𝙻𝚊 𝙶𝚛𝚊𝚗𝚓𝚊

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La fuerte lluvia azotó, al salir de la ciudad, los hermosos pastizales verdes, con una magnífica vista de la naturaleza, los corrales de madera que mantenían a los animales y evitar que crucen la carretera y crear algún accidente

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La fuerte lluvia azotó, al salir de la ciudad, los hermosos pastizales verdes, con una magnífica vista de la naturaleza, los corrales de madera que mantenían a los animales y evitar que crucen la carretera y crear algún accidente.

Suspiró mirando por las ventanillas por unos segundos, el parabrisas de un lado hasta el otro, por eso no le gustaba, siempre lloviendo. No es una persona delicada, él creció en la granja de sus padres, ordeño, alimento a las gallinas, entre otras cosas, del trabajo de campo, solamente que, su ruptura con su ex, el ambiente no le levantaba los ánimos.

En este día sonrío al ver a sus papás esperándolo en la puerta de la casa, estacionando su auto en la galera con los demás.

El grito de su madre al ver a su hijo después de un año— ¡Mi bebé llegó!

—Hola mamá —Respondió el abrazo con cariño, inhalando su rico aroma tranquilizador.

Su madre reforzó él agarré, sabía los problemas que estaba pasando. Sin poder evitar derramar una lágrima.

—Hijo, Bienvenido

—Hola papá, gracias

Ambos, decidieron mantenerse al margen sin preguntar acerca de la ruptura de su compromiso. Así es, iban a casarse y solo llega de un día para el otro para terminar, cancelado la boda a tres semanas de la fecha.

Fue un rotundo choque para Jimin, la persona con la que inició una relación en la secundaria. No salió por una semana entera, se aisló completamente del mundo exterior, pero, se dijo así mismo que hay mucho por vivir y conocer.

Y bueno, lo que supo, es que tenía a alguien más con él, al mismo tiempo. Exclusivamente la diferencia que llevaban dos años, nada más, cuando él se entregó por completo, por qué sentía que era el amor de vida.

Una gran perdida de tiempo

La habitación estaba igual como el día en que la dejó para irse a estudiar, agradecía mentalmente que su madre quitara las fotografías pegadas en la pared, en sí, lo relacionado con ese patán.

No pasó ni una hora en que el relincho del caballo impidió su sueño de belleza. La lluvia había cesado.

—Pero dios… Cu- —Se levantó, procesando lo que acaba de escuchar.

Sus papás no han tenido caballo después de la muerte de la vieja pinta, una hembra de la juventud de ellos, fue un gran dolor que decidieron no tener más.

—¡Mamá un caballo!

Fue ahí donde por la ventana, el majestuoso animal reparo, el viento le hizo juego a su cabello, creando una vista sin igual. Negro, como la noche sin estrellas, brillaba de lo intenso que era su color, y cuando bajó obtuvo su penetrante mirada que se quedó sin habla.

Podría descifrar el tipo de mirada, una que jamás a vívido. Unas líneas de electricidad recorrieron por su columna, su piel se erizó y las puntas de sus yemas hormiguearon. Era algo inexplicable, aún sostenía el contacto visual que lo mejor fue cerrar la ventana. Notando por el vidrio de la ventana su padre con una soga en la mano.

Encima de su piyama se puso la manta de punto grueso color gris (regalo de su difunta abuela). Llevando las botas, el lodazal que lo recibiría.

Se tenía abrazado así mismo, sonriendo al verlo tratar de lazarlo sin éxito. Llegando a la cerca de madera y recargarse para recuperar el aliento.

—¿Es hermoso, verdad?

—Hm, sí…

—Lo encontré de regreso a la granja, estaba lastimado.

—¿Es un caballo salvaje? — Se sorprendió, abriendo sus ojitos a lo que daba.

—Sí... Aún no se deja montar

Jimin lo analiza con más curiosidad, subiendo sus brazos a la madera.

—Mételo al viejo granero, estoy demasiado viejo, su corral es el último —Dejo su mano en la cadera, caminando hacia la casa. — le gustan las mandarinas

El granero se ocupaba para guardar los alimentos, equipo de trabajo, antes era para el refugio de las vacas, al construir otra más grande y espaciosa donde cupiera los animales se pasaron, y es más que seguro que lo mantiene ahí por ser algo agresivo.

Acomodó su cabello rubio, con mechones rizados al pasar entre la división de dos maderas. Tomando la cubeta, enseñándole una.

—Quieres —Ofreció — tienes que obedecerme

El caballo solo le tomo atención a la mandarina, y paso al humano. Con desconfianza, se acercó unos pasos estirando el cuello y morderlo, entre cerrando los ojos.

"Sospechoso, soy un animal, pero no soy estúpido"

—Anda, sígueme

No se movió de su lugar, para nada.

—¡Que me sigas!

El caballo se echo para atrás, raspando con una de sus patas el césped. Sentándose, manteniendo fijo sus luceros negros.

—Pero madre mía… Bien, no te daré nada, se las daré al puerco

Más que dispuesto le dio la espalda, llevando algo de lejanía y el sonido del trote se fue acercando, y lo que fue, el caballo venía a todo lo que daba a su dirección, igualmente saliendo corriendo.

—¡Papá!

No soltaba la cubeta, su vida dependía de las frutas, si no, podría ser devorado por aquel caballo salvaje. Entrando al granero, el animal le cruzó y ponerse en su camino tratando de detenerse, e imposible, y llego a chocar con el lomo, derribándolo al suelo.

Las mandarinas rodaron a su alrededor, asustándose en el momento que aquel caballo se pasó por arriba de él, comiendo las mandarinas con tranquilidad.

Tragando pesado porque se acostara y lo aplastara.









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