❀Rosa y jade❀

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—Puede retirarse, joven Akasuna.

—Gracias.— contestó serio, levantándose de su asiento bajo la atenta mirada del director y caminando hacia la puerta, mientras en su cabeza le dedicaba miles de maldiciones bien fundamentadas. Tan pronto Sasori sale de allí dibuja una mueca de disgusto al ver a su grupo de amigos esperando por él, los cuales se le lanzan encima ni bien lo tienen enfrente y hacen que la poca paciencia que le quedaba comenzara a evaporarse.

—Carajo, Sasori, ¿qué diablos te pasa?— preguntó Deidara, tomándolo de su camisa con fuerza.

—No hice nada malo.

—Claro, le dijiste lo que muchos de nosotros nos aguantamos decirle a Orochimaru-sensei, pero piensa, por alguna razón nos guardamos nuestras quejas.

—Todo tiene un límite, Itachi.

—¿Y tu castigo?— Sasori no puede evitar enojarse de nuevo al recordarlo, y la expresión que dibujó en su rostro tuvo que haber sido realmente mala como para hacer a Yahiko encogerse de hombros.

—Hoy llegan estudiantes de intercambio, me asignaron acompañar a una la cual no cuadraba en el horario de los demás guías.

El silencio abunda entre todos por unos segundos, haciendo creer a Sasori que quizá es esa una forma patética de demostrar un tipo de compasión por él, sin embargo, cuando la risa de Deidara termina provocando las del resto, hace que cambie de opinión y unas ganas tremendas de molerlos a golpes nazca.

Sasori ya ni sabe la razón por la que ellos son sus amigos, o bueno, solo los considera de tal forma cuando dejan de ser unos idiotas, lo cual sucede cada luna roja.

—Oye, Danna, ¿estás seguro que el castigo es para ti y no para la pobre chica?— suelta el rubio, tratando de recuperar el aliento, pero sus intentos le resultan tan insufribles al pelirrojo, que con molestia se zafa del agarre que Deidara tenía sobre sus hombros para alejarse de aquel grupo.

—¡Suerte con tu castigo!

—Cierra la maldita boca, Hidan.

Si alguien le preguntara a Sasori qué es lo que más odiaba en el mundo, tendría sin duda la misma respuesta: esperar. El pelirrojo lo detestaba, y claro que tenía sus razones, pues además de lo irritante que es en general para cualquier persona con poca paciencia, también es porque él siempre lo había hecho con sus padres, y es que el esperar para él no se limitaba únicamente a quedar a cierta hora y tardar, no. Para Sasori el esperar conformaba más situaciones que aquella, como lo es, por ejemplo, esperar por un poco de amor y protección de sus progenitores, en lugar de tener que pasar por una infancia llena de soledad y confusión al no saber a quién acudir cuando te sientes mal, y si bien Sasori sabe que su odio a la espera podría ser un trauma sin curar, prefiere ignorarlo porque no tiene el tiempo ni alma para hacerlo.

Porque también ya se cansó de estar triste y mantener un ápice de esperanza a algo que ya siente inútil, y que si se fuerza a revivir solo terminará lastimándolo más.

Por eso mismo, ni bien llegue la alumna de intercambio, a quien había esperado por más de 10 minutos, haría que se pierda a propósito.

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⏰ Última actualización: Sep 18 ⏰

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De marionetas a cerezas [SasoSaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora