V. ✨Luz escondida✨

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<<Por tus ojos verdes yo me perdería,
por tus ojos verdes en lo que, fugaz,
brillar suele, a veces, la melancolía,
por tus ojos verdes tan llenos de paz,
misteriosos como la esperanza mía,
por tus ojos verdes, conjuro eficaz,
yo me salvaría.>>

Amado Nervo

Catania descansaba a los pies del volcán Etna y Francisco dormía junto a ella, pero no fue por demasiado tiempo: los ruidos molestos que hacía el fantasma de su abuelo lo despertaron como cada noche desde hace dos años. Se levantó furioso, colocando una almohada alrededor de sus orejas.

-Solo estoy esperando el día en que dejes de perseguirme. ¡No he podido dormir ni una sola noche desde que estás muerto!

El fantasma del viejo Fabricio se echó a reír mientras señalaba a su nieto con auténtica diversión.

-Oye niño, no seas grosero- comentaba con sorna-La promesa que me concedió la vida fue la de cuidarte hasta que ella llegue a ti y créeme... el momento está cada vez más cerca.

Francisco no entendía lo que su abuelo intentaba decirle, ya que cuando estaba vivo el viejo era muy misterioso y místico y aún en la muerte, lo seguía siendo. El joven guarda recuerdos curiosos de su abuelo que constantemente hablaba solo; tal vez con el cielo, una planta o un animal, pero muy pocas veces con él y cuando lo hacía era para contarle lo que veía en el futuro de todas las personas a las que conocía. Vaya Don.

Francisco no tenía a nadie más en el mundo. No tenía papá, ni mamá, ni hermanos, solo tenía a Fabricio que cuidó de él desde que nació a pesar de que perdió sus piernas , y eso le impidió volver a caminar durante el resto de  su vida.

-¿Por qué estás aquí­­­?

La pregunta salió de los labios de Francisco mientras se vestía para ir a su trabajo.

-Te lo he dicho cientos de veces y no logras entenderme. Mi alma se quedó atrapada en este plano por una promesa que le hice a la vida, mejor dicho, un último favor que le pedí. Antes de irme ví en tu futuro que ibas a morir, no sé de qué manera, pero ocurriría. Yo no podía permitir eso, porque hijo, eres tan joven. Así que le pedí que te diera una vida larga y la única manera de que ello sucediera es que me quedara hasta que encuentres a esa mujer.

Pero como cada favor concedido se paga, la condición que Fabricio obtuvo para quedarse era el dolor y la intranquilidad. El dolor para él, la intranquilidad para su nieto. Fabricio sentía dolor, como si aún fuese una persona de carne y hueso, le dolía el espacio vacío donde deberían estar sus piernas, le dolía a diario. Por su parte, Francisco no podía vivir en paz.

Y la única forma de que todo acabara, era cumpliendo aquella petición.

-Y...se supone que esa extraña va a salvarme-rodó los ojos- abuelo, déjate de tonterías y solo déjame vivir en paz. No quiero conocer a nadie, no quiero estar con nadie y no voy a morir, ¡Por Dios! Ya no tengo más dinero para pagar consultas psiquiátricas.

El fantasma de Fabricio se quedó callado, pensando en la incredulidad de su nieto. Él no le creía, pero esa era su realidad y estaba tan cerca que él lo podía palpar, por eso no se iba, por eso seguía a su nieto a todos lados, manejando su silla de ruedas como lo hacía en vida y llenando el espacio de su presencia fantasmagórica, siendo Francisco el único que lo podía ver y escuchar. No sabía cuándo, pero la vida de él corría peligro y dependía de una mujer hermosa, joven y de tez morena, tal vez extranjera y con una bondad en el corazón que regresaría al descanso a Fabricio y le traería luz a Francisco.

La luz escondida, la llamaba él.

Francisco caminó hasta su auto, se miró en el pequeño espejo y notó la diferencia en sus pupilas y el tono cambiante de sus ojos verdes. Fabricio se sentó a su lado y él trataba de ignorarlo, pero no podía, aunque ya no sentía temor y eso era una buena señal.

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⏰ Última actualización: Oct 23, 2022 ⏰

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