CAPITULO 8

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La paraíso terrenal; el mar se extendía hasta perderse en el horizonte y se encontraba con el cielo. Las olas chocaban en un pequeño rompeolas que separaba el mar del nivel más bajo del lodge; el suave sonido era sublime. Desde ahí, donde se hallaba la periodista y con la mediación de la noche, las luces artificiales titilaban como estrellas alrededor de todo el lugar y las pequeñas islas cercanas a Mochima. ​Después de bajar de la Van y Andrés llevarla a la recepción a hacer el check-in, él la condujo hasta la habitación que ocuparía durante su estadía en COLOMBIA. Pero POCHE apenas le dio un vistazo a la habitación; después de despedir a Andrés, ella salió al balcón, necesitaba apreciar un poco el paisaje antes de rendirse al cansancio del largo viaje. Todo lo que vio le gustó. Abajó, unas risas llamaron su atención, al mirar, vio a una pareja en la piscina; cada uno tenía una piña en la mano, se miraban a los ojos y reían. Definitivamente estaban en una escapada romántica. Y era que ese lugar invitaba a eso, a escaparse del mundo para perderse en esa tierra de muchas aguas. ​Finalmente, el cansancio se apoderó de la voluntad de POCHE, pero antes de entrar de nuevo a la habitación, dio un lento vistazo a las luces que se extendían más allá del lodge, se preguntaba si algunas de esas luces, era la casa de DANIELA. Ella esperaba que sí. Y su corazón también. ​Al entrar, la periodista detalló mejor en el lugar. El espacio era amplio; era una estructura de madera con un toque de rusticidad, pero las amplias ventanas y cortinas transparentes le deban un toque de elegancia. La cama era amplia. Las mesas de noche y el closet empotrado a la pared eran de color caoba. En la cabaña solo había una pequeña mesa con dos sillas. La otra puerta que vio supuso que era el baño y no se equivocó.

o Laura, tal como lo dijo Andrés, se adivinaba hermosa a pesar de la distancia. Llevaba un traje de baño negro que contrastaba con su piel blanca; definitivamente debía ser el blanco de muchas miradas. ​
ANDRES: Aquí tiene. ​
De nuevo POCHE se sobresaltó al oír a Andrés tan cerca. Ella miró los binoculares; antes de tomarlos, dudó un poco. No se había detenido a pensar qué podría pensar Andrés ante su petición de los binoculares, pero ahora, viendo su leve sonrisa, consideró que al menos debió disimular un poco para qué los quería. ​
POCHE: Gracias —le dijo finalmente después que tomó los binoculares. ​
ANDRES: Que disfrute del paisaje.

POCHE: En realidad no —respondió finalmente. Andrés la miró con curiosidad. Ella no quería develar la razón por la que estaba ahí, y mucho menos si él la conocía, pues corría el riesgo de que la alertara, si resultaba ser la mujer que buscaba. ​
ANDRES: Señora GARZON, solo quiero ayudarla. Si es a Laura a quien busca, puedo llevarla. ​
POCHE: Busco a alguien, pero no con ese nombre —le aclaró ella. ​De nuevo él frunció el entrecejo. ​
ANDRES: Bien, puedo decirle que la dirección que me dio —levantó el papel que aún llevaba en la mano—, corresponde a esa casa. Laura Cruz vive allí, lo sé porque es una mujer muy hermosa que no pasa desapercibida fácilmente. ​
POCHE: ¿La conoces personalmente? ​Andrés negó con la cabeza. ​
ANDRES: No. Pero mi trabajo es llevar a los turistas a los sitios de interés y de moda, especialmente a los sitios nocturnos. Laura suele estar casi todas las noches en esos lugares. ​
POCHE alzó las cejas sorprendida. Apenas con pocas palabras Andrés le describía a una mujer que dictaba de ser muy diferente a la que percibía a través de sus libros y eso le abatió el corazón. La verdad era que no se imaginaba, de ninguna manera, a DANIELA en un sitio nocturno. Y mucho menos todos los días. Al contrario, lo que percibía de ella era un alma bohemia, con una mirada perdida en todas las cosas hermosa del mundo. Con unos ojos que convertía lo que veía en poemas y esos poemas en historias que enamoraban corazones. ​
ANDRES: ¿Quiere que la lleve allí? ​La voz de Andrés la devolvió a la realidad. ​
POCHE: No. ​
ANDRES: De acuerdo. Si necesita algo, solo hágamelo saber. Sé que su viaje fue largo, así que le aconsejo que se quede en la piscina, allí podrá descansar a gusto. ​
POCHE: Andrés, ¿es posible que me consigas unos binoculares? —los pensamientos de POCHE estaban en la casa sobre el risco. ​
ANDRES: Por supuesto. Regreso en unos minutos. ​
POCHE: Gracias. ​
En cuanto Andrés se alejó, los ojos negros volvieron a la casa. POCHE vio ahora a la mujer parada muy cerca del borde del risco, que era protegido por un muro que bordeaba toda la casa, a excepción del espacio que daba a unas escaleras que descendían hasta la playa.

Minutos después ya había salido del comedor y se encontraba en el balcón de nuevo admirando la inmensidad del mar frente a ella. A los lejos vio un ferry surcar las aguas lentamente y más allá un par de diminutas embarcaciones se desplazaban a mayor velocidad que la enorme nave. Desde ahí, abajo, podía ver también el agua cristalina, justo al borde del nivel inferior del lodge que era delimitado por una pequeña cerca de madera y gruesas sogas. ​
ANDRES: Lo tengo. ​
POCHE se sobresaltó y se giró de inmediato. Se encontró de nuevo con Andrés sonriéndole. ​
POCHE: ¿Lo tienes? —cuestionó con una mezcla de júbilo y duda porque sabía que el hombre hablaba de la dirección de DANIELA. ​
POCHE: Sí. Y, de hecho, está tan cerca, que puede ver la casa desde aquí —le dijo señalando hacia la izquierda—. Es la casa sobre el pequeño acantilado. ​
POCHE miró hacia la dirección que le indicó Andrés. En ese instante en que fijó los ojos en una casa grande, de tres niveles, sobre un pequeño risco, su corazón latía tan fuerte y rápido, que se sintió mareada. Y creyó que caería al suelo redonda como... como algo redondo, cuando divisó a una mujer alta y de figura muy estilizada en traje de baño parada a la orilla de la piscina que abarcaba buena parte del espacio trasero de la casa. ​
POCHE: ¡Dios mío! —murmuró. ¿Es ella? ¿Será ella?, se preguntó dando algunos pasos sin darse cuenta como si intentara llegar hasta aquella casa. ​
ANDRES: ¿Es a Laura a quién busca? ​¿Laura? ​
POCHE: ¿Laura? ​Andrés afirmó sonriendo y miró de nuevo hacia esa dirección. ​
ANDRES: Sí. Es la casa de Laura, por eso cuando leí la dirección me resultó familiar. ¿La conoce? ​
¿DANIELA es Laura ? De pronto POCHE sintió como si se encontrara parada sobre la nada. Había emprendido ese viaje en busca de una escritora que no quería darle la cara a sus lectores ni al mundo. Ahora se topaba ante la posibilidad de que esa mujer, que llevaba por nombre Laura, que se paseaba por la piscina de aquella casa, fuera DANIELA. Pero, ¿y si no era ella? ¿Qué haría entonces? Y si lo era, ¿podría convencerla? ​
El baño era pequeño, sin embargo, tenía todo lo necesario; se dio una ducha rápida, se enfundó en un pijama de algodón y se metió a la cama. Al día siguiente tenía una misión que iniciar, pero precisaba renovar sus fuerzas. ******************************************** ​POCHE fue despertada por unos graznidos que se oían bastante cerca. Al fondo también logró oír el murmullo de las olas del mar. Aún con los ojos adormilados, miró el reloj de luces rojas que yacía sobre una de las mesas de noche. 10:00 am. ¡Dios! ¿De verdad dormí tanto? Se desperezó bajo las cálidas sábanas y, sin realmente ganas, se sentó en la cama. La luz de afuera atravesaba las cortinas; definitivamente el día hacía mucho que había llegado. Finalmente se levantó y fue al baño; salió poco después envuelta en una toalla. De su maleta sin deshacer sacó ropa interior, un jean y una camisa blanca; unas cómodas zapatillas complementaron su imagen. Peinó sus cabellos y buscó sus gafas oscuras antes de salir. ​Y una vez más, POCHE se quedó sorprendida. El lugar era tan hermoso de día como de noche. Otra vez aspiró el aroma del mar que la llenaba de nuevas energías. Sonriendo sin darse cuenta, bajó las escaleras hasta el área del comedor. De desayuno le sirvieron arepa rellenas con carne mechada y frijoles negros, acompañado con jugo de naranja. Antes de terminar, Andrés se acercó a su mesa. ​
ANDRES: Buenos días. ​Ella le sonrió. ​
POCHE: Buenos días, Andrés. ​
ANDRES: ¿Durmió bien? ​
POCHE: Puedes apostarlo. ​
El hombre rio complacido. ​
ANDRES: ¿Necesita que la lleve a algún lugar? ​
POCHE asintió. ​
POCHE: En realidad necesito que me ayudes a encontrar una dirección —sacó un trozo de papel del bolsillo del jean y se lo tendió—. Es esta. ​
Andrés tomó el papel y lo leyó. POCHE lo vio fruncir el entrecejo con algo de duda. ​
ANDRES: Parece ser muy cerca de aquí —le dijo aún con la atención puesta en el papel—. Si me da unos minutos, puedo hallar el lugar. ​
POCHE: De acuerdo. ​
Andrés le sonrió y se retiró. El corazón de POCHE latía fuerte. «Parece ser muy cerca de aquí», repitió las palabras de Andrés. Ella esperaba que realmente fuera así. ​

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