Capítulo 0 "El Primer Dia"

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─ ¿Y qué pasó después? ─preguntó volviendo a balancear su espada de madera, en un enérgico e infantil ataque a su padre─. ¿Lograste ganar?

Él bloqueó cada golpe, retrocediendo por entre los árboles, con tal de mantener la distancia necesaria para contraatacar.

─Odio admitirlo, Mihrra, pero perdí contra su líder... Y de una madera bastante humillante, he de decir.

Se aprovechó de la vacilación en los movimientos de su hija al asimilar aquella verdad.

Jugueteó con un travieso y más que exagerado floreo, junto a una fingida carcajada vil para distraer su mirada y poder permitirse conjurar, en el dorso de la mano que sostenía su arma, una diminuta y veloz serpiente de fuego, creada con la orden de reptar por los puntos ciegos de las espadas, hasta las manos de la niña para así forzarla a la suya.

─ ¡Se suponía que no ibas a crear bestias! ─exclamó dando manotazos a la pequeña serpiente que zigzagueaba prediciendo sus golpes, esquivándola y subiéndose en sus brazos─. Tramposo.

─Recuerdo solamente haber prometido que no iban a quemarte... ¡Atrapa! ─arrojó a la serpiente una pequeña llamarada que le permitió aumentar en tamaño.

La bestia reptó hasta la mano que Mihrra sostenía en alto, mientras que seis pares de alas se extendían, y al llegar a la punta de sus dedos aleteó, elevándose hasta alcanzar las copas de los árboles, donde se enrolló cómodamente en una rama para observarles.

─ ¡Tramposo! ─repitió ella.

─Cumplí mi palabra.

─Me mordió.

─ ¿Sientes ardor en tus dedos?

─Mmm No.

─ ¿Sangras?

─No.

─ ¡Entonces no te quejes! ─carcajeó burlándose.

Mihrra, tanto ofendida como divertida, volvió a tomar su arma para reanudar el combate.

─ ¿Era más grande que tú? ─preguntó, deteniéndose en breves lapsos para respirar con calma.

La mitad ogro en su padre le convertía en el semihumano más alto del pueblo. Al descender de tribus salvajes, combatientes y por sobre todo conflictivas, no había día en el que no entrenara o pusiera en práctica sus habilidades tanto físicas, mágicas o mentales, con el argumento constante de que nunca se debe bajar la guardia, cuando tu deber implica proteger a quienes te rodean e importan.

─Casi de la estatura de tu madre ─respondió.

Esa fue otra sorpresa para la niña, sin embargo, evitó volver a abajar la guardia.

Su madre, a pesar de tener una estatura alta promedio, era casi tres cabezas, más baja y delgada que él.

─ ¿Era más fuerte?

Cada habitante de su pueblo sabia del poder en las llamas de su padre, así como de la fuerza de sus criaturas; ya sea si ayudaban a la gente con diversas tareas o en luchas con quienes buscaban un reto como entrenamiento personal; había oído de sus amigos mayores, sobre como luchaban en las cacerías, rivalizando con las bestias que habitaban en las profundidades poco exploradas del bosque cercano, en el extremo oeste de la montaña; había incluso visto a escondidas, luego de escaparse de su madre, algunas de las peleas amistosas contra mercenarios o aventureros que se encontraban de paso por el pueblo, que al encontrarse motivados por la embriagues y en busca de barbáricas maneras para entretenerse, caminaban hasta las afueras de las zonas habitadas con intención de no molestar a nadie por el ruido de los puños o pies golpeando la carne y las risas de quienes disfrutaban del espectáculo.

La Espada IntangibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora