Dos extraños - Relato corto

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Dentro de ella albergaba una esperanza. Una esperanza que después descubrió impráctica e infructuosa. Aun así, Zelda quería convencerse de lo contrario.
La princesa de Hyrule acababa de derrotar a Ganon, ansiosa de girarse y observar al chico que también le miraba a su vez, y así ella lo hizo. Se dio la vuelta y dijo el discurso que había planeado miles de veces en su mente. La pregunta final era la más importante, la decisiva.
—Dime, ¿te acuerdas de mí? —preguntó.
Solo podía oír los latidos de su propio corazón. Antes de que Link fuera decir cualquier cosa, con solo ver su expresión, lo supo.
—No. No la recuerdo en absoluto.
Zelda dejó caer los brazos, tratando de permanecer serena. Esperó a que su antiguo escolta agregara algo más. La continuación no llegó.
—Entonces, ¿por lo menos, sabes quién soy?
—Usted es la princesa Zelda —respondió, sin más—. Eso me contó Impa, la líder de los sheikah.
La princesa cayó en cuenta de un hecho importante: Link la miraba con completa indiferencia. Ni siquiera cuando se conocieron le miró así, ni una sola vez. Un nudo gigantesco empezaba a formarse en su pecho y se resistía al impulso de desplomarse en el césped.
—Sí, tienes razón —atinó a decir ella, escogiendo las palabras con cuidado—. Te preguntaba respecto a mi identidad porque... Bueno, no tiene relevancia.
Su alteza avanzó un par de pasos y se tambaleó. Link la tomó por el brazo antes de que ella tropezara.
—¿Se encuentra bien?
—Sí, sí. Necesito descansar, es todo, supongo —la proximidad de Link era curiosa. Nunca fue de esa forma.
—Creo que lo mejor es que la lleve con Impa. ¿Estaría de acuerdo con eso?
Seco. Directo. Sin rastro de preocupación en la voz. Él no era así.
—De acuerdo —contestó ella, al fin.
Link le ayudó a montarse a su caballo y él se puso al frente. Le indicó que lo tomara por su túnica para evitar accidentes. Cuando pegó la cabeza a la espalda de su antiguo caballero, no llegaba a discernir nada fuera de lo usual en él. ¿Por qué no se acordaba? No obstante, antes de que la princesa siguiera preguntándose lo mismo una y otra vez, el sueño la envolvió.

Una sacudida despertó a Zelda, Link ya estaba de pie y posaba su mano en su hombro. Al abrir los ojos, lo vio a él y a la aldea que conocía tan bien. Kakariko.
—Hemos llegado, su alteza —él retiró su mano apenas ella empezó a incorporarse.
—Este lugar no ha cambiado en absoluto desde que me fui.
Zelda se apoyó en el brazo que Link le tendía y vio que estaban frente a la casa de Impa.
—Deberíamos entrar —dijo Link, a lo que ella le asintió.
Estando ya en frente, rectificó que la casa era idéntica a cómo se acordaba. Mucho más grande que el resto de edificaciones. Sin demorarse un segundo, Zelda abrió las puertas de par en par y divisó a una anciana al fondo.
Impa.
Su rostro reflejaba arrugas a montones, además de que su cabello ya era completamente blanco. Al recaer en su princesa, Impa le devolvió una sonrisa. Pese a todo, una persona de su pasado sí la recordaba. Corrió a ella sin proponérselo, la abrazó, aunque no con toda la fuerza que quisiera, no quería lastimarla.
—Princesa, me has tomado desprevenida —saludó.
—Lo siento, Impa, me da gusto verte otra vez. Que me reconozcas —lo último fue accidental, pero se le salió decirlo. Seguía dolida.
—He de suponer entonces que el motivo de que estén los dos aquí es que Ganon fue eliminado, ¿no es así?
—Así es. He completado con mi labor —replicó Link, hablando por primera vez desde que Zelda entró a la casa. Se olvidó que la seguía.
—Estoy muy agradecida por lo que han logrado. Ganon ya no es nunca más una amenaza —afirmó la anciana, después de que Zelda la soltase.
—Me temo que tengo que pensar en que haré a continuación. Ahora que he completado mi misión, no hay cabida para mí aquí, a menos que ustedes lo soliciten.
Zelda se levantó y lo observó, anonadada.
—¿Qué dices? —preguntó, con más fiereza de lo que pretendía— ¿Cómo es posible que digas algo así, Link? ¿Cómo no va a haber espacio para ti aquí?
"No queda rastro de él. Esta persona ante mí no es... no es..." pensó ella.
—Lamento si la ofendí, princesa. Podemos hablarlo, si usted lo desea —contestó él, mirándola con confusión.
Zelda apretó su puño. Deseaba gritarle, deseaba contestarle que no se trataba de lo que ella deseara, que no actuara como si fueran desconocidos, como si le temiera. Se contuvo.
—Hablemos más tarde, Link. Si te parece a ti.
—Por supuesto, llámeme cuando así lo requiera —se despidió él, haciéndole una reverencia.
Ahora que Link cerró la puerta, la princesa de inmediato dirigió su vista a Impa. Ella parecía conmocionada.
—¿Quién es esta persona? ¡No es Link!
—Princesa, cálmate, por favor.
—¿Cómo pretendes que me calme, Impa? Link... no se acuerda de mí. ¿No se acuerda de nadie?Se sentó ante ella e Impa la rodeó con el brazo.
—No, no se acuerda de nadie. Ni de ti, ni de mí, de nadie... Le he preguntado en diversas ocasiones por ti, alteza, sobre todo. Sin embargo, su respuesta siempre era la misma, no podía visualizarte en su cabeza. Lo lamento.
—Está cambiado. Ni en mis peores pesadillas pensé que su amnesia pudiera cambiarlo tan radicalmente.
Se abrazó a sí misma con sus brazos, sintiendo calor en su rostro. Unas lágrimas comenzaban a resbalar por sus mejillas.
—Creí que si Link no podía recordarme sería capaz de manejarlo. Estuve muy equivocada. Yo no puedo vivir con el hecho de que se olvidara de todo lo que hemos pasado juntos.
—Lo sé, princesa, lo sé —murmuró Impa, intentando consolarla.
—¿No se acuerda de los campeones?
—Ni un poco. Esperaba que a ti pudiera recordarte una vez te viera. Ya vimos que no fue así.
—Es injusto. ¡Injusto! —sollozó Zelda, con su cuerpo temblando—. Esperé tanto, tanto para verlo, para decirle que... He sido una estúpida.
La princesa se enjugó las lágrimas al fin. Respiró hondo.
—Perdón, Impa. Estoy pensando solo en mí misma. Seguro que has tenido muchas dificultades estos años.
—Estuve bien, alteza. Entiendo que estés tan afectada, así que no te preocupes por mí ahora.
Con ello, dejó que Impa la arrullara y el sueño volvió a ella.

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