Prólogo... creo

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Dragones, hechizeros, brujos, Inmortales, Vampiros, Banshee, Gargolas, Muertos, Fénix,  Adas, Angeles, Demonios, Canibales, y cambiantes...creo
Deje de poner atención. Voria, Ciudad dónde nos mandan después de cumplir 15, soy nueva aqui, si, tengo 15, y si, hay seres sobrenaturales aquí pero nadie nació siéndolo.

Soy, Elieth Vador. Y después de tantos experimentos que han hecho conmigo aún no soy sobrenatural. Llegué hace un mes y me enviaron directo al laboratorio para hacerme pruebas y esas cosas, hoy después de un mes, por fin voy a casa, no mi casa con mi familia, casa dónde resguardan a los NO sobrenaturales hasta que tengamos un "poder".

Todo es color gris opaco, los edificios no tienen ventanas y no hay un solo ser por las calles. Entro al edificio en el que me hospedare y me recibe un señor con expresión amable, me dirige a mí piso y se va tras informarme las reglas del lugar.

Es un lugar grande y no es gris. Mientras recorro el lugar me doy cuenta que no hay nadie más viviendo aquí. Hay 6 habitaciones, un salón, cocina y dos baños. Entro a la última habitación, que parece ser la más grande y con mueblería más de mi gusto. Se me olvidaba contar que no hay tecnología aquí, solo libros en dos estantes que se hallan en el salón. Tal vez no esté tan mal aquí.

Por las mañanas tenemos permitido salir, NO más de un kilómetro fuera, algo es algo. Me levanté temprano y salí a correr, el cielo estaba nublado, los edificios seguían grises y aún no había rastro de más personas en el lugar. Cuando volví a mi edificio el señor con expresión amable ya no estaba y no había rastro de que alguien hubiese estado ahí nunca. Apenas entró al piso donde vivo y me encuentro con una chica de tes casi transparente, sentada en un sofá, mirándome con ganas de querer matarme.

–Nohe Wilson. Diez de octubre de dos mil diez. Refugiada en Amsterdam desde el veinticinco. ¿Quien eres tu?

–So... me... pues...

–¡Habla!

–Me llamo Elieth...

-Okey, tomaré la habitación número cinco, al lado de la tuya. No me hables mientras como, no me hables mientras leo, escribo o duermo, a menos que estemos a punto de morir. No me hables después de las diez de la noche y entes de las diez de la mañana. No toques a mi puerta, di mi nombre. No comas con la boca abierta y no hagas desorden, no invites a nadie a mi piso y por nada, nada, ¡Nada! Del mundo hables o hagas contacto visual con alguien que veas fuera en las mañanas. ¿Entendiste?

La verdad no entendí nada solo estaba pensando que hablaba como soldadita ..

–O sea si pero...¿Por?

–Porque lo digo yo.–Corto.

No es como que tuviera algo que contestarle pero me dejó sola tras soltar eso. Fui a ducharme para después desayunar y me di cuenta de algo...

–Sonó el despertador–susurré para mi misma. Mierda, sali corriendo apenas termine de ducharme y toque a la puerta de la soldadita esa.

–Te dije que no tocaras mi puerta...

–En la mañana sonó el despertador -Le Interrumpi.

Ella me miró señuda, parecía dudar de lo que acaba de decirle.

–¿Estas segura de eso?

–Muy segura

–Mierda– murmuro mirando a su alrededor.

–Tenemos que salir de aquí.

Tal vez te preguntes por qué mierda hacemos esto por un despertador, la respuesta es clara, no hay electricidad en el edificio hasta las doce del medio día, no hay aparatos electrónicos o que usen pilas en todo el edificio y NO hay nada que pueda hacer ruido, llamar la atención de alguien ni mucho menos despertarnos. Eso estaba en el reglamento -Nada de ruidos fuertes-

Decidimos esperar a la mañana siguiente para ver si volvía a sonar el despertador y, efectivamente, lo hizo.

–Ven aquí – Me ordenó la soldadita, bajamos las escaleras de caracol mientras seguíamos el ruidoso sonido del despertador por el edificio, buscando el lugar de donde provenía.

Y ahí estaba, un despertador justo en la entrada de la aviacione que llevaba a la salida de emergencia del edificio, era color gris -que raro-. Entonces... La cagué.

Todo paso muy rápido, levanté el despertador del suelo, ese explotó en mi mano, hizo un ruido enorme que provocó un pequeño temblor que hizo sonar una sirena en todo el edificio. En eso, Nohe me jalo del brazo y subimos las escaleras a toda prisa mientras yo gritaba como estúpida por miedo, entramos a nuestro piso y lo último que recuerdo fue ver a Nohe, ahogada por el humo que nos rodeaba, que jamás nos dimos cuenta que había.

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