oculis satis.

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Con pasos largos, me alejo de mi torre.
No podría soportar ni un minuto más ahí.
Chasqueando la lengua, y preguntadome si esto fue una buena idea o una broma de mi mente, ahí te veo.

Aussi belle que les étoiles, mon amour.

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En ese horrible momento del año, ahi te vi.
Ni dulce ni delicado, como las mujeres que padre procuró presentarme.
Eras... Tan tú.

No eras elegante, transmitías una energía tan caotica, y ciertamente no te creía un noble de ninguna corte.
Me pregunté seriamente porque estabas dentro del castillo, y hablando con mi padre. El no parecía de lo mas encantado por tu personalidad, pero mi madre te miraba con pequeña adoración.

Y tu me viste.

Me viste mientras te observaba. Tus ojos azulados, parecidos a dos faroles, me observaron lentamente.
Tu mirada me pareció (y aunque me tardé mi tiempo en admitirlo) bonita.

No era bonita de exotica, ni de especial. Muchos nobles y cortesanos tuvieron ojos azules, adornando caras tristes, pálidas y demacradas.
Tan, tan lejos de los tuyos.

Mi padre nos saco del trance mutuo, y con un gesto, me pidió que bajara a presentarme.
Las escaleras de marfil se me hicieron eternas al saber que abajo me encontraría con el peculiar extraño y sus ojos bonitos, pero la compostura es escencial en alguien de mi posición, y padre no permitiría eso.

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Mi padre me habló de tí, me contó bastante.

-"Señorito, este es el hijo de la duquesa Uzumaki."- Así que en realidad si eres un noble. Un mayordomo te presentó, y tu, con toda la elegancia que solo esa vez en adelante te vi portar, me dijiste.

-"A partir de hoy, su padre me a instruido en ser su guardia personal. Me alegra formar parte de su corte, príncipe."-

Mi padre me dió una mirada, y se marchó a resolver asuntos pendientes. Mi madre, siempre menos seria, me contó un poco de ti, y de su gran amiga, Kushina Uzumaki.
Con el tiempo, se retiró. Y comencé a hablar contigo.

El comienzo de todo, y vaya comienzo.
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".  .  ."

"Entonces, tu eres el príncipe"

Asentí a tu pregunta.

"Y.... ¿Que vamos a hacer?"

"...."

Comencé a caminar, no queriendo compañía, pero al parecer tu no podías entender eso.

Preguntas. Variadas, grandes y pequeñas. Te encantaba hacerlas sin perder ni el ritmo ni compás al seguirme entre los largos pasillos del castillo. Me pregunté brevemente si lo hacías porque no comprendias que quería soledad.

-"¿Y no puedes hablar?"–.
–"O el rey no te deja?"-
–" O mi gran figura te intimida demasiado? Podría entenderl ....."-

Perdí completamente el hilo de la conversación con esas últimas preguntas.
Oh.
Pero claro que comprendias.

"Y porque me miras así? Parece que hubieras visto algo asqueroso"

Ya cerca de mis aposentos, y con los nervios en la punta de mi nariz, hice lo único que siempre me habían instruido no hacer.
Perder los estribos, y gritar con furia.

(El Itachi interior me lo reprochó varias veces.)
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–"¿¡Es que no te sabes callar!? ¡Me tienes harto con tu monólogo y pataletas! ¡¡Ve a buscar a otra persona para seguir, idiota parlanchín!!"-.

No puedo fingir que no me reí, dios, parecía que nunca había levantado la voz antes, su grito tenía más gallos y desniveles que voz en eso.

Me azotaste la puerta como si fuera un perro, es que acaso el príncipe es un rarito que pasa todo el día encerrado?
No lo dudaría. Nadie en el reino lo ah visto, ni escuchado su voz.... Espera.

Heh.

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Me encerré. Rápidamente, la pena y angustia pintaron mi cara.
C

asi segundos después, escuché un incesante golpeteo, y una suave risa fuera de este.
"Si no me deja pasar, me veré en la obligación de entrar por la fuerza. Ya sabe, protocolo, no?"-

...
Puse el seguro, y una silla para trancar la puerta. Quién sabe que demonios se atrevería ese loco para entrar.

La adrenalina lentamente bajaba, y decidí seguir con mi trabajo real. Probablemente tardé horas dentro distrayendo mi mente.
"Quien diría que el extraño terminara siendo alguien tan molesto..."

Vaya, incluso le grité y despotrique hacia el tal niño....

Dios mío. Le grité y despotrique hacia el tal niño. Al hijo de los Uzumaki. Al próximo duque de Neovesterland.

Oh, que va a pensar de mi?

Ay no.... Que ban a pensar de mi la gente! Nadie me conoce! ¡¡Y si al hijo de la duquesa se le ocurre decir algo, mi reputación se irá al suelo sin siquiera presentarme a la sociedad!!
¡Todos le creerían a el próximo duque sobre el príncipe oculto!

–"¡¡Todo es culpa de el y sus ojos bonitos!!"-


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–"¿Mis ojos son bonitos?"-.

El Duque de los Abedules.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora