CAPÍTULO 1 - MEJOR TARDE QUE PRONTO
Mierda. Mierda. Mierda.
Se me han vuelto a pegar las sábanas y he vuelto a llegar tarde. Ya es la quinta vez este mes y apenas llevamos dos semanas.
Me quedo plantada delante de la puerta cerrada de mi clase. Alzo la mirada al reloj que se encuentra al lado de la puerta para ver si la falta de me puede pasar por alto.
Treinta y cinco minutos tarde. Te has lucido, Nora.
Bueno, lo peor que me puede pasar es que me echen una bronca del quince, así que decido entrar de todas maneras. Mi madre no ha criado a una rinde-fácil.
–Buenos días –digo con mi mejor sonrisa nada más entrar–. Perdón por la tardanza, el metro estaba averiado y he tenido que coger el bus.
El señor Brooke me mira con los labios apretados como diciendo: "Norris, ese cuento no se lo cree nadie"
–Pues es la quinta vez en lo que llevamos de mes, señorita Bailey, tendremos que llamar a la empresa de cercanías a ver cuál es su problema, ¿no cree?
Lo dice irónicamente. Por eso me cae tan bien.
–Sí, tendremos que llamar, porque vaya tela con el metro.
Silencio incómodo. Me parece escuchar la risa de algún compañero.
–Será mejor que se quede fuera hasta la siguiente clase, señorita Bailey.
Aprieto los labios. Vaya.
Al señor Brooke no le gusta dejar a nadie fuera, pero tampoco lo voy a culpar porque yo sea un desastre.
Salgo de la clase y me quedo sentada en el banco que hay al lado del aula esperando a la siguiente hora. No tardo mucho más en aburrirme -que tampoco es muy difícil-, y lo único que tengo para entretenerme es el móvil -el cual tiene un tres por ciento de batería, por que sí, ayer se me olvidó cargarlo- y el corcho que tengo delante. Así que, por descarte, me decanto por el corcho.
Me pongo de pie y voy echando un vistazo a todos los papelorios que cuelgan de él. El que más me llama la atención es una hoja color verde tirando a oscuro, así que me detengo a leerla.
Arranco el papel y lo guardo en la mochila.
♪♪♪
–No, no, ni de coña, Nora –niega con la cabeza dejando el papel verde sobre la mesa–. Si lo paso mal en las exposiciones de clase, imagínate en esto.
Distinguiría ese pelo rubio con flequillo despuntado y esos ojos azules en cualquier parte del mundo. Harper, mi mejor amiga de siempre, me mira como si no tuviera remedio y yo no dejo de sonreírle como un angelito.
Ahora que lo pienso, he vivido todas las fases de Harper como bajista, eso sí, a través de videollamadas y algunas vacaciones en las que nos pasábamos por Manchester (para ver a Harper) antes de ir a Sheffield (para ver a la familia de mi padre): Su primer bajo a los seis años. Los primeros acordes. Aquella canción de Oasis que le encantaba y solamente tocaba esa. El día que su hermano mayor se lo tiró por las escaleras. Su segundo bajo a los doce. El día que me dejó que se lo tuneara. El rehúso a tocar frente a aquellas personas que no fuéramos su padre o yo. Y, por último y por ende la más reciente, la búsqueda constante de quitarse el pánico escénico que lleva años atormentándola.
Y ahora mismo la oportunidad perfecta está llamando a su puerta y ella no sabe si abrirle o no.
–Harper, eres la mejor del mundo tocando el bajo, te lo digo yo. No hay nadie mejor que tú para ese puesto –la intento convencer.
–Me lo dices tú porque eres mi amiga.
–No, te lo digo yo porque es la verdad y lo sabes.
Se queda callada durante unos segundos, pensativa. Enseguida retoma la conversación.
–Aparte, no conoces a nadie más que toque instrumentos.
–Greg toca el piano.
Parece que se acaba de enterar ahora.
–Ay, ¿en serio? No me acordaba.
–Harper, es tu hermano –se encoge de hombros y yo entorno los ojos siguiendo el hilo de la anterior conversación–. Bueno, Greg no es relevante ahora mismo. Piensa que también te puede servir para dejar de tener miedo en las exposiciones y en situaciones de la vida en general.
–No sé, Nora, sabes que los cambios no los llevo muy bien.
–Lo sé, pero yo estaré ahí. Es más, me comprometo a acompañarte a todos los ensayos, pruebas, conciertos y todo lo que se te presente. Y, por supuestísimo, a la prueba de admisión. Mira, si vas y no te llama la atención, no pasa nada, lo dejamos y ya, pero no quiero que te arrepientas de no haber ido.
Se vuelve a quedar pensando, esta vez más tiempo mientras mira el papel verde con el ceño fruncido. La verdad, no sé cuánto tiempo pasa hasta que levanta la mirada y sé que acaba de tomar una decisión.
–Bien, ¿cuándo vamos?
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Todo lo que quiero decirte
Romance¿Conseguirá el tiempo llenar los corazones vacíos de Ian y Nora?