Harriet Potter se ha quedado huérfana y vive en casa de su abominable tía, y su agradable tío y de la insoportable prima Denise. Harriet se siente muy triste y sola, hasta que un buen día recibe una carta que cambiará su vida para siempre. En ella l...
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El señor y la señora Dursley, que vivían en el número 4 de Privet Drive, estaban orgullosos de decir que eran muy normales, afortunadamente. Eran las últimas personas que se esperaría encontrar relacionadas con algo extraño o misterioso, porque no estaban para tales tonterías, en palabras de la señora Dursley. La señora Dursley era la directora de una empresa llamada Grunnings, que fabricaba taladros, y había forzado a su marido a dejar de trabajar. Era una mujer corpulenta y rolliza, casi sin cuello, y un pequeño bozo, aunque más parecido a un bigote. El señor Dursley, que había tomado el apellido de su esposa, era un hombre delgado, rubio y tenía un cuello casi el doble de lo habitual, lo que le resultaba muy útil para saber si sucedía algo en el vecindario, y contrario a lo común para la época, era el que se ocupaba del hogar. Los Dursley tenían una hija pequeña llamada Denise, y para ellos no había otra niña mejor que ella.
Los Dursley tenían todo lo que querían, pero también tenían un secreto, y su mayor temor era que lo descubrieran: no habrían soportado que se supiera lo de los Potter. El señor Potter era el hermano del señor Dursley, y también tomó el apellido de su esposa, pero no se veían desde hacía años; tanto así que el señor Dursley fingía que no tenía ningún hermano y su esposa, una completa inútil, según la señora Dursley, los Potter eran lo más opuesto a los Dursley que se pudiera imaginar. La señora Dursley se estremecía al pensar que dirían los vecinos si los Potter aparecieran por la acera. Sabían que los Potter también tenían una hija pequeña, pero nunca la habían visto. La niña era otra buena razón para mantener alejados a los Potter, o al menos lo era para la señora Dursley: no quería que Denise se juntara con una niña como aquélla.
Nuestra historia comienza cuando el señor y la señora Dursley se despertaron un martes, con un cielo cubierto de nubes grises que amenazaban tormenta. Pero nada había en aquel nublado cielo que sugiriera los acontecimientos extraños y misteriosos que poco después tendrían lugar en toda la región. La señora Dursley canturreaba mientras se ponía su blusa más sosa para ir al trabajo, y el señor Dursley parloteaba alegremente mientras instalaba a la ruidosa Denise en la silla alta. Ninguno vio la gran lechuza parda que pasaba volando por la ventana.A las ocho y media, la señora Dursley cogió su maletín, beso al señor Dursley en la mejilla, y trató de despedirse de Denise con un beso, aunque no pudo, ya que la niña tenía un berrinche y estaba arrojando los cereales contra las paredes. «Tunante», dijo entre dientes la señora Dursley mientras salía de la casa. Se metió en su coche y se alejó del número 4. Al llegar a la esquina percibió el primer indicio de que sucedía algo raro: un gato estaba mirando un plano de la ciudad. Durante un segundo, la señora Dursley no se dio cuenta de lo que había visto, pero luego volvió la cabeza para mirar otra vez. Sí había un gato atigrado en la esquina de Privet Drive, pero no vio ningún plano. ¿En qué había estado pensando? Debía de haber sido una ilusión óptica. La señora Dursley parpadeó y contempló al gato. Éste le devolvió la mirada. Mientras la señora Dursley, daba la vuelta a la esquina y subía por la calle, observó al gato por el espejo retrovisor: en aquel momento el felino estaba leyendo el rótulo que decía «Privet Drive» (no podía ser, los gatos no saben leer los rótulos ni los planos). La señora Dursley meneó la cabeza y alejó al gato de sus pensamientos. Mientras iba a la ciudad en coche no pensó más que en los pedidos de taladros que esperaba conseguir aquel día. Pero en las afueras ocurrió algo que apartó los taladros de su mente.