El chico se lanzó de espaldas por el borde de la Torre, desapareciendo. Mikasa se levantó veloz, impresionada por lo ocurrido y cuando estaba por llegar al borde para mirar, los guardias aparecieron y ella retrocedió volviendo a su compostura habitual.
— Señorita Mikasa ¿Se encuentra bien?
Parecían agitados, habían subido las escaleras lo más rápido que pudieron por ella.
— Si claro que sí — Ondeó su cabello y se sobresaltó — Cierto, perdí mi zapato, ha caído al mar.
Los guardias miraron por el borde y titubearon un poco, pero no les correspondía preguntar sobre las circunstancias de lo ocurrido.
— ¡Lo recuperaremos! — Se limitaron a gritar y de la misma enérgica manera que subieron, bajaron despavoridos por un zapato perdido.
Mikasa se apresuró y se apoyó en el borde de la torre pero no estaba él, no estaba su cuerpo, no había nada. Aquél joven de faroles esmeralda, se había desvanecido ante sus ojos sin dejar rastro tan rápido como apareció.
La pelinegra bajó la torre y caminó cojeando hasta el salón de baile con la cabeza gacha, buscó con la mirada encontró en un rincón a Historia y Jean conversando.
Historia siempre tuvo esa virtud, entretener y conversar con cualquier persona, incluso si no existía ningún interés en común, ella podía indagar en todo y moverse de grupo social con la misma facilidad y rapidez que bebía una taza de té.
Se acercó a ellos, ambos se percataron antes que llegara y Historia se puso las manos en la cintura, dando entender que estaba furiosa.
— Lamento lo de su zapato señorita Mikasa — Dijo Jean primero.
— Sí, se me resbaló en un descuido. Pero es sólo un zapato, están actuando como si hubiese muerto alguien.
— ¡Mikasa! — La regañó Historia abiertamente, se aireó un poco y volteó a Jean con premura — Discúlpeme señor, debo ir al tocador con mi hermana.
Jean asintió con la cabeza y Historia se colgó del brazo de la pelinegra para guiarla a través de la multitud hasta el tocador. Una vez allí, la soltó y volvió a su posición de enojo con las manos en la cintura, con las mejillas sonrojadas y los ojos aguados.
— ¡¿Crees que me trago el cuento de que la zapatilla resbaló sola?!
— No se a que te refieres — Respondió escuetamente la pelinegra volviéndose al espejo.
— ¡Claro que lo sabes! Mikasa, es obvio que intentaste algo estúpido ¿Tanto quieres escapar de este matrimonio?
— Si, así es. Intente algo estúpido. Si, quiero escapar. Pero es imposible. Por alguna razón papá me quiere lejos de esta isla cuanto antes. Me enviara a Inglaterra y no hay nada que pueda hacer yo para impedirlo, porque sólo soy una mujer.
— Mikasa, el señor Kirstein es un hombre maravilloso. Estoy segura que podrás congeniar con él y que él haría todo lo que esté a su alcance para hacerte feliz.
— ¿Y el amor donde quedó?
El silencio respondió. Historia sabía que ninguno de los dos se amaban y también, estaba segura de que ella le sobraría amor, no había nadie quien no la amase, pero ella jamás lo amaría a él por muy bueno que fuera. Escucharon un par de gritos que pusieron en alerta a Mikasa.
— Salgamos de acá, deben estar preguntando por nosotras — La pelinegra se dirigió a la puerta y al abrirla, se topó con un gran alboroto y guardias corriendo por todos lados.
— Señorita Mikasa — Jean llegó corriendo a su lado y le ordenó — Debe irse, ahora.
— ¿Qué pasa señor Kirstein? — Preguntó Historia asomándose por el costado de la pelinegra.
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Capitán Jaeger
FanfictionEn las islas inglesas, solían venir piratas de altamar a saquear cada cierto tiempo. Todo era natural y parte de la vida en aquellos lugares donde los más valientes habían ido a hacer patria, pero había un barco en especial, que pasaba a ser una ley...