Tormentoso diluvio incontenible.

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La fría brisa se colaba por la pequeña abertura de la ventana, soplaba con desdén y un ademán que no lograba comprender. El clima era húmedo dentro del cuarto, pero era helado en el exterior. Sacudía fuertemente los árboles, mientras que aquí apenas se sentía. A los pies de mi cama, extendida sobre la suavidad de la manta, sentía como el confort se escapaba de mis manos lentamente, casi tratando de disimular su fuga. Casi pasaba desapercibido, pero era totalmente conciente de lo que ocurría en el instante.
Por fuera, el sonido de los truenos amenazaba con tirar el cielo abajo sin piedad, rugiendo con vigor. Los árboles parecían doblegarse ante la violencia que el clima presentaba, las gotas mojaban todo a su paso, llenando aquellos baches, esos espacios vacíos, convirtiendo la tierra fértil en un barro espantoso, quitando mugre del tejado, obligando, tanto a los animales como a los humanos, a mantenerse dentro de sus casas.

Mi cuerpo se movió fuera de mi voluntad, reincorporándose de la cama con una extrema pesadez. Nunca aparté la vista de la ventana. Seguí dejando que los movimientos sólo sucedieran, que todo pasara. Mis pasos estaban fuera de mi control absoluto, casi como un impulso. Llegué a la ventana, observando como del otro lado del vidrio, a la lejanía, los relámpagos se disparaban uno tras otro, como latigazos con la intención de que alguien acatara sus órdenes. La brisa seguía entrando, y congelaba cierta parte de mi brazo. Estaba sintiendo el frío, pero parecía tan leve, se hacía tan distante ante mi inútil tacto...Que el desliz de la ventana sobre el marco fue suficiente para que la brisa me recibiera con furor, estrellándose todo directamente en las partes desnudas de mi cuerpo. Mi ropa comenzaba a humedecerse y por mi cabello comenzaban a deslizarse las gotas de agua dulce.

Hubiera esperado que yo cerrara los ojos para inhalar bien el reconfortante olor del húmedo pasto, de la noche fría, de la lluvia enfurecida, para disfrutar oyendo los majestuosos sonidos en el cielo...Pero no, sólo estaba ahí, cada vez mas fría, cada vez más sola, cada vez más mojada a causa de la llovizna que el viento dirigía a mi cuarto, y cada vez más convencida de que no quedaba nada. El agua y el clima era todo lo que sentía, no había dolor, no había felicidad, no estaba emocionada ni cansada, no había rastros de odio, tranquilidad, preocupación, ansiedad o depresión, no ideas, no pensamientos, tampoco deseos o sueños, siquiera había personas...Sólo estaba yo...Sólo estaba ahí, viva, respirando, rendida, asimilando y tragando todo. A su vez, no era capaz de conseguir una idea a la que aferrarme, escapandose de mi control toda humanidad restante.

Ya no había un solo pedazo de mi cuerpo que no estuviera mojado, empapado, chorreando agua. La lluvia, insatisfecha, empapaba el piso, la bella alfombra que el suelo cubría, probablemente hinchando la madera del suelo, pero poco importaba.
Los estrepitosos rayos dejaban una estella al pasar, que se iba borrando en cuestión de segundos...O tal vez eran mis ojos. Podía presentir algo nuevo en mi...Un precipicio, un vacío tan profundo como el mar, como un acantilado, incluso ambos juntos y más. Oscuridad, nada misma, siquiera miedo.

Tal vez sólo fue idea mía, tal vez mis pensamientos blancos llegaron a un punto de desesperación, donde trataron de engañar a mi mente, pero juré haber visto como siete árboles se partían a la mitad ante siete rayos divinos, disvistiendose de sus verdes hojas húmedas, las cuales se desprendían todas a la vez y caían. Los troncos se incineraban y caían todos simultáneamente, pero tan rápido como el fuego se esparció, se dispersó ante la insistente agua caída del cielo.
Relámpagos mezclados a truenos, rayos, centellos y resplandores iluminaban el cielo en miles de colores peligrosos, resonando en las alturas, llamándome, pronunciando mi nombre entre los bulliciosos e insoportables bramidos. Iluminaban mi rostro con furor.

