¡Buenas! Hoy traigo una historia que ya tengo publicada en otro lado y que cuenta de dos capítulos. Al menos por allá gustó mucho y por eso quise traerla para acá... Espero la disfruten y me lo dejen saber. ¡Saludos!
--------------------------------------------
No estaba pronosticado, pero había llegado y yo lo escuché desde la madrugada. La tormenta que estaba azotando a Tomoeda esa mañana anunciaba un día eterno, de esos en los que es mejor ni siquiera empezarlos. Me giré entre las mantas de mi cama poco dispuesta a empezar el día. La alarma de mi reloj ni siquiera había sonado y yo casi que no había pegado un ojo por culpa de los estruendos de la tormenta.
Faltaba un minuto para las ocho y media, horario en que sonaría mi alarma, y me adelanté a apagarla, con pocas ganas de empezar la mañana con su molesta melodía de campanas.
—¡Sakura! ¡El baño está listo!
Desde el otro lado de la puerta escuché mi nombre de la voz proveniente de mi querida amiga y prima, Tomoyo. Hacía tres años, desde que me había graduado de la universidad, que habíamos tomado la decisión de mudarnos juntas para poder emprender nuestros proyectos y comenzar con nuestra vida independiente de nuestros padres. Por suerte, la convivencia la llevábamos muy bien.
Me senté en la cama con un nuevo suspiro saliendo de mi boca y estiré los músculos de mi cuerpo entumecidos por estar tanto tiempo en la misma posición.
Esa mañana tenía una larga jornada en el hospital y por la tarde tenía tres pacientes en mi consultorio privado. Si, soy Sakura Kinomoto y me recibí de psicóloga especializada en el área infantil a mis veinticinco años (todo un logro para mi vida, según mi concepción y la de mi hermano Touya, que no creía que me recibiera de algo nunca). Había descubierto mi vocación gracias a mi querida prima, cuando no, que insistía todo el tiempo en mi afinidad a la empatía, a escuchar, a aconsejar y a consolar a la gente. Al momento de elegir una carrera, Tomoyo me instaló la semilla de la curiosidad sobre la psicología y dese ese entonces fue un rizoma que no dejó de crecer y ramificarse.
Así que, allí me encontraba, colocándome mi delantal blanco para ir al hospital a atender a mis primeros pacientes, aquellos que se atendían por obra social y no podían pagar un psicólogo privado por las altas tarifas.
A lo largo del día y cerca del mediodía, para mi buena suerte, la tormenta disminuyó considerablemente, con lo cual mi traslado en autobús desde el hospital a las oficinas de Daidouji Desing's había sido más ameno. Tomoyo había seguido el camino del diseño de indumentaria, como era de esperarse desde niña por su fascinación al hacerme trajes. Había producido con éxito su propia marca y construido su propio imperio. También había tenido la posibilidad de irse a Tokio para ampliarlo pero ella se había negado rotundamente a dejar su ciudad natal. En la actualidad Tomoyo era la diseñadora más famosa de Tomoeda y eran los famosos los que se acercaban a ella buscando sus diseños, tanto para entregas de premios como para producciones musicales o películas. En el momento que yo estaba buscando alquilar un espacio para poner mi propio consultorio, Tomoyo se ofreció a darme una de sus oficinas para ayudarme, dado al sueldo bajo que percibía por parte del hospital, alegando que lo más importante era verme crecer como profesional y sobre todo mi propia felicidad. Si, tenía la mejor amiga y prima del mundo y jamás podría decir lo contrario. Tomoyo había sido mi apoyo, mi pilar, mi hombro para llorar y mi soga de rescate cuando me caía, durante toda mi vida, y por ello era mi amiga más preciada y me sentía plenamente afortunada de tener a alguien como ella en mi vida.
Una vez que me pude acomodar en mi despacho y tomar mi almuerzo, me quedé sentada esperando a que mi amiga entrara, tal y como lo hacía todos los días de la semana. Unos minutos después, cumpliendo con nuestra rutina, Tomoyo entró a mi consultorio sin siquiera golpear la puerta. Llevaba el almuerzo en una de sus manos y una gran sonrisa en el rostro. Tenía el cabello negro atado en una alta coleta de caballo que bailaba cada vez que caminaba y llevaba una cinta métrica alrededor del cuello. Los anteojos que rara vez usaba si no estaba cosiendo o tomando medidas, estaban colgados del escote de su camisa y sus ojos amatista brillaban con un dejo travieso. Tomoyo se traía algo entre manos, lo podía ver.

ESTÁS LEYENDO
cita a ciegas
FanfictionJamás había tenido una cita a ciegas en toda mi vida. Y que mi amiga Tomoyo me organizara una, me mantuvo nerviosa durante toda una semana. ¿Cómo se suponía que debía actuar en una cita con alguien del que no sabía absolutamente nada? Sakura/Shaoran...