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Eran pasadas las 12 p.m la última vez que Harry se había fijado la hora con un rápido tempus antes de escabullirse de la habitación, intentando ser lo más silencioso posible para no despertar a sus compañeros, y posteriormente de la sala común de Gryffindor.

Ésta noche, como todas las demás en las últimas dos semanas, si el insomnio no lo atacaba, estaba demasiado nervioso y asustado por dormir y tener otro de esos horribles sueños de Voldemort o las formas en que podría llegar a morir en el maldito torneo. Luego de cuatro días todavía sin poder pegar ojo, había ido a Pomfrey cansado y moviéndose como un zombie, exigiendo (rogando) que le diera una poción de sueños sin sueños, creyendo que ayudaría, pero esa vez que la usó, se había despertado a mitad de la madrugada, sudando mucho, dolor en el pecho y un sollozo atragantado en la garganta. No había vuelto a intentarlo.

Asique, ahora, se escabullía de su casa y paseaba por los pasillos apenas iluminados del castillo, las pocas velas encendidas llenaban de sombras las paredes y los pisos, para otra persona podría ser espeluznante, pero Harry no podía estar más cómodo recorriendo los pasillos vacíos. Después de todo, desde el primer momento Hogwarts se había convertido en su primer hogar. Aunque ahora tenía a Sirius, el castillo todavía se sentía seguro, como en casa.

Había llegado al tercer piso, pasando por todos los pasadizos que conocía hasta ahora y esperando no ser atrapado. El silencio nocturno sólo parecía ser interrumpido por débiles y pequeños ruidos de grillos y alguno que otro insecto de luz sobrevolando por allí. El fresco de la pared contra su palma desnuda lo mantenía en tierra mientras caminaba.

Pasó una estatua, bastante horrible si le preguntan, que parecía seguirlo todo el camino con los ojos. Medio perturbado por la extraña estatua, Harry aceleró su paso y dobló la esquina a la derecha, solo para detenerse abruptamente y tambalearse ligeramente para atrás cuando chocó contra algo… o alguien.

Mierda–

Cuando pudo estabilizarse, levantó la cabeza para mirar a la persona con la que había chocado, rezando a todas las deidades que conocía que no fuese un profesor. ¡Que no fuera Snape, por favor! Merlín, si por esas casualidades me escuchas…

Un suspiro de alivio brotó de los labios de Harry sin poder evitarlo. Sólo era Malfoy.

El Slytherin no parecía haberse recuperado aún de la sorpresa y todavía miraba a Harry como si estuviera viendo los espíritus de Salazar y Godric besándose. Harry sopeso la idea de escapar del rubio mientras estuviese sorprendido, pero la idea se fue tan rápido como llegó cuando vio la boca de Draco estirarse en una sonrisita.

—Oh, pero si no es San Potter rompiendo las reglas de nuevo —. El Slytherin se burló. —Ah, espera aquí mientras llamo al Director Dumbledore para que les dé más puntos a Gryffindor por desobedecer las normas de la escuela —. El sarcasmo obvio en la voz de Malfoy irritó la calma de Harry.

—Malfoy —. Harry casi escupió el nombre con los dientes apretados. —Por si no te has dado cuenta, tú también estás fuera de la cama. A no ser que fueses sonámbulo, cosa que no creo si aún puedes escupir veneno como la serpiente que eres —. Replicó, metiendo una mano en el bolsillo de su sudadera, sintiendo la madera reconfortante de su varita.

Uno nunca puede estar lo suficientemente seguro de lo que puede pasar cuando se encuentra con Malfoy.

—Si que eres idiota, Potter. Soy prefecto —. Dijo, señalando la placa en su camisa y mirándolo con burlona condescendencia. Harry apretó los labios con ira.

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Unos pocos minutos después, entre insultos y comentarios mezquinos el uno al otro, el moreno no supo cómo sucedió o quién había saltado a la yugular de quien, lo más seguro era que fuese Harry -últimamente encontraba la mecha de su paciencia cada vez más corta y reaccionaba impulsivamente-,  pero de un momento a otro; Harry se encontraba rodando por el duro suelo del tercer piso con Malfoy encima. Ambos compartiendo varios golpes de puño cerrado e insultos dañinos con la respiración entrecortada por el esfuerzo. Harry había tomado ventaja agarrando con fuerza una de las muñecas del rubio contra el suelo, aprovechando para respirar por un momento y fulminar con la mirada a Malfoy.

New romanticsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora