Prólogo.

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—Tengo el informe, jefe. Ha llegado ésta mañana, los detectives han logrado encontrar algo que de seguro le interesará. —Habló el subinspector James. Dejo aquella carpeta sobre la mesa y miró a su jefe con una expresión bastante curiosa y tranquila, sonriente.—

—Es sobre él, ¿Verdad?

Fueron las únicas palabras que el inspector Lenny había necesitado para que su compañero de servicio le asintiera. Lenny dejó tiró lo que tenía en sus manos, sobre la mesa y cogió con delicadeza aquel sobre. Como si tuviese miedo de romperlo. Y la verdad, sí tenía miedo. Un miedo que no había experimentado en su vida, en sus cuarenta años de servicio.

Y la verdad, era que era entendible. Tenía en sus manos uno de los mayores casos de toda la historia de Estados Unidos. Un caso que nadie quiso, nadie aceptó. Pero a él no le importó lo que la prensa decía, lo que sus compañeros estaban susurrando por los pasillos sobre aquella persona que él estaba investigando. Sabía en lo que se había metido hace dos años cuando había aceptado el caso.

Y sabía que no había más vuelta atrás desde ese día, incluso teniendo que mudar a su mujer y sus hijos muy lejos del pueblo en el que había pasado su infancia. Aunque sabía que igualmente estaban en peligro. Un desliz, y esa persona sabría donde encontrar a toda su familia, incluso si estuvieran en la otra maldita punta del mundo.

Abrió el sobre y sacó los papeles con cuidado. Sus manos temblaban, su frente sudaba, y el cigarro que tenía entre los labios estaba a punto de terminarse. La presencia de la luna era la única luz que estaba presente en esa oficina a las 04:37 de la madrugada.

Dos papeles. Dos hojas que podrían tener dos destinos para el inspector; Estar por primera vez en dos años un paso más adelante, o ser humillado por milésima vez. Y mientras sus ojos marrones se movían rápidamente de izquierda a derecha, la comisura de sus labios estaba mostrando una leve sonrisa mientras más tiempo pasaba leyendo.

—Joder... Lo sabía. Puto psicópata. —Soltó, con la voz temblorosa y los papeles cayendo sobre la mesa, dándose la vuelta y terminar aquel pequeño cigarro, tirándolo al suelo. Llevó sus manos a su cabello rubio y comenzó a reírse. Una risa victoriosa, cansada y finalmente tranquila.—

—Dígame que son buenas noticias, inspector.

—Baja inhibición latente. El hijo de puta tiene una enfermedad que le permite a su cerebro ser explotado por miles de cosas. —Confirmó, dándose la vuelta y mirando al subinspector y acercándose a él. —Ruido, imágenes, sonido, aromas, sensaciones... Nosotros experimentamos esas cosas, ¿No? Pues él las experimenta el triple que nosotros. No está confirmado que eso le permita ser un maldito genio en sí, pero lo que si es posible, es que su cerebro trabaje y funcione diez veces más que el nuestro.

El subinspector se quedó paralizado, intentando entender todas aquellas palabras, hasta que miró nuevamente a su jefe a los ojos y negó levemente con la cabeza.

—Y eso es malo, ¿No, inspector? —Lenny hizo una mueca, acompañada de un gruñido y un asentimiento lento de cabeza mientras se daba la vuelta y miraba aquel gran ventanal que daba a toda la ciudad. —

—Es algo... Inexplicable. Pero sí, James. Es horrible para nosotros. Pero para él... —Soltó una pequeña risa y bajo la cabeza, cerrando sus ojos y apretando sus puños. —Tiene la facilidad de matar a una familia entera, hacerla desaparecer en un pueblo de menos de dos mil habitantes, y limpiar cualquier maldito rastro de su asesinatos.

El subinspector suspiró, sentándose en la silla. El único sonido de aquella oficina en esos momentos, era de las gotas de la lluvia chocando contra el ventanal. Lenny ocultó su rostro en sus manos y soltó un pequeño grito ahogado. Pero el sonido de la interferencia de una radio le hizo levantar la mirada y alarmarse.

—Inspector, lo han visto. Hemos recibido una llamada hace veinte segundos de una familia en Davidson. —Soltó una voz detrás de aquel aparato, el cual fue agarrado con fuerza y rapidez por Lenny. Éste comenzó a respirar con dificultad, encontrando sus palabras. —

—¿Estás seguro de qué era él? —Tras la afirmación del oficial, Lenny y James salieron corriendo de la oficina hacia el ascensor. Tras eso, la radio hizo un sonido como si hubiese cambiado de canal y el rubio la acercó a sus labios. —¡Quiero a toda la maldita policía, detectives, fuerzas especiales con helicópteros peinando el cielo, furgones vigilando las carreteras en la calle Davidson y cerrando todo el puto pueblo! ¡YA!

En cuestión de veinte segundos, el inspector Lenny había hecho un caos en todo el pueblo. Coches de policía, furgones con fuerzas especiales por todas las carreteras de Stowe, provenientes de las ciudades más cercanas, así también como helicópteros por todo el cielo, habrían llegado en menos de cinco minutos antes su llamado por toda la radio, en donde sus palabras llegaron desde Stowe, hasta todo el país. Unidos para atrapar a un solo hombre.

Diez minutos había necesitado Lenny para llegar a la calle Davidson. Estaba repleta de policías, familias saliendo de sus casas. Pero el inspector se estaba dirigiendo en una casa en concreto de aquel barrio. Con su rostro lleno de sudor, su respiración entrecortada, ahora se agachaba ante un niño, el cual estaba rodeado de policías, en los brazos de su madre, la cual estaba llorando a mares.

—Señora, soy el inspector Lenny. El que está a cargo del caso de quién usted sabe. ¿Ha visto la cara del sujeto, la ropa que llevaba, algo que nos ayude a encontrarlo? —Pero la mujer había negado. El rubio agachó la cabeza cerrando sus ojos, sintiéndose nuevamente vencido, dispuesto a jubilarse lo más rápido posible.

—Ha dicho que su familia puede estar tranquila.

Levantó la cabeza rápidamente ante la voz infantil que había hablado. Ahora tenía sus ojos puestos en aquel niño, el cual supuestamente estuvo cara a cara con ese asesino. Pero lo que a Lenny le sorprendió, era que aquél niño no estaba asustado, si no realmente tranquilo. No lloraba, no temblaba, nada.

—¿Cómo has dicho, pequeño?

—Ha dicho que usted y su familia pueden quedarse tranquilos. Que ha desaparecido y no volverá nunca.

El hombre se levantó, tapando su boca con su mano derecha, y apartándose de aquellas personas, caminando por el jardín de esa casa y sonreír. No habría descubierto ni arrestado al mayor asesino de las últimas décadas, pero sí había logrado proteger a su familia, y ahora librarla de Muerte Desconocida. El psicópata asesino que fue considerado un genio.

𝗖𝘂𝗹𝗽@𝗯𝗹𝗲𝘀.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora