Matías se metió una cucharada de cereales en la boca mientras veía las noticias en la pequeña televisión que había en su cocina. Las noticias eran las mismas de siempre, la desaparición de los diez alumnos de su internado. Desde principios de curso habían estado desapareciendo compañeros suyos de clase. Chicos, chicas, altos, bajos, rubios, morenos. No tenían nada en común entre ellos salvo el hecho de que habían ido a una fiesta, se habían emborrachado y no se les había vuelto a ver después de las doce. Ya habían pasado cinco meses desde que había desaparecido el primero y al parecer, el día anterior había desaparecido otro en la última fiesta celebrada. El reportero no dio nombres, pero todos sabrían quien había desaparecido cuando llegaran a clase y faltara alguien. Pero aún así Matías se imaginaba quien había desaparecido y supo que tenía que ir a hablar con Artemisa, una compañera suya de clase, lo antes posible. Por mucho que la odiara.
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Artemisa entró en la clase ese frío el lunes de febrero y se sentó en la última fila al lado de la ventana. Fuera todo el jardín estaba nevado; había llegado antes a clase y como no había casi nadie podía sentarse donde quisiera y el sitio al lado de la ventana siempre había sido su favorito. A Artemisa le gustaba la nieve y el frío le causaba mucha tranquilidad y una sensación que le hacía recordar a su casa.
Matías estaba sentado en la primera fila, pero al verla entrar se levantó y se volvió a sentar, pero esta vez al lado suyo. Parecía nervioso y agobiado, no paraba de retorcerse las manos y mirar a todos lados además de que estaba más pálido de lo habitual.
── Artemisa. ──Susurró.
Ella le ignoró, no le caía nada bien Matías. Aunque sus padres fueran amigos, ella siempre le había odiado y el hecho de que hubiera acaparado la atención de David los últimos años no había ayudado a mejorar su relación. Al ver que no le hacía caso, Matías se acercó más a ella.
──Artemisa, escúchame por favor, es importante; luego puedes seguir ignorándome. ── Artemisa siguió sin hacerle caso. ── Es sobre David. ──
Eso último fue lo que hizo que la chica dejara de mirar a la ventana y girara su cabeza hacia el pelirrojo, podía odiarle, pero si el problema involucraba a su mejor amigo estaba dispuesta a escucharle. Matías sonrió, seguramente celebrando internamente que después de 16 años Artemisa le había hecho caso.
── Te acuerdas de que el sábado hubo una fiesta, ¿no? ──Empezó. La chica asintió mientras la preocupación la invadía. Si el tema iba por donde se imaginaba no iba a acabar muy bien. Matías continuó. ──Pues David y yo fuimos, David estaba un poco agobiado por tanto trabajo y, aunque lo intenté evitar, bebió un poco, entonces...──
──Matías, dime que no ha desaparecido. ──Le interrumpió.
Matías se quedó sin palabras y miró hacia el suelo arrepentido.
──Dime que es mentira Matías, por favor. ──La voz se le quebró. El chico levantó la vista del suelo asombrado. Nunca había oído a Artemisa pedir nada por favor y de repente, ahí estaba, pidiéndole a la persona que más odiaba que le dijera que todo era mentira o una broma. Negó con la cabeza y la miró a los ojos. Esperaba que le volviera ignorar o que le mirara con sus ojos azules llenos de odio; en cambio, Artemisa le cogió de la manga de la chaqueta y lo sacó fuera de la clase. Una vez fuera, Artemisa lo soltó y empezó andar con paso decidido por los pasillos del internado. A Matías no se le ocurrió nada mejor que hacer salvo seguirla, así que empezó a caminar a su lado.
── ¿Qué vas a hacer? ──Preguntó mientras giraban por una esquina y empezaban a subir unas escaleras.
── Encontrarlo. ── Esa fue la corta respuesta que dio la chica.
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RELATOS OLVIDADOS
RandomPequeños relatos perdidos y olvidados que he decidido sacar de la polvorienta carpeta.