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- Y pobre de ustedes si alguno vuelve a acercarse a Finney, porque me los voy a madrear de nuevo si es necesario. Escucharon, hijos de puta?
Los tres chicos asintieron, asustados. En efecto, Robin si les había dado su buena paliza. Ahora que su enojo estaba más calmado, ( pero sus nudillos hechos mierda ) podría ir con Finney.
Entró nuevamente a los pasillos de la escuela y todos lo observaron, ya que tener los nudillos llenos de sangre y la camisa con gotas de la misma era bastante...llamativo.
Cuando entró a los baños no vió a Finney, así que fue al último cubículo y allí estaba, con su rostro escondido entre sus rodillas, sollozando.
- Hey.
Finn alzó su cabeza y quedó frente a frente con Robin. Abrazó a su amigo nuevamente, pero esta vez con más fuerza. El pelinegro sonrió.
- Está bien, está todo bien...
Finney se sentía seguro y querido en los brazos de su amigo, sentía algo que jamás había sentido con una chica o con otra persona. Era algo distinto, había una chispa que se encendía en su estómago cada vez que Robin lo tocaba o se acercaba a él que lo hacía sentir tan, pero tan bien...
- No me digas que los golpeaste.
- Si, bueno... - Robin le mostró sus manos a Finney - Digamos que les dí unas palmaditas en la espalda a esos cabrones.
- Carajo! Robin, tus manos...espera, quédate aquí.
Finney fue a buscar papel y el pequeño botiquín de emergencias que estaba en el baño. De este sacó algodón, alcohol y una venda.
- Bien. Dame tu...tu...
Finn pudo terminar la oración por sus nervios, pero Robin sabía lo que quería. Extendió su mano para que Finney la tomara y eso hizo el rubio.
El toque entre ambas manos de los chicos los hizo sonrojar. Finney sentía que se moría de la vergüenza y Robin se sentía bien, aunque un poco nervioso.
El rubio tomó el papel que había humedecido con el agua y limpió la sangre alrededor de las heridas. Las quejas salían de la boca de Robin, aunque intentaba aguantarse. Cuando terminó de limpiar la sangre, tomó un algodón y le puso unas gotas de alcohol. Sostuvo con más fuerza la mano de su...amigo, y pasó con mucha delicadeza el algodón por sus heridas.
- Auch..!
- Espera, falta solo un poco más.
Con cada impacto que el alcohol generaba en sus heridas, el pelinegro sostenía más fuerte la mano de Finn. Cuando el rubio ya había terminado, puso la venda y sonrió.
- Listo! Creo que ya puedes, uhm, soltarme.
- Ay! Lo siento...gracias, Finn.
- No es nad-
- Te quiero.
El corazón de Finney dió un vuelco al escuchar esas palabras.
- Yo...yo también te quiero, Rob.
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