Capitulo 5 Llantos de sangre

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Fue despedida hacia atrás, pero no con tanta fuerza como para que se produzca el trágico momento que estaban por sufrir.

Apoyó la punta del pie derecho y luego su talón para evitar caer al piso. Luego, necesitó apoyar el otro, pero éste no llegó al piso. Su pie se torció de repente al pisar una superficie redonda, parecido a un balón. Su tobillo se rompió con un crujido.

El cuerpo de la pobre mujer cayó duro y congelado como un ángulo de noventa grados volviéndose llano. Su cabeza se golpeó con el borde de la cómoda donde guardaba la ropa y un tajo sangriento se dibujó en su sien. Cayó sin vida y a sus pies, estaba inanimado el objeto que había pisado, no era un balón, sino una cabeza: la cabeza de la niña de plástico.

Las orbitas oculares de aquel hombre nunca habían sido tan grandes. No podía creer que un simple empujón hubiese podido desencadenar tal tragedia. Sus manos estaban embarradas de un acto homicida.

- No... ¿qué acabo de hacer? –Dijo tomándose con fuerza y locura los cabellos de su cabeza.

Una vena nerviosa saltó perpendicular a su frente y se levantó sobre su piel traspirada y brillante.

- Andrea... -espetó sollozando un llanto de vidrio - No, no, no, no... -agregó en un desespero agitado- Yo no lo hice... yo no la maté, ella se tropezó... Sí... se tropezó con el muñeco y se golpeó la cabeza.

Lo que decía era cierto, pero ninguna clase de autoridad se lo creería. Hacía poco más de una semana había sido marcado de por vida en su rostro por un cuchillo que Andrea había manipulado y no presentó cargos. "¿Por qué no lo hizo?..." pensaría la policía "... ¿será que quería hacer justicia con sus propias manos?".

Se veía sin salida, incapaz de poder actuar o moverse. Quedó mirando espantado el cuerpo muerto de su mujer a los pies de la cómoda, con su cabeza ensangrentada emanando como una cascada grotesca cada vez más y más sangre. Sus ojos, aunque ya no veían nada, estaban completamente abiertos, casi como los de él, mirando fúnebremente lo trágico del destino y lo oscuro de la muerte.

De pronto, algo lo sacó de aquella nube maligna de la que había sido metido sin querer y lo introdujo otra vez en la nerviosa desesperación.

- ¡Caroline! –gritó Noemi desde afuera ingresando a su casa.

La entrada principal quedaba a solo cuatro metros y una puerta de la escena del crimen. Carlos no sabía qué hacer.

- Caroline, ¿Dónde estás? –preguntó entrando

Caroline... otra vez se nombraba a la maldita muñeca que había sido testigo del crimen. Carlos no la había visto detrás de su esposa hasta después de fallecer. "Si tan sólo fuese alguien con vida, la enviaría a la cárcel, porque ambos sabemos que yo no he sido el asesino.", se dijo en su interior considerando que estaba al borde de la locura.

La vena que había crecido en su frente le deformaba la cara casi tanto como su cicatriz, dentro de ella, corría su sangre homicida furiosa y vertiente como la de la cabeza de Andrea. Se dio la vuelta y cerró la puerta de un golpe, ni siquiera se dio cuenta que estaba actuando, hasta parecía verse afuera de él mismo, desconociéndose como persona.

Tomó con fuerza el cuerpo de Andrea y lo metió bajo la cama. Gotas de su helado sudor cayeron por su frente.

El puño de su hija golpeó la puerta.

- Mamá, ¿Caroline está allí contigo? –Preguntó desconociendo lo que ocurría detrás de la puerta.

El atlético estado de Carlos lo había beneficiado en aquél momento, sólo tardó unos segundos en esconder el cuerpo de su mujer. Luego, movió la cómoda hacia delante para que ésta quede encima del charco de sangre.

CarolineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora