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Eran pasadas las 3 a.m, como el mexicano se refería, "Horario latinoamericano" para el trabajo.
No era sorpresa para nadie que a esa hora el chico pato se pusiera a trabajar en sus proyectos "secretos", claramente no se había acostumbrado todavía al horario que tenían en Karmaland, lo que en realidad era comprensible.
Pocas personas le seguían el ritmo, Quackity siempre había sido una bola de energía la cual necesitaba de poco para explotar y hacer todas las cosas habidas, tan trabajador como un adulto en la flor de su vida, a pesar de ser relativamente nuevo en lo considerado como tal.

-¡Mira, Titi!-

Exclamó a su pequeño hermano, señalando una ballena que se encontraba cerca de la construcción de su casa en medio del agua.

—Es el hermano de Rubius.-

Y empezó a carcajear, negando varias veces con la cabeza, siendo acompañado por la risita del alien.
La convivencia entre ambos quizás no era la mejor luego de la explosión de la primera casa del pelinegro, aún así, habían hecho las pases.

—No le digas que te dije eso, ¡Eh! Que te conozco, cabrón.-

A la par que iba hablando con su hermano menor, colocaba bloques para la muralla que estaba construyendo.

—No quiero luego estar teniendo problemas con él, ¡Ya conoces al hijo de puta!  Luego se anda ofendiendo por todo y ñiñiñiñi, ni quien lo saque de su plan.-

Conforme hablaba, había logrado llegar hasta la cima de la gran muralla que había hecho, en donde decidió sentarse, mirando con atención la luna, tan brillante y hermosa, iluminando su noche.

-Aunque, si te soy honesto...- Una sonrisa apareció en sus labios.- Eso le da un toque.-

Un momento de calma no le venía mal a nadie.

Las estrellas acompañaban al mexicano, quien sólo a esas horas dejaba escapar los miles de sentimientos que tanto le atormentaban, pues, amar a un hombre casado no se trataba de nada más que una tortura.

Su mano se levantó, delineando la luna en el aire como si se tratase de la piel que tanto ansiaba tocar, trazando pequeños círculos al rededor de ella, imaginando a su fruto prohibido favorito.

Tanto disfrutó del espectáculo de su imaginación, que cuando su chat apareció al frente casi cae de espaldas contra el suelo, ¿Por qué le llamarían a esas horas?
Titi pareció igual de confundido, pues apenas vio aquello subió a sus piernas para ver los mensajes también.

El dueño de sus pensamientos, la serpiente que tentó a Adán a morder el fruto prohibido, un oso que había logrado penetrar su mente, nadie más ni nadie menos.

¿Por qué Rubius le llamaría a esa hora?

"¿Estas disponible? Ven a mi casa si puedes."

Curioso.

Sin embargo, su estómago se revolvió con pocas palabras, siendo acompañado de cosquilleos los cuales sólo confirmaban su amor por aquel hombre. No hacía falta si quiera pensarlo, como era obvio, apenas terminó de leer, dejó a Titi de lado para levantarse, se colocó su sombrero mexicano y dio un par de giros a su hacha, confiado de pasar la avalancha de mobs que aparecian por la noche.

—Si Rubius me necesita, ¡Pues obvio que voy a ir, Titi!—

Exclamó con confianza, reposando el arma sobre su hombro.

—Quédate aquí, no creo tardar mucho, y si lo hago, mandale un mensaje a Luzu diciendo que me mató un oso.—

Rió, sacando de su inventario el mapa para ubicar la dirección a casa de Rubius.

Pfff.

Sería pan comido llegar hasta allá.

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Escribí esto antes de que Titi muriera.

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⏰ Última actualización: Mar 03, 2023 ⏰

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