CAPITULO 21

129 9 0
                                    

Esta mañana POCHE no despertó tan temprano como el día anterior, pero sí con la misma energía. Cuando salió de su habitación eran casi las diez de la mañana. Un día de aventura sí que agotaba, pero de igual modo se sentía renovada. Y sabía que debía trabajar en su próximo artículo para la revista y hablar con KIM, pero su estómago le exigía comida de inmediato, así que se dirigió al comedor del lodge. Allí, como siempre, la recibió una de las chicas que atendía las mesas y puso delante de ella una enorme y humeante taza de café. ¡Sí! Y sintió que su entusiasmo tomaba fuerza cuando la calidez de la bebida bajó por su garganta. ​
XXXXX: Buenos días. ​
Esta vez no se sobresaltó porque percibió cuando se cercó tan solo un par de segundos antes de que la saludara. Y Andrés apareció ante sí como por arte de magia. ​
POCHE: Buenos días —respondió con una sonrisa y le señaló la silla frente a ella. Él dudó en aceptar su invitación—. Oh, vamos. ¿No me digas que alguna política del lodge te impide acompañarme? ​Él sonrió y con algo de ceremoniosidad, tomó asiento frente a ella. Andrés llevaba una camisa, por primera vez, unicolor, pero de un verde muy vivo, como el de los retoños de los árboles y unos bermudas que le llegaban justo a las rodillas. Sus ojos estaban ocultos tras unas gafas oscuras, al igual que los de ella. ​En ese momento la chica que la atendía dejó delante de ella un plato con dos... ¿cosas? que se parecían a las empanadas que una vez comió en Argentina, pero se veían algo diferentes. ​
ANDRES: Son empanadas —le dijo Andrés cuando notó su insistente mirada al plato. ​POCHE: Eso me parecían, pero las que comí en Argentina se veían diferentes. ​
ANDRES: Estás son un desayuno típico de esta zona del país, aunque puedes comerlas a cualquier hora. Pruébalas. ​
POCHE no lo dudó; y no es que le viera mala pinta, todo lo contrario, estaban doradas y, por lo tanto, se adivinaban crujientes. Lo que la hizo dudar fue su aspecto diferente a las de Argentina. Tomó una servilleta de papel y se hizo con una de las empanadas. Saboreó el primer bocado, tenía un sabor dulzón en el fondo que se mezcló con el sabor del relleno que le encantó. ​

o Miró entonces el sándwich, acercó el plato hacia ella dispuesta a complacer a su estómago. Comió el sándwich pasando de nuevo una a una las fotografías que hicieron en su paseo. POCHE le había dicho que las quería, pero no le dio una dirección de correo ni su número de teléfono para envíaselas por WhatsApp. Decidió que iría al lodge a pedirle su correo; y lo haría luego, ahora su mente solo le pedía dejar salir sus pensamientos. Y eso únicamente podía hacerlo de una manera. Terminó el sándwich y salió a la piscina con su block y cuaderno en mano. ********************************************* ​En Puerto La Cruz, Laura despertó después del mediodía y aun así, se demoró en salir de las cálidas sábanas que la envolvían. Se tomó su tiempo para comer y luego recogió las pocas cosas que se llevó cuando escapó de la periodista española y volvió a meterlas en la maleta. Era hora de regresar a Mochima aunque la idea no le gustaba en lo absoluto, pero lo mejor era mantener todo ella misma bajo control a esperar que POCHE se cansara y regresara a su país. Era dejar casi todo en manos del azar y, aunque la buena suerte estaba de su lado, había un riesgo, un mínimo riesgo, de que todo su mundo se derrumbara y ella no iba a permitirlo. ******************************************** ​

Horas después, DANIELA se aseguró de guardar la memoria portátil en el bolsillo de su jean antes de salir de la casa de Laura con dirección al lodge. La noche ya había caído y las estrellas brillaban en el cielo oscuro cuando cerró el portón que daba acceso a la propiedad; se encaminó a paso lento por la acera. Y Laura no la vio porque no solía prestarles atención a las personas que caminaban por la PAULA. Y ella no vio el auto de Laura porque en ese momento su teléfono vibró en el bolsillo de su pantalón, así que siguió adelante, sin percatarse de que su amiga regresaba a su casa, a pesar de que le había dicho que no sabía cuándo volvería.

Se vistió, tomó sus cosas y su laptop y salió dispuesta a preparar café; lo necesitaba. ​Media hora después, con una taza de café en mano y un sándwich cerca de ella, tenía toda su atención puesta en la pantalla de la laptop. Acababa de pasar todas las fotografías del día anterior de su cámara a la laptop y las miraba, una a una; sonreía de vez en cuando con los gestos que POCHE le hacía a la cámara. Aunque en unas cuantas mostraba una mirada y pose en extremo sexi. Le gustó especialmente una debajo del agua, cuando hacían snorkeling en el arrecife. POCHE se sostenía de un enorme coral y le sonreía. Los impresionantes colores de los corales, el rojo de su traje de baño y su sonrisa, era una combinación en exceso perfecta. ​DANIELA se quedó detallando su sonrisa y sin darse cuenta, la comparó con la de Laura. Sacudió la cabeza para apartar sus pensamientos, pues no había sonrisa como la de su amiga. Apartó la vista de la pantalla y la concentró en la taza de café, recordó la primera vez que vio a Laura, hacía ya un siglo o dos. O tal vez le parecía siglos ese tiempo porque desde entonces su mundo solo tenía una tonalidad. Laura. Suspiró profundamente, y es que necesitaba recordarse respirar cuando la tenía en frente o pensaba en ella. ​Su amiga se le había metido en la piel, en cada poro, en cada gota de sangre que circulaba por sus venas, por sus arterias. Se metió en toda ella para darle color a su vida y luego para arrebatárselo, porque Laura y ella solo podían ser amigas. Nada más. Y ella tenía que conformarse, aunque cada latido de su corazón le perteneciera; aunque se enredara con otros cuerpos y dejara besos en otras pieles. Qué duro resultaba a veces el amor. Y lo peor era que ese sentimiento no había disminuido ni un poco con el paso de los siglos. Porque llevaba siglos amándola. Volvió a suspirar, necesitaba oxígeno en sus pulmones porque Erin se lo arrebataba, por eso trataba de no pensar demasiado en ella cada segundo de su vida. Para poder respirar y medio vivir. ​Escapando de la oscuridad de sus pensamientos, tomó la taza y le dio un sorbo al café, ya estaba frío, pero terminó de beberlo. ...

POCHE: Delicioso —admitió tapándose la boca. Andrés sonrió complacido—. ¿Qué es el relleno? ​
ANDRES: Cazón. Una especie de tiburón muy pequeña. ​
POCHE: Está bueno. ​
ANDRES: Lo sé —mostró su atractiva sonrisa—. ¿Tiene algún plan para hoy? Puedo llevarla a recorrer un poco los alrededores —ella alzó las cejas—. En tierra firme —le aclaró. ​
POCHE: Me encantaría, pero tengo trabajo que hacer.
​Andrés arqueó una ceja. ​
ANDRES: ¿Trabajo? ​
POCHE: Sí, estoy aquí por trabajo —él asintió, pero no dijo nada. Ella terminó la empanada y fue por la otra—. ¿Por qué no me dijiste que conocías a DANIELA ? —le preguntó antes de darle el primer mordisco. ​Él la miró unos segundos, como si pensara cuidadosamente lo que iba a decir. ​
ANDRES: Le va a sonar a una respuesta elaborada, pero es política del lodge — POCHE bufó y él no pudo evitar sonreír—. La idea es que los clientes conozcan el lugar, que se sientan cómodos. Si nos ponemos a hablarle de las personas de aquí, de sus vidas, cruzamos la línea entre lo personal y el trabajo. Debemos hablarle del lugar, no de las personas. Al menos no en lo personal —le aclaró. ​POCHE asintió aceptando su respuesta. ​
POCHE: ¿Y si tú y yo nos hacemos amigos? ​Él volvió a sonreír. Esta mujer es un huracán, pensó. ​
ANDRES: Debo ser profesional. ​
POCHE: Eso me gusta —le dijo ella sonriéndole ampliamente. ​
ANDRES: Bien, si no me necesita de inmediato, la dejaré comer tranquila. ​
POCHE: Me agrada tu compañía. ​
ANDRES: Gracias —dijo levantándose, luego acomodó la silla—. Si me necesita, solo hágamelo saber. ​
POCHE: Gracias, Andrés. ​
Él le sonrió una vez más antes de darse la vuelta y salir del área del comedor. Ella suspiró complacida después de comer el último bocado de la empanada. *********************************************

​DANIELA despertó tarde también. Cuando miró el reloj no podía creer que ya casi eran las once de la mañana. Ni siquiera cuando estaba con resaca dormía tanto. Aún acostada se estrujó la cara para espantar el sueño, luego se levantó y fue al baño. Salió poco después envuelta en una toalla, la ducha la había despertado del todo y ahora sentía que su mente movía los engranajes tomando cada vez mayor velocidad.

TE ENCONTREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora