II

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La próxima vez que se encontraron no fue una coincidencia, no. Dos noches después, Harry le había enviado a Draco un pedazo de pergamino cortado al azar, con horario y lugar para volver a verse.

Cuando el Slytherin le dio un asentimiento apenas perceptible desde su mesa, Harry sonrió, todo dientes y hoyuelos. Se la había pasado alegre y emocionado todo el día, esperando ansiosamente tener a Draco a solas. Solo para él.

Hermione y Ron lo habían mirado de soslayo y con suspicacia a la par que la sonrisa de Harry no cedía. Estaba agradecido de que sus amigos lo dejaran en paz y no preguntaran. Aunque probablemente se debía a que desde que comenzó el año, Harry había estado en un estado de ánimo casi depresivo y sombrío por la falta de sueño y las pesadillas con Voldemort, y luego, por su reciente obligada entrada al torneo de los tres magos, y no querían arruinar su extraña burbuja de dichoso buen humor.

De cualquier manera, Harry estaba satisfecho con que ninguno haya metido su nariz en eso. Estaba seguro que ni Ron ni Hermione iban a compartir el entusiasmo de Harry por el rubio.

Pero, lo que ellos no supieran no hacía daño, ¿cierto?

De todas formas, ya se lo había medio contado a Sirius por red flu la madrugada anterior, y su padrino casi había aullado como un lobo de orgullo y luego procedió a lanzarle consejos de aquí y allá -consejos que Harry no pensaba llevar a cabo si en lugar de besos esperaba un maleficio-. Por todo lo demás, Sirius no parecía tener ningún problema con que Draco fuera un Malfoy, y eso era lo único que le importaba a Harry. 

Harry también le había pedido a Sirius algunos libros de sexualidad, para la próxima vez que le enviara una carta. Su padrino había derramado algunas lágrimas murmurando algo sobre él actuando como su padre con Lily, antes de cortar la llamada con un grito hacia Moony. Harry no estaba preocupado, sabía que Remus lo calmaría bastante bien, asique apago el fuego con una risita y se fue a dormir.


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Antes de la hora acordada, Harry se calzó, recordó tomar su capa de invisibilidad y corrió lo más silenciosamente posible fuera del dormitorio y luego de la sala común.

Había estado tan ensimismado en la idea de volver a tocar, besar y saborear a Draco que en ningún momento se le había pasado por la mente que podría ser incómodo. Tanto tiempo peleando, insultándose y maldiciéndose el uno al otro... tal vez volver a encontrarse había sido una mala idea...

Pero mientras estaban allí parados, mirándose el uno al otro, evidentemente incómodos, tratando de evitar verse a los ojos y en un silencio tenso que podría cortarse con el ruido de una aguja cayendo al suelo; Harry aún podía sentir la emoción burbujeante de estar a solas con Draco otra vez. El hormigueo en sus manos que le pedían que fuera a tocar, acariciar y adorar esa suave piel blanca tan fácil de marcar.

Asique, haciendo acopio de todo el coraje y la valentía por la que el sombrero Seleccionador lo colocó en Gryffindor, se irguió en toda su altura y se acercó al otro chico con confianza.

—Bueno, hola, Draco —. Harry ronroneó esperando sonar sexy y no tan ridículo como se sentía. 

Se mordió una sonrisa cuando Draco se sobresaltó sorprendido, y lo miró con grandes ojos y la boca ligeramente abierta. Cuando el rubio pareció notar que Harry se movía hacia él, retrocedió unos pasos. Y Harry se dio cuenta que lucía nervioso, casi que asustado diría. Bueno, eso no está sucediendo, pensó.

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