Baile

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Ese día era igual que cualquier otro. La misma tarde radiante, el mismo clima, las mismas personas y la misma rutina de siempre.
Star se encontraba en clase, no comprendiendo realmente que era lo que le estaban enseñando, pero la Tierra podía ser tan misteriosa a veces. No estaba esperando que algún ex suyo apareciera por ahí.

Por los pasillos de la escuela, rodeado de personas que murmuraban a sus espaldas su extraño atractivo, un joven demonio caminaba hacia el aula en el que la princesa de Mewni se encontraba. Sus pasos resonaban fuertemente y su andar era elegante. Cualquiera podría decir que provenía de la realeza. Y realmente lo hacía.
El mismísimo príncipe del infierno en persona.

Entró entonces en el salón de clases de la chica rubia, que quedó perpleja ante su repentina aparición.
Todas las miradas caían sobre él. Algunas asustadas, otras maravilladas. Ni siquiera importaba si le miraban o no, porque él sólo tenía ojos para la princesa.

—Oye Star —dijo, con la voz más profunda que alguna vez haya escuchado— He venido a llevarte al baile de la luna roja —sus magníficas habilidades para manipular fuego hicieron que sus manos simularan la forma de la luna, brillante y hermosa.

Todos los presentes en el aula esperaban expectantes la respuesta de la rubia, que se mantuvo en silencio un momento. Claro que, su respuesta no se hizo de esperar.
Sin rodeos, ella ya estaba arrastrando al muchacho fuera de la escuela, empujándolo a su carruaje y pidiéndole que se marchara.

—No, no, no, no, no —repitió Star— Tienes que irte. Ahora mismo. Llévate tu carruaje, tu fuego y tu caballo muerto y procura no volver del Inframundo.

—¿Qué? ¿Estoy muerto? —preguntó el caballo esqueleto de Tom.

Le lanzó una mirada iracunda y dio media vuelta, dispuesta a marcharse del lugar, pero fue detenida por su ex novio, que con su fuego, la lanzó a sus brazos.

—¡Ow! ¡Pero vamos, Star! —se quejó— Es el baile de la luna roja —repitió— Sólo sucede una vez cada seiscientos sesenta y siete años ¿Sabías?

La estaba tratando como si fuera tonta.

—¡Ya rompimos, Tom! ¡Punto! —y se notaba claramente molesta.

Se volvió de nuevo, no quería verle el rostro el resto del día.
El demonio la detuvo de nuevo.

—Espera, espera, espera —rogó, tomándole del brazo— Star, espera. He cambiado ¿Okay? Tengo un guía para la vida. Brian —cuando mencionó su nombre, un hombre regordete salió del carruaje, saludando a la princesa con una bonita sonrisa—. Es genial. Tengo un conejo feliz —y efectivamente lo tenía. Rosa y sonriente— ¡Y! He estado libre de ira por cincuenta y tres días.

Star se notó sorprendida.

—¿Cincuenta y tres?

—¿Quieres tomar mi conejo? —le acercó el animal lentamente, y este le guiñó el ojo.

—Bueno, es adorable.

Estaba cayendo ante la extraña pero inteligente manipulación de su ex novio, y justo cuando se acercó para tomar el conejo, un joven de apariencia latina saltó a la escena.

—¡Atrás malvado! —gritó.

—¡Marco! —era la voz sorprendida de la princesa.

Su fiel amigo Marco Díaz acababa de llegar a su rescate, aunque ella no lo había requerido.
Estaba en posición de pelea, practicaba karate, así que vencer a aquel muchacho sería pan comido.

Claro que, no sabía realmente quien era.

El moreno no retrocedió, y ambos esperaron alguna reacción por parte de su contrario. Tom, por su parte, había perdido la mano tras el golpe del latino y esto lo había molestado muchísimo. Los ojos se le tornaron blancos con rojo, ardiendo en rabia. Brian salió del carruaje, para acercarse a Tom y repetirle "camina y respira".

El baile de la Luna Roja | TomcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora