Ama

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LAS MANOS DE MALÉFICA SIEMPRE LE HAN PARECIDO HERMOSAS A DIAVAL. Aunque pequeñas y delgadas, las manos de Maléfica tenían algo que siempre han cautivado a Diaval desde el instante que la conoció. Se mueven con gracia en el aire, hay elegancia y suavidad en cada movimiento que no puede evitar compararlos con el bello vaivén de una pluma caída del cielo. Él no puede quitar la mirada cada vez que su Ama conjura un hechizo porque sus oscuros ojos quedan hipnotizados por el hermoso baile de los dedos de Maléfica y la intrigante magia que brota de ellos. Era más hipnotizante que la belleza misma de Aurora o brillante resplandor de las gemas. Eran preciosas, eran bellas.

Sin importar la cantidad de callos que cubrieran sus palmas ni mucho menos la cantidad de cicatrices que cubriera su piel, Diaval seguirá pensando que son hermosas. Sobre todo cuando esas magníficas manos, de dedos largos y uñas pulcramente largas, están recorriendo cada centímetro de su cuerpo con suaves caricias y determinación. Su piel ahora es sensible, susceptible al tacto fino de Maléfica, Diaval gime en el momento que su Ama baja su mano hasta el nacimiento de lo que se supone que es el vello que los humanos tienen en la parte baja de su abdomen; pero en vez de que la mano encontrará rizos oscuros similares al cabello de Diaval, hay plumas suaves que se erizan conforme Maléfica acariciaba el esbelto cuerpo del hombre.

Diaval no sabe lo que le sucede, normalmente no le agradaba estar en su forma humana debido a las extrañas sensaciones que su Ama le provocaba. Sentía como si el fuego fuera directamente hacia su zona baja y un centenar de mariposas revolotearan en su interior. Era abrumador.

Tan abrumador cómo cuando Maléfica mueve su mano centímetros de lo que se supone es su miembro provocando que Diaval gimiera ronco y sus piernas se tensaran. Pero Maléfica no baja más, no, no lo hace. Porque ella era una depredadora y ahora mismo, como un juego cruel contra su presa, retira su mano y la dirige hasta la mandíbula de Diaval causando que él se quejara en suaves murmullos y abriera sus oscuros ojos.

-Ma-Malefica...-su voz se entrecorta y le cuesta respirar cuando ve a su Ama tan bella como las flores que crecen en la orilla del claro. Su cabello cae sobre su fino rostro como las cascadas de los Páramos en un bello color negro que brilla ante los rayos de luz filtrados entre las enredaderas de su nido; sus labios hermosamente rojos muestran los afilados dientes que se han hecho cargo de marcar su pobre piel sensibles desde que Maléfica tomó la decisión de reclamarlo cómo suyo; y sus ojos... Eran las cuencas más entrañables que Diaval haya visto, brillan de un color intenso que lo vuelve nervioso y muy extraño, cada vez que los miraba Diaval sentía que podían ver atraves de él y descubrir hasta el secreto más profundo de su recóndita mente.

Maléfica, su Ama, era hermosa. Negarlo sería blasfemar en contra de todo lo bueno en este mundo terrenal.

-Aah, p-por favor Mal, n-no seas cruel.

-¿Yo cruel, Diaval?-Maléfica dirige sus labios sobre uno de sus pezones y lo acaricia suavemente con su ágil lengua. Puede sentir un millón de sensaciones raras recorrer su cuerpo llegando a su zona baja, Diaval se sentía tan abrumado que cuando una de las manos de Maléfica pellizca su pezón recién acariciado, algo dentro de él explota.

Era como si la tensión de su cuerpo se desvaneciera y solamente quedará un cosquillante rastro de sensibilidad. Diaval echa la cabeza hacia atrás cerrando los ojos con fuerza, jura haber visto las estrellas a escasos metros de él. ¿Qué infiernos había sido eso? ¿Qué era eso?

-Oh mi bello pájaro, experimentando los placeres del hombre-el cálido aliento de Maléfica choca contra su oreja como el soplo del aire cálido del verano, cuando Maléfica comienza a besar su cuello Diaval mueve la cabeza a un lado permitiendo que su Ama hiciera con él lo que quisiera. Siente sus labios, su lengua, sus colmillos sobre el pulso de carótida hasta bajar a su clavícula. La boca de Maléfica era magnífica.

-A-Ama-gime Diaval. Maléfica acaba darle nuevamente un mordisco, sabe que deberá cubrirse bien antes de tener que bajar de la montaña.

-Mi hermoso Diaval, tan bueno, tan perfecta para mí.

-Ama, por favor, tócame-suena frustrado, Diaval pensó que esa explosión sería la culminación de todas esas raras sensaciones pero estaba equivocado porque nuevamente podía sentir ese pesado malestar entre sus piernas y el delgado cuerpo de Maléfica sobre el suyo no ayudaba a calmar ese ardor que empezaba a extenderse por su vientre.

Quería que Maléfica acabara con su sufrimiento.

Quería que Maléfica lo tocara con esas hermosas manos.

Quería que Maléfica lo reclamará y susurrara que era un bello pájaro, su bello pájaro.

Quería que Maléfica sobre él.

Quería a su Ama.

-¿Dónde quieres que te toque Diaval, mi bello pájaro?

-A-Ah, Maléfica.

-¿Dónde?

Diaval siente que los labios del hada rozan su mandíbula. Las manos de Maléfica acarician sus costados, van y vienen cada vez que Diaval se retuerce bajo su toque, cuando las hermosas manos de Maléfica tocas ambos pezones, rozando sus uñas en las sensibles protuberancia, la boca de Diaval se abre y Maléfica aprovecha para besarlo. El beso es caluroso, húmedo y demasiado excitante. La lengua de Maléfica hace un maravilloso trabajo dejando a Diaval mareado y al borde de las lágrimas.

Eso había sido increíble.

-Dime Diaval, no podré hacer nada sino me dices dónde quieres que toque.

Diaval no responde, su cabeza da mil vueltas y lo único que puede hacer es gimotear mientras su cabeza queda cómodamente sobre la almohada de su nido. Nunca antes lo habían besado así, ni siquiera hubiera pensado que los humanos pudieran experimentar este tipo de cosas; esa demasiadas emociones, demasiados nervios explotando debajo de su piel. Su vida como cuervo se ha reducido a sobrevivir, recolectar oro y a volar los cielos emigrando de norte a sur. Pero ahora... Las cosas eran distintas. Ahora sabía a lo que se referían los hombres cuando hablaban de los besos de sus esposas y su magnífico toque.

Pero nada de eso se podría comparar a lo que Maléfica podía hacerle.

Porque cuando Diaval recupera un poco de la energía toma la mano de Maléfica, besa su muñeca lamiendo una franja de su hermosa piel y la dirige entre suaves llantos y gimoteos hacia el lugar donde el dolor y la sensibilidad es más fuerte.

-¿Aquí, mi cuervo?-él asiente.

Los dedos callosos lo rozan, Diaval gime y sus piernas hacen más espacio para que Maléfica se pueda acomodar plácidamente entre sus piernas, los agraciados dedos envuelven su entrepierna y comienzan un movimiento tortuoso de sube y baja.

-¿Te gusta Diaval?

-¡Aah!-los dedos de sus pies se tensan-M-Más fuerte, Ama.

-¿Así?

Todo se vuelve oscuro nuevamente para Diaval. La misma explosión se expande y por segunda vez Diaval tiene un orgasmo dejando a su cuerpo completamente exhausto mientras Maléfica hacia lo que quisiera con él. Desde rozar su glande con las yemas de sus dedos o incluso dejar suaves besos sobre su flácido miembro; el que más lo sorprendió y lo sacó de su ensueño fue cuando los dedos tocaron más en el sur de su cuerpo y pudo sentir las uñas de su Ama acariciar su perineo y su agujero. Nuevamente gime cuando Maléfica toca su piel hipersensible y lo beso mientras bombea nuevamente su pene.

Maléfica era una buena Ama. Cuidaba de él tan bien que no importó cuándo Maléfica jugó con su interior ayuda de la magia, penetrándolo tan bien que Diaval gritó su nombre hasta quedar mudo; ni cuando ella lo montó y permitió que Diaval la abrazara con fuerza mientras lloriqueaba abrumado y chillara cuando tuvo nuevamente su orgasmo.

Diaval amaba a su Ama. 

Porque ella era buena para él.

ama | malevalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora