volare

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— —๑•̀ᴗ•̀) ̫ ─꒱ ❏ Fyozai ⸼۰ ۪۪۫ ❬“




















Las fuertes gotas que caía hasta hacer resonar el techo le ponía los pelos de puntas, al igual que los perros pequeños él se escondía de los relámpagos y truenos.

Era un pequeño roedor que iba hasta su amo asustado, su cuerpo no dejaba de temblar por el temor que le tenía a la naturaleza.

El de orbes amatistas sonrió agradecido por las acciones de su menor, tenía una gran fascinación por verlo tan indefenso y frágil como un infante que sigue en pañales. Acarició su cabeza en muestra de que todo iba a estar bien, en esta vaga muestra de cariño el de hebras castañas se derritió para dejarse caer en los brazos de su amado.

Aquellos estruendos seguían fuera del ático pero el joven ya estaba más que calmado, estaba bajo los mimos de la persona que apreciaba y necesitaba más en su vida para estar seguro aún estando a tantas capas bajo la realidad, no necesitaba salir de aquel lugar ya que su señor le contaba todas las cosas que ocurría haya arriba.

El estaba seguro del mundo que tanto lo aterraba, de tanto en un pasado quiso escapar hasta no volver a saber de el.

Solo era el volar de las horas que preciaba, doliendo su cabeza por el fuerte ruido que hacía el reloj que estaba en una de las cuatro paredes que consideraba hogar, un lugar donde no lo seguiría lastimando, una casa donde estaría protegido de la horrible realidad, un lugar donde el tiempo o si pensar no lo lastimarian   porque el estaría bajo la protección de su amado Fyodor.

El tiempo no existía en aquel lugar, sabía perfectamente que aquel reloj era irreal, no era de aquella realidad que había creado su Dios respetado.

No era necesario mucho para poder vivir ahí y estaba más agradecido con Dostoevsky por haberle entregado más de una comodidad ignorando lo mal que se había portado cuando recién había llegado, Fyodor era una entidad superior a el, algo que apenas podía tocar y besar, el hombre de cabellera azabache era un todo en aquel lugar donde los días no existían y el frío reinaba.

Tal vez el tiempo era algo que no se nombraba en aquella habitación, pero el clima tormentoso y helado daban la señal de estar en temporada de invierno, había cometido nuevamente uno de los primeros errores de aquellos días que era comentar en la estación en dónde creía dónde estaban pero para su suerte y sorpresa esta vez no recibió una patada si no un ramo de hermosas margaritas para hacerle saber que estaba equivocado.

Pero aún con eso la culpa lo consumía, creía que había hecho enojar a su amante ya que tenía tiempo sin cruzar la oscura puerta que llevaba a la salida a un mundo cruel dónde los hombres se devoran a su misma especie, un lugar donde la tristeza era más que dominante. Nuevamente había caído en uno de sus contínuos errores, pensar que había tiempo en aquel lugar, rezaba en sus adentros para que su amo no se diera cuenta de aquella gran equivocación pero la culpa era quien manejaba su pálido y casi esquelético cuerpo; cuando vió con pena al mayor lo confesó todo.

Este día no había recibido ningún castigo si no otro reloj con otro día con la ausencia del dueño de su alma, su cabeza no paraba de dar vueltas, no era consiente de lo que pensaba, no sabía descifrar lo que pasaba adentro de él o en su alrededor, lo único que sabía era que había hecho mal entonces merecía ser castigado sin importar que fuera por sus propias manos.

Dejaba sus pequeñas y delgadas huellas en una de las blancas y acolchadas paredes, sorpendiendose lo que había hecho con su boca y manos, a su ojos aquellas manchas de rojo escarlata eran más que una obra de arte dónde el centro de atención era el nombre de Fyodor.

El aire era pesado y su boca pedía a gritos algo que beber más que su propia sangre, ahora era conciente que había hecho más que una obra de arte, había manchado el claro piso que su amante pisaria en algún momento, no podía hacer más que limpiar con la camisa blanca con que siempre vestía, no le gustaba mancharla o simplemente ensuciarla con una diminuta borona de comida ya que con esa camisa era con la única que contaba.

Observaba el ya oscuro color con que se había manchado la prenda, estaba en aquel momento mucho más que molesto por su estupidez ¿Cómo se atrevía manchar algo que le había obsequiado Fyodor? Era un verdadero idiota desde los pies hasta la cabeza.

Ahora el molesto sonido de su sangre gotear lo llevaría a la locura total, ya no se podía perdonar, una de las reglas de aquel lugar es que no se podía dañar si su amado no se lo ordenaba, no sabía que decía su mente pero lo más seguro que eran cientos de regaños por romper tan seguido las reglas de su propio hogar, si no podía cumplir con aquellas simples normas nunca podría salir de ahí.

¿Por qué quería salir  del lugar donde tanto lo amaban? Esa era la única pregunta que ponía resonar en su cabeza, estaba más que confundido por todo lo que estaba pasando en cuestión de instantes.

Únicamente podía escuchar la pelea de varias voces en su cabeza dándole así de nuevo vago recuerdo de que era él antes de llegar a esa habitación, tenía tiempo sin recordar que era de su pasado aunque creía que este recuerdo era más que modificado, el no era nada antes de encontrarse con su amo, era una simple cucaracha dañada por la humanidad pero fue salvado por un Dios bondadoso y misericordioso, era una miserable alimaña que fue llevada al camino de la santidad.

Aquella discusión había aumentado, eran muchos más gritos de la misma voz diciéndole todo lo que había hecho mal en aquel momento, pero no tenía más voluntad para frenar aquella pelea ahora de golpes que le hacían doler los lados de su cabeza, pero un sonido le hizo despertar de aquel trance en el cual se había hundido, era una nueva persona que no dejaba de decir si nombre ¿De verdad Dazai era como se llamaba o era un engañó de aquel inmundo que había entrado a su hogar?

No tenía las fuerzas suficientes para poderse proteger, así se dejó caer ante aquel desconocido, dejándose inyectar algo que hacía sus venas brotar.

Sus ojos no dejaban de brotar lágrimas, nuevamente lo habían sacado de su paraíso el cual era más que "feliz", no podía hacer nada más llorar mientras que volvía a rezar para que lo volvieran a llevar, ya que no aceptaba que estaba mal, y se negaba a creer que su amado lo había dejado.

Ya fuera del cristal estaba un apagado doctor que tachaba algo en una hoja, lo más probable que unas de las pruebas de drogas fallidas, apartó su mirar voioláceos y se dedicó a caminar hasta la salida de aquel hospital psiquiátrico. 

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Wiii escrito en una crisis por no dormir

Volare ;›Fyozai Donde viven las historias. Descúbrelo ahora