba a detenerse, lo que la obligaba a comer más que la mayoría de la gente para mantener su peso.

Hinata tenía el problema contrario. Lo mejor que podría decirse acerca de su figura era que Marilyn Monroe había sido también talla doce.
Sin importar lo que hiciera, Hinata no podía bajar de peso.
Ninguna envidiaba a la otra.
— ¿Qué, ningún pedazo de Sasuke Uchiha?
Sakura se sonrojó. De cabello y ojos oscuros, pecaminosamente apuesto,
Sasuke había aparecido en más de una de las fantasías borrachas de
Sakura. Hinata pasó una mano a través de su pelo.
—En cuanto a mí, Naruto Uzumaki podría estar desnudo y atado con un
lazo debajo de mi árbol de Navidad y la primera cosa que  probablemente diría es: “Hola, Edna, ¿verdad? ¿Podrías desatar esto por favor? Tengo una cita esta noche”.
Ambas mujeres se miraron y rieron, luego volvieron al trabajo.
Hinata estaba tan orgullosa de lo que ella y Sakura habían logrado.

Amigas desde la escuela primaria, ambas mujeres habían sido
retraídas. Los chicos no iban por la rizada, demasiado delgada Sakura
Haruno o por la rellenita, torpe Hinata Hyuga. Sobre todo cuando había chicas como Ino Yamanaka y Karin Yakushi, ambas hermosas, del
tipo animadora, alrededor. Por lo que tanto Sakura como Hinata
habían decidido ir a la universidad local para estudiar negocios,
mientras que la mayoría de las personas, incluyendo a Naruto y a Ino, habían optado por salir del estado para ir a la universidad. Después de graduarse, Hinata había tomado la herencia de su abuela materna y la había usado para comprar el edificio en el que ahora se encontraba Wallflowers.
Wallflowers era un negocio que atendía a las personas que disfrutaban de las cosas hechas a mano, artesanías hechas pieza por pieza.
Hinata lo amaba.

Su excéntrica tienda tenía relojes cucú tallados a mano, cuadros, espejos antiguos, máscaras, placas... cualquier cosa que pudiera utilizarse para decorar una pared. A Sakura se le había ocurrido la idea del negocio y lo había hablado con Hinata en una larga noche de burritos y margaritas.
Hinata hizo una pausa para mirar alrededor de su salón. Una alfombra
antigua cubría el suelo de madera dura. Un pequeño sofá victoriano
cubierto de brocado crema suave adornaba el centro del salón. Una
mesa de café reina Ana en rica madera de cerezo estaba delante de éste, un juego de té de plata estaba sobre la misma. Dos sillas victorianas de la misma tela crema se enfrentaban al sofá, creando una pequeña y acogedora conversación en grupo que las dos mujeres, y un ocasional cliente, usaban frecuentemente.

EL WALLFLOWER (Libro 1 Naruhina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora