Otoño

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Era otoño cuando ya no se escuchaban voces en los pasillos.

Vernos juntos era tan habitual.

Algo en mí volvió a encenderse.

Sabía que por fin podíamos estar juntos.

Fuera de la ventana todo era café.

Se sentía tan cálido.

Como un abrazo.

Como una pequeña caricia.

Como cuando tú me sonríes.

Nos convertimos en mejores amigos.

Siempre bromeábamos juntos.

Ir a tu casa se volvió algo tan normal.

Verte en la mía era la ley de cada día.

Si te digo que era tan feliz, ¿me creerías?

Cuando entendí que estar juntos sería imposible, decidí cerrar mi corazón.

Quería ser tu mejor amigo.

Cuidarte, atesorarte y apoyarte en todo.

Quería aceptar nuestro destino.

Pero ¿Cómo pudo hacerlo cuando eres tan amable conmigo?

¿Es que acaso no escuchas lo rápido que late mi corazón?

Sentir tu toque se volvió algo tan habitual.

Era mi motor de cada día.

Fueron esas pequeñas caricias las que llenaban mi corazón.

Y el brote dentro de mí siguió creciendo.

Fue una suerte que la calle estuviera llena de tonos marrones.

Por favor dime que no viste mis mejillas sonrojadas.

Fue una suerte que se escucharan las hojas siendo aplastadas.

Por favor dime que no escuchaste mi corazón latir.

Fue en otoño cuando estábamos todo el día juntos.

Hablar no era necesario.

Solo tú y yo.

Sentados en el mismo espacio.

Fue en otoño cuando acepté que jamás dejaría de amarte.

Fue cuando acepté que tú eras la mitad de mi alma.

Pero que tal vez yo no sería la mitad de la tuya.

No importa si la vida no me deja estar a tu lado como quisiera.

Todavía tenía permitido verte sonreír.

Con eso me sentía más que bendecido.

Mientras las hojas caían de los árboles.

Sentí que podía aceptar este amor.

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