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Sabes que no podré dejarte en paz
Sabes que no podré dejarte en paz
Simplemente no puedo dejarte en paz

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Pete no había abierto los ojos por completo y ya se sentía completamente jodido, con la garganta seca y un punzante dolor de cabeza.

Se enderezó sobre la cama donde estaba acostado y el aire se le atascó al observar el panorama. 

Estaba desnudo, con un hombre– más parecido a dios caliente –sumamente atractivo durmiendo profundamente a su lado, Pete quiso tallar sus ojos pero se dió cuenta que su mano derecha estaba atada a la cabecera de la cama con un estilo de cuerda negra. Ay, claro que la conocía, cuerda para bondage.

Bien, ¿anoche? Fue la despedida de soltero de Porsche, ese día a las doce del mediodía se casaba con Kinn por la iglesia. No le pregunten como, pero él y sus amigos saben que Kinn tiene tanto dinero para comprar a todos los curas de Tailandia, así que el tema de religión era lo de menos para el matrimonio de Porsche.

Se sentó en la cama siendo lo más silencioso posible y con un dolor de culo impresionante, tomando un celular que estaba sobre la mesita de noche al lado de la cama.

Diablos, en la mesita de noche habían dos celulares, condones, ungüentos para heridas y una toalla de tela.

—La puta madre— murmuró al ver la hora, diez con treinta y cinco de la mañana.

Con dificultad logró desatarse, tenía experiencia en ser atado y luego despertar solo, tuvo que aprender a desatarse por si mismo, lo único diferente de esa vez es que no quería despertar al dios que dormía junto a él. Se levantó de la cama y tuvo que cubrir su boca con su mano para no soltar un chillido aturdido por el temblor en sus piernas. Esa habitación era oscura, con leves tonos violetas proporcionados por las luces led que adornaban los bordes del techo y los rayos de sol asomándose por debajo de las cortinas.

Al lado de la cama, había una vitrina llena de... objetos curiosos, como esposas tradicionales, esposas acholcadas, látigos multi-cola, látigos de una cola, látigos con diseño trenzado, fustas, mordazas, cuerdas para bondage, vendas para los ojos, plug anales, collares con correa y cinturones. Demonios, parecía ser un experto en el tema.

Y lo peor para Pete, es que quería despertarlo y pedirle otra ronda, una que se pudiera recordar, porque la noche anterior era borrosa, casi inexistente.

—Ay Dios mío, ¿qué carajos hice ayer?— murmuró Pete tratando de no entrar en pánico, lo menos que necesitaba era tener que dar explicaciones a un desconocido. Debía salir de allí.

Le dolía hasta el respirar, se observó en el espejo de cuerpo completo que yacía en la pared contraria a la vitrina. Su torso estaba lleno de leves mordidas y chupetones, su cuello tenía una quemadura de roce en forma de algún tipo de collar, su espalda y trasero estaban rojizos... demonios, en su cadera estaban las marcas de dedos tatuados en moretones, en sus años de experiencia no le había sucedido esto.

Se sentía decepcionado de no poder recordar casi nada, pero lo mejor era irse antes de que el amante despertara, siempre le embargada esa sensación de abandono en su pecho al descubrirse solo en la cama. Él era sumiso sexual, bien, pero los mimos eran algo que nunca recibía y dejó de anhelar con el tiempo.

Estuvo a nada de acostarse en la cama de nuevo, el cuerpo le pesaba demasiado y le resentía en cada paso, pero no pudo. Su mente fue invadida por el recuerdo de Porsche, quién hablaba emocionado y enamorado sobre su día de boda, no podía defraudarlo y no asistir.

Buscó rápidamente su ropa desparramada en el suelo, se colocó su bóxer y su pantalón lo más rápido posible. Quería abotonarse la camisa pero soltó una maldición al notar que no tenía botones, tomó su teléfono y sus zapatos.

RED LIGHTS [VegasPete] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora