II
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ESCUCHA
La primera vez que recé fue cuando nos llamaron del hospital para informarnos que mi papá estaba apunto de entrar a una operación de la cual posiblemente no saldría vivo.Cuando vives la muerte de alguien, aveces una parte de ti también muere. Yo morí con el último aliento de mi papá.
Esa noche deseé tanto que Dios existiera. Pero no fue suficiente.
Sentí algo similar la vez que quedé atrapado en el laboratorio con el chico de detención.
Realmente me sentí creyente. La necesidad de tener un consuelo que es más grande y sobre todas las cosas ayuda a controlar el pánico.
Después de abandonar el salón de artes, nos dirigimos hacia el laboratorio que estaba a 10 pasos. El fuerte viento nos impedía caminar, nos arrastraba hacia atrás, juro que en algún momento aunque fuese muy corto, sentí como me elevaba en el aire. Fue difícil, pero una vez que llegamos, cerramos ambas puertas de acero que sellaban el laboratorio como una cápsula.
Ese salón en pleno verano es horrible.
Ambos recargamos la espalda sobre la puerta y nos dejamos caer. Soltamos un suspiro al mismo tiempo. Yo temblaba.
No me costó mucho tiempo darme cuenta que no era yo quien realmente temblaba, sino el suelo. El edificio se iba a derrumbar en cualquier momento.
Fue ahí cuando nos miramos por primera vez. Un extraño mirando a otro por primera y quizá última vez. El contacto visual fue largo, pero no fue incómodo. Estábamos solos en esto.
— ¿Crees que los demás estén a salvo? — en ese momento no reconocí lo que me enseñó de él, lo expuesta que estuvo su Alma.
— No lo sé. Espero que sí.
— Soy Blas. Cuarto semestre. Salón 403
— Me extendió su mano, noté un leve temblor en todo su cuerpo, y me imaginé que así debería verme yo. O peor.— Elios. Yo estoy en el 401.
— ¿Eres nuevo?
Era muy amable, pero en ese momento mi único pensamiento pesimista era: por qué me habla si ya nos vamos a morir.
— No.
— Yo sí. —Sonrió un poco nervioso
— Apenas llevo mes y medio aquí y casi muero — Supongo que notó que su comentario no me causó gracia, pues al instante se corrigió diciendo: — Dije casi. Estaremos bien.De nuevo un temblor en el edificio hizo que un par de matraces de un estante cayeran al suelo y se hicieran pedazos. Nos tambaleamos un poco.
Cerré los ojos. Y me aferre de lo que pude. Mi mano tomó la suya por un instante, y aunque el no la retiró yo lo hice al darme cuenta de lo aliviado que me sentía.
—Lo siento.
— Está bien. — Sacó el teléfono de su bolsillo. Me maldije internamente al recordar que dejé mi mochila en el salón de artes, y dentro de ella mi telefono. Seguramente mi mamá estaría hablandome —Ten — Me entregó un audífono blanco.
—¿Para qué?
—¿Escuchar música? — Dijo con obviedad, dejando una sonrisa en su cara.
Si soy realmente honesto. Su pasividad me molestaba demasiado.
Se sentía como si no le asustara morir. O peor aún, como si no le importara.— Escucha con atención. — Cerró los ojos. — ¿Puedes escuchar el bajo?
— ¿Qué? — Jamás había oído esa canción.
— Nota la diferencia de cada uno de los sonidos. Cierra los ojos y escucha con atención. Imagina que te multiplicas en varias partes y cada una manipula un instrumento. ¿Lo percibes?
¿Qué?
— ¿No? —Cerré los ojos.
— Intenta de nuevo.
¿Qué es lo que queria que viera? ¿O percibir?
No vi nada. Y me enojé porque no veía lo que él veía. Porque estoy seguro que veía algo, a pesar de tener los ojos cerrados.
Solo había oscuridad y un par de luces blancas que provoque por presionar tan fuerte los ojos.
Hasta que vi a mi papá.
Mi papá era el bajo. Era suave pero persistente. Realmente no pasaba desapercibido aunque pareciera que no está.
Y de otro lado había un ruido repetitivo, pegajoso pero ameno. Vi a mi mamá.
Y de último vi a Blas y a mi. Sentados uno alado de otro. Sonaba melancólico pero rápido. Como si nuestras emociones se hubieran fusionado, (miedo, enojo, tristeza, paz) para convertiste en una melodía.
—Si, lo escucho.
—¿Ves? Escuchar es muy fácil. Solo hay que aprender hacerlo.
Una parte de mi sintió que no solo se refería a la música o a ese momento en específico.
Cuando me enteré que el tornado había durado menos de 7 minutos, no podía creerlo. Pero mentiría si dijera que mi atención estaba puesta en esperar a que terminase el desastre. Estaba tan inmerso en la música que ni siquiera noté cuando dejó de haber ruido y vibraciones en el suelo.
— ¿Por qué estabas en detención? — preguntó después de un rato de ambos permanecer en silencio.
— Uh — Casi me quedo dormido después de cerrar los ojos e imaginar a cada uno de los instrumentos y sonidos que habían en las canciones. Juro que hasta escuche el sonido de una cuchara revolviendo agua dentro de un vaso en alguna de ellas. — Edgar me vio fumando.
— Oh ya, Edgar es experto para atraparte en cualquier acto. — suspiró con una sonrisa, parecía que hablaba por experiencia propia.
— ¿Que no eres nuevo? ¿Cómo es posible que solo lleves aquí mes y medio y ya hayas estado en detención más de una vez?
Su cuerpo se tensó.
— Supongo que me gusta meterme en problemas. ¿Tú? ¿Realmente te gusta fumar? No te ves como alguien que fuma. Sin ofender.
Pensé un poco lo que iba a decir.
— No me gusta.
— ¿Te relaja? — Su pregunta se sintió más empática de lo que pretendía.
Sonreí. No era la única razón. El olor me recordaba mucho a mi papá.
—¿A ti te relaja meterte en problemas?— Se quedó callado mirando hacia el fondo del laboratorio. Tarareó un poco una canción hasta quedarse mudo.
— Ayuda un poco.
Esa fue la última vez que hablé con Blas en el verano. Los bomberos no tardaron mucho en llegar para sacarnos a nosotros y a los profesores que quedaron atrapados en las oficinas obstruidas por escombros u objetos totalmente fuera de contexto.
Un baño público cerró la entrada de la dirección y un tanque de agua se encontraba en medio del pasillo como si lo hubieran acomodado a propósito para admirarlo. Recuerdo a Blas tomándole una foto a la escena.
Recuperé mi mochila, sin embargo mi teléfono no sobrevivió al violento choque de mesa bancos que el viento provocó. Aún así solo me importaba que una cosa se mantuviera intacta. El dibujo de mi papá.
Fue ahí cuando lloré desconsoladamente. Y me di cuenta de que aunque extrañara mucho a mi papá, aún no estaba listo para verlo de nuevo.
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Unas Cuantas Primeras Veces
Teen FictionSi el amor aveces es complicado. Amar a los 17 lo es aún más. Y para Elios, el amor y tener 17 se complica aún mucho más cuando descubre que está enamorado de dos personas.