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Recomendación: Leer este capítulo oyendo "Maraschino Love" de Ezi.

C a p í t u l o : 2 0

Una semana después estoy de pie en la sala del comedor comunitario de Alma, inflando globos y atándolos con hilos de colores.
Porque es el cumpleaños de Raze.

Y me encanta ver como todos cooperamos para hacerle pasar un buen día, aunque él todavía no lo sabe. Está a punto de llegar con el grupo de amigos que ha ido a buscarlo.

Ignoro las extrañas miradas que me ofrece Cassey desde la otra punta del comedor mientras ayuda a Edmon a colgar luces. No me molesta no agradarle, Edmon me ha contado su historia y es por eso que trato de ignorar sus sentimientos hacia mí.

Nos apuramos a dar los últimos detalles cuando Zander avisa que Raze se encuentra en la esquina. Apagamos las luces y la puerta se abre.

—¿Otro de tus brownies? –pregunta Edmon cuando salgo de la cocina.

Le enseño el dedo medio.

—Lo he comprado esta vez.

Está sentado sobre la mesa, como si fuera un niño de diez años que no le hace caso a su maestra. Me sonríe, como el chico de veintiún años que me vuelve loca.

Dejo la bandeja con el brownie a su lado y lo miro. En ese momento, Cassey aparece y terminamos nuestro contacto de miradas.

—¿Edmon, puedes ayudarme con algo allí afuera?

—Claro. –responde, y se baja de la mesa.

Ella sonríe y luego algo se endurece en su mirada cuando cae sobre mí. No entiendo cuál debe ser su problema conmigo, pero me disgusta de todas formas. No intento llevarme mal con ella, es lo que menos quiero.

Edmon me guiña un ojo y la sigue hacia el patio trasero. Volteo y veo a Maggie cerca, no hemos hablado desde la graduación, y comenzaba a extrañarla.

—¿Dónde está Edmon? –pregunta mirando a mi alrededor.

—Ha ido a ayudar a Cassey con algo afuera.

Asiente con la cabeza y toma un puñado de papas fritas para llevárselo a la boca.

—¿Han follado ya? –pregunta con la boca llena.

Me quedo boquiabierta.

—¡Shh! ¿Qué haces? Hay niños aquí, Maggie.

Ella pone los ojos en blanco mientras bufa.

—Vale, lo siento. Ahora responde.

La miro durante segundos antes de relamer mis labios.

—Si. Ese mismo día. –digo, refiriéndome a la conversación que tuvimos.

Ella sonríe y comienza a dar brincos en su lugar mientras me toma de las manos.

—Cuéntame más. ¿Te ha gustado? ¿Dolió?

—Algo, y al otro día pude ver un poco de sangre en las sábanas. No le di importancia porque estaba la hostia de tarde para llegar a casa de mi padre.

Lado Peligroso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora