2. Breve análisis de mis malas decisiones

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LIAM

Levanto la vista del expediente que tengo delante. Mierda, ¿Qué hora es? Toda la oficina está a oscuras a excepción del escritorio iluminado por la pequeña lámpara, si sigo así voy a perder la vista. Me paso una mano por la cabeza y escucho que vibra el celular a un costado.

Son las ocho de la noche, la pantalla está llena de notificaciones, cinco llamadas perdidas de mis padres y dos mensajes de mi hermana recordándome que hoy es la cena familiar. 

La luz se prende de repente y cierro los ojos, todo se vuelve tan brillante que me cuesta soportarlo. Protesto con algo parecido a un gruñido mientras me froto los ojos, cuando logro enfocar, veo a Candela que me mira con una sonrisa.

—Tu aspecto es horrible.

—Siempre es lindo verte —respondo con una sonrisa forzada, no me gustan las sorpresas.

Candela Valls, la hija de uno de los socios de mi padre y su secretaria, luce el cabello largo rubio suelto hasta la cintura y un vestido que podría provocar infartos, eso es señal de que esta noche planea salir con sus amigas. Corro la vista para dejar de analizar las curvas que tan bien conozco, tenemos un trato de no hacer nada en el lugar de trabajo.

—¿A qué debo el placer de tu visita? —pregunto mientras apago la computadora, ya doy por finalizado el trabajo por hoy.

—¿No puedo venir a saludar a mi amigo antes de irme?  —dijo con tono divertido al pronunciar la palabra ''amigo''-

—Ambos sabemos que venís a mi oficina solo para pedirme algo.

—No seas así conmigo —protesta con un falso puchero, se acerca al escritorio y apoya las manos sobre éste dejándome entrever sus pechos casi cubiertos por la tela del vestido.

—Sabes que a Valls no le va a gustar si te cruza vestida así por la oficina. —Evito mirarla, estoy demasiado cansado para sus juegos, normalmente los sigo, pero hoy no estoy de humor.

—¿Cuándo te convertiste en aguafiestas? —Rodea el mueble para acercarse a mí y me roza el cuello de la camisa con un dedo que termina rozando el costado de mi mejilla —. Hoy no te afeitaste, sabes que me gusta sentir tu barba un poco crecida.

—Cande... —Carraspeo intentando que mi voz suene a advertencia, la tomo de la muñeca suavemente y me levanto de la silla apartándome de ella — ¿Vas a decime para qué viniste? 

—Me enteré de tu plan para este fin de semana, quiero ir. A  cambio tendrás mi hermosa presencia —expresa con una amplia sonrisa y me hace ojitos.

—Tu cara de perro mojado no funciona conmigo.

—Tenía que intentarlo... Hoy estás más gruñón de lo normal. ¿Necesitas que te ayude a relajarte?

Agarro la chaqueta, el celular y las llaves. Hago un ademán hacia la puerta para que Candela comprenda que tenemos que irnos. 

—No pienso moverme hasta que me digas que puedo ir —dice y se cruza de brazos. 

—Una fiesta no sería lo mismo sin vos —respondo con una sonrisa, el celular comienza a vibrar en mi mano, es mi madre, cuelgo rápidamente—. Ahora, si me disculpas, llego tarde.

—¿La cena de los jueves? —pregunta en tono burlón y asiento, encamina hacia la puerta, se pone de puntillas y me da un beso en la mejilla —. Espero tu mensaje.

Miro cómo se aleja por el pasillo, cierro la puerta de mi oficina con un suspiro y cómo un condenado me voy a la casa de mis padres.


El Último KilómetroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora