El bosque siempre era una gran opción para Uchiha Obito y sus entrenamientos extra.
A sus seis años, quería superarse a sí mismo antes de entrar a la academia y lo intentaba con mucho entusiasmo. Pasar casi todos los días las 24 horas del día ahí era común para él.
Aquel día en especial, algo captó su atención.
Se podía escuchar un suave llanto en medio del bosque, decidió acercarse con cuidado, pero cuando se asomó para ver quién era, el sonido se detuvo.
Era una niña de su edad, tenía el cabello rubio, sus ojos eran de un color rojo sangre y usaba lentes, le estaba mirando fijamente con el ceño fruncido.
—¿Quien eres? —cuestionó limpiando sus lágrimas tan rápido como pudo.
—Me llamo Obito —dijo alzando las manos —¿Como te llamas? —preguntó acercándose con lentitud, pudo ver que tenía varias plantas en la falda de su vestido.
La rubia desvío la mirada avergonzada, había estado segura de que nadie se aparecería ahí.
—Yashiro —contestó en un susurro, el Uchiha pudo escucharlo.
—¿Que tienes? —indagó el azabache sentándose justo frente a ella—Te ves triste.
—Por qué estoy triste —mascullo —Pero no tengo nada.
—No puedes estar triste por nada —aseguró —Vamos, cuéntame, no le diré nada a nadie ¿Si?
La niña permaneció en silencio un par de segundos.
—Me siento sola... Nadie me quiere cerca... Nadie me considera lo suficientemente preciosa o esencial en su vida, estoy segura de que si desaparezco, nadie lo lamentará.
—Estoy seguro de que no es así ¿Que hay de tus papás? ¿Tienes papás?
Yashiro negó y luego asintió.
—No y si.
Obito se confundió un par de segundos, pero entendió que había contestado ambas preguntas en orden.
—¿Por qué ellos no?
—Por qué... —se quedó callada —Olvídalo, es algo sin sentido.
—Pero...
—Lo es —insistió.
—Yo no tengo papás —dijo Obito —Pero tengo a mi abuelita.
La rubia se quedó callada.
—Y si nadie te considera esencial, ahora estoy yo, serás esencial para mí a partir de hoy ¿Si? Seremos amigos —se inclinó y con su dedo índice acomodó los lentes de la niña.
Yashiro sonrió un poco, sus mejillas se pusieron ligeramente rojas.
—Gracias, Obito.
—A ti, Yashiro —el Uchiha sonrió contento de saber que tenía a su primera amiga.
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