❀Herida abierta❀

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Sasori está seguro que, desde que lo llevaron a aquel hospital y le encargaron su salud a esa doctora, ha cogido un tipo de enfermedad que su sistema no reconoce, o que se niega a hacer, porque para él, culparla de negligencia médica era lo más fácil. Que era también lo que perfectamente podría hacer ahora, donde se supone que le darían de alta después de bastante tiempo internado.

Pero Sasori, extrañamente, no quería irse, a pesar de haber querido hacerlo con todas sus fuerzas cuando despertó viendo el techo blanco de esa habitación de hospital, con todas sus heridas vendadas y sintiendo débil y adolorido su cuerpo. Lo único que recordaba es que había sufrido un accidente en su taller, todo por culpa de un maldito pirómano que terminó huyendo y gritando una blasfemia acerca de su arte eterno.

Las heridas de Sasori eran graves, pero no era únicamente por eso que había sido obligado a quedarse, pues resultaba que sus casi nulas horas de sueño como mala alimentación le pasaron factura, y allí es donde apareció ella, con esa estúpida ética suya, negándose a darle de alta a menos que tuviese a alguien responsable que le ayudase en su recuperación total. Y como Sasori es una pobre alma que siempre era abandonada por quienes se suponen, debían protegerlo, era obvio que no cumplía con aquello. Sasori, en el preciso momento en que la doctora Sakura le negó su pedido, la definió como alguien molesta y metiche, pues al final su salud era cosa suya y de nadie más, si moría o seguía sufriendo era responsabilidad suya. El pelirrojo era alguien terco y difícil de convencer, no le gustaba perder el tiempo y era alérgico a las esperas, sin embargo, esa mujer... Ella le había insistido tanto, como también le había dado tantas razones para que se quedara hasta sanar totalmente, que al final Sasori terminó cediendo y acostumbrándose a su presencia.

Sakura se metió en su vida cuando el otoño apenas nacía. Sakura se metió en su mundo de monotonía con sus suaves caricias. Sakura se metió, tan descarada y bonita, en el centro de su corazón, ultrajando la eterna calma de sus emociones y causando el palpitar más extraño en él. Ella le enfermó con su belleza y Sasori, cual pajarillo estúpido, se embelesó y cayó torpe en sus espinas.

Sakura Haruno, la mujer que lo cuidaba día, tarde y noche; la que le sonreía y curaba pedacitos de su cuerpo y alma, ella era la culpable.

Y él... Sasori sabe que no es una inocente víctima, él puede ser todo, menos inocente. Él puede ser todo, pero ahora era sólo un hombre lleno de miedo por sentir tanto por alguien que no le pertenecía, y cómo le amargaba eso, porque Sasori no quería sentir nada por ella. Él había sido envenenado por esa mujer, ella le había enfermado, sí, por lo que debía quedarse más días a su lado para que ella lo sanase. Era lo justo, era lo que necesitaba. Quedarse a su lado... Sí, para sanar y largarse de allí como había ingresado.

—Hey, doctora Haruno.— la llamó entonces, esperando no sentir absolutamente nada al verse reflejado en los orbes jades de la recién nombrada, pero para Sasori, fue terriblemente devastador sentir ese deseo de despertar cada mañana a su lado. Todo, únicamente con solo ver las ventanas de su meliflua alma. Fue hórrido para él, luego, sentir aquello que nunca le había pasado con alguna persona, y que había empezado a molestarle por lo tembloroso que le ponía el cuerpo.

«Taquicardia, eso debe ser» se mintió, queriendo echarse a llorar después de muchos años, pero negándose a hacerlo.

No lloraría por ella. No lloraría por amarla. No lloraría por amor.

—¿Sasori? ¿Sasori, qué pasa?— le preguntó la fémina, quizá por segunda vez, sorprendiéndolo sutilmente al estar delante y cerca a su rostro, con su suave y blanca mano posada en su frente, comparando sus temperaturas.

De marionetas a cerezas [SasoSaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora