I. Como un perro y una falda le trajeron la mejor de las suertes a Aidan

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Al sur de Dublín, en la hermosa y colorida capital de Irlanda, vivía una jovencita llamada Adara junto con su madre, su padre y su hermano Aidan. Recuerden por favor, el nombre de Aidan durante el resto de la historia ya que, este simpático y divertido chico nos hará reír en más de una ocasión. Adara, tenía veinticinco años y se iba a casar con un apuesto periodista italiano llamado Marco, el cual había conocido en un concierto hace dos años. Adara y Marco estaban muy enamorados y no quisieron perder más tiempo: unirían el resto de sus vidas por el lazo eterno de amor que simboliza el matrimonio; Eran los primeros días del mes de junio y toda la familia estaba convulsionada preparando la boda de la tierna pareja.

- ¡Adara! - exclamó Aidan cuando se estaba probando su traje para la boda- este Kilt me queda ajustado, me veré como un payaso.

Adara, reía. Simpática y hermosa contemplaba los ojos azules de su hermano, mientras le explicaba pacientemente que todos los hombres asistentes a la boda vestirían con el tradicional Kilt, que no era más que la falda por excelencia usada como traje típico en las bodas de Escocia e Irlanda, su país de origen.

-Te ves muy guapo, hermanito- decía esta, mientras apretaba las mejillas de su hermano con sus suaves manos- deja de quejarte tanto y acompáñame a la capilla, tengo que finiquitar algunos detalles con el sacerdote y Marco no puede ir conmigo.

Aidan suspiro y con un movimiento de cabeza obedeció. Él amaba a su hermana y la quería ver siempre feliz. Aidan, que tenía veintisiete años, le agradaba también la idea de poder casarse con una chica linda, que lo quisiera y aceptara tal cual es (pese a todas sus locuras y extravagancias). Él solía aparentar ser un chico rudo y molesto, pero la verdad era que tenía un corazón sensible y muy bueno, siendo un joven apuesto, sincero y muy chistoso. A veces, sólo a veces, se sentía triste porque todos sus amigos se habían casado o encontrado a su media naranja y el aún seguía solo con la esperanza de encontrarse en el camino con la chica morena de sonrisa brillante con la que había soñado meses atrás. No había dejado de pensar en ella desde entonces.

Aidan acompañó a Adara a la capilla, donde los recibió el sacerdote con una enorme sonrisa y un apretón de manos, preguntándole al travieso de Aidan si finalmente había conseguido novia, a lo que este respondió:

-No, padrecito- sonrió- aún la estoy esperando.

El padre soltó una pequeña risa mientras se dirigía a Adara, quien le platicaba animadamente sobre la hora de la boda y la decoración de la capilla, que sería de acuerdo a los tonos azulados de su vestido de novia según las tradiciones irlandesas.

Finalmente, el día quince de junio, se celebraba la gran boda. La dulce Adara estaba muy nerviosa, quería que todo se diera de acuerdo a sus planes y que absolutamente cada detalle saliera perfecto y como no, ¡era su boda! Ella lucía preciosa con su vestido azul que dejaba ver un delicado escote a la altura de sus hombros adornado con flores hermosas en su ramo y su cabello, que estaba trenzado con una preciosa cascada que evidenciaba sus mechitas naranjas.

-Estoy muy nerviosa- le decía a Aidan, que ya vestido y perfumado tomaba de la correa a Scott, su perro setter irlandés.

Adara sonrió mientras sus ojos empezaban a iluminarse y a llenarse de finas lágrimas. Su hermano la tomó en brazos y la tranquilizó, mientras Scott (que era un miembro importante de la familia) lamia sus pies.

-Todo saldrá bien hermanita, no llores- le susurraba Aidan.

Al momento de ir al altar, Adara se sostenía fuerte del brazo de su padre mientras observaba a su prometido. Si bien, este se mostraba feliz y un poco nervioso, su camiseta blanca y su falda escocesa de cuadros azules y negros le daban un aire juguetón a ese hombre de casi un metro noventa de estatura que se le iluminaban los ojos a al ver al amor de su vida. Cuando ella llegó hasta él, tomo sus manos y desde entonces, prometió no soltarlas nunca más.

A mitad de la ceremonia, la joven pareja decidió continuar con las tradiciones familiares y ataron un nudo con un fino hilo rojo alrededor de sus muñecas simbolizando así, la eternidad. A esta práctica se le conocía como "Tying the Knot" y era común practicarla hasta nuestros días.

Al término de la ceremonia, la familia aplaudió y vitoreo felicitaciones a los dos enamorados que salían tomados de la mano evidentemente felices. Aidan observaba en el ramo de flores de Adara, la pequeña herradura de porcelana que le regaló, acto que se consideraba atraería la buena suerte y la bonanza. Después de la boda, la familia y amigos de los novios, pasaron al salón donde se llevaría a cabo la fiesta. Un total de 200 invitados estaban reunidos esa noche y Aidan, estaba algo agotado y apenado de tener que usar la falda tradicional durante lo que restaba de día.

-Scott, tenemos que hacer algo- le susurraba al perro- con esta falda dudo que una chica me tome en serio.

Scott solo ladró y la madre de Aidan se acercó a él, ella había escuchado sus palabras.

- ¡Aidan, no seas absurdo!- exclamó indignada- tu vestimenta es parte de la tradición familiar y te ves guapísimo. Anda a bailar una pieza de gaita con tu hermana.

Aidan con el semblante fruncido, tomó a su hermana de la mano y esta lo miraba risueña. Bailaron hasta cansarse y luego Aidan se sentó en su mesa, mientras comía un poco del sabroso estofado irlandés que se sirvió en la boda.

A casi el término de la celebración, cuando ya estaba bien entrada la madrugada, Scott estaba dando vueltas por todo el salón mientras un Aidan muy apenado lo sostenía con la correa, el pobre estaba rojo de vergüenza mientras Scott no hacía más que correr. "Pésima idea traer al perro a la boda", se decía para sus adentros, pero Adara insistió ya que lo consideraba su hijo perruno. Aidan, agotado, decidió soltar al perro, mientras este corrió al centro de la pista cual si fuera un caballo.

De pronto, Aidan notó que el perro se dirigía a la mesa donde estaba el enorme pastel de bodas. Él corrió para atraparlo, pero ya era demasiado tarde: Scott había movido bruscamente la mesa y el pastel estaba a punto de caerle encima a una señorita que estaba de espaldas a la escena con la esperanza de tomar el ramo de novia que Adara estaba a punto de lanzar.

Y lo tomo, sí. Pero cubierta de pastel de pies a cabeza.

El salón se quedó en silencio mientras todos voltearon a ver a Scott y a Aidan, que no sabía dónde esconderse. La molestia se notaba en el rostro de Adara y quería estrangular a su hermano por dejar que Scott hiciera semejante desastre. Pero, todo cambio cuando la señorita que estaba cubierta de pastel volteó y miró a Aidan, muerta de risa y con una expresión en el rostro bastante peculiar. El salón entero empezó a reír incluyendo a Adara y la risa contagiosa de la joven se encargó de cautivar a Aidan, que para su suerte había encontrado al amor de su vida en ese instante mágico. La hermosa morena de sus sueños ahora estaba frente a él, llena de betún, fondant y crema batida.

-la próxima vez, solo ten más cuidado- reía ella- y, además, me gusta mucho el color de tu falda.

El sonrió triunfante, mientras su cara se enrojecía aún más y le agradecía secretamente a Scott haber hecho semejante desastre. Se había enamorado a primera vista...

Tres años después, ahora era Aidan quien se casaba con Ciara, la bella muchacha que conoció en la boda de su hermana a quien Scott llenó de pastel y a quien le gusto inesperadamente el color de su falda.

Fin.

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