A pesar de la falta de pensamiento y sentimiento ante la inesperada escases de mi humanidad, como si esta hubiera huido para salvarse, podía presentir el persistente impulso de dejar atrás mi inmovilidad. Voces. Voces insistían una tras otra que debía atender a los llamados del cielo raso. Rugidos que ensordecían mis oídos y llenaban mi cabeza, luces que se reflejaban en mi grisáceo iris. Tormentoso diluvio incontenible. Era el desastre natural mas majestuoso que había presenciado nunca.

Acatando, posé mi mano con suavidad sobre el marco de la ventana, y acercando mi cuerpo hacia esta, levanté mi pierna derecha haciendola pasar hacia el extremo que prometía libertad. Con mi brazo logré sostener el resto de mi cuerpo que atravesaba la ventana hacia el afuera. La lluvia, inútilmente, intentaba impregnarse aún más con insistencia a mi cuerpo, pero solo resvalaba y caía por el resto del tejado.

Afuera.

Estaba afuera, siendo vigorosamente sacudida por la brisa. Los cielos parecían enfurecidos, arraigados de ira y violencia, como si el mundo hubiera cometido el mas grande de los pecados y tuviera que ser castigado por su incompetencia.

Lista. Yo estaba lista para ser castigada.

El tejado, a pesar de haberse vuelto imposible de atravesar, por la humedad persistente y mis pies descalzos, no me quedé inmovil. No más. Con la convicción y solidez de mi lado, mis pies se movieron uno delante de otro. Para mi suerte, el tejado contenía un paralelo perfecto al suelo, una estructura derecha y firme, permitiendome continuar mi caminata nocturna.

Todo se hacía claro, un pensamiento se consumía contra otro, los recuerdos. Cada sentimiento y sensación, cada emoción, cada sueño. Todo pasado, presente y futuro. Cada vida, cada acción, cada momento, fugaz y extenso. Todo lo que alguna vez fui, o seré. Todo lo que dije, todo lo que hice. Cada persona capaz de haber estado en mi vida. Todas las palabras, todo lo que quise. Lo que amé, lo que odié. En lo que me convertí, lo que pasé. Todo llanto y sonrisa. Cada promesa. Nada se me escapaba.

Final del camino.

Cada minúscula parte de mi cuerpo temblaba. Por debajo, la oscuridad consumía todo a su alrededor, impidiendo cada minima posibilidad de poder ver algo debajo de mis pies. Al contrario, por encima, el cielo se llenaba de colores, como si cada uno respresentara el edén. Pero yo no iría hacia arriba.

Volví a mirar hacia abajo, presa del impulso, y sentí. Pude sentir, como si el candado fuera arrancado, como si volviera a respirar. Ansiosa y desesperada. Mi corazón volvía a latir, mis mejillas volvían a sentir calor. Mi repiración se hacía presente y mi peso se hacía cada vez mas denso. Mi pelo se interponía en mi rostro, en cuanto inclinaba el peso de mi cuerpo hacia adelante, y volvía a estar cabizbaja.

Te amo.

La respiración se me fue arrebatada.
Levanté la vista.
Nada.

No saltes.

Esa desesperación fue intercambiada por miedo. Volvía a ser humana, pero estaba tan cerca ¿Valía intentarlo?
Volví a mirar abajo.

Por favor. Te amo.

Cerré los ojos, como si eso me escondiera de las palabras que me atormentaban, como si así estuviera segura.
Ya no había seguridad.

Voltee sobre mis propios pasos, dandole la espalda al vacío. La negrura que mis párpados formaban como una cúpula sobre mis ojos, hacían imitación a un campo seguro.

Un paso hacia atrás.

La mitad de mi pié derecho yacía hacia afuera de la orilla.

Un segundo paso hacia atrás.

Mi cuerpo se impulsó hacia atrás al mismo tiempo que un relámpago iluminaba por delante de mis párpados.
El vaho se hizo visible al soltar el último suspiro al clima helado.

Un trueno rugió por encima de mi cuerpo, y supe lo que significaba. Un rayo se comenzó a formar desde el sinfin de las nubes negras, abriendose paso entre la lluvia. Era mas veloz que cada gota de agua. El árido rayo formaba dibujos luminosos en zig zag, se abría en dos barras luminosas y volvía a juntarse en una. Se deslizaba como si el tiempo corriera en su contra, como si este fuera limitado. Casi como si de una carrera se tratase.

Abrí los ojos justo cuando este yacía a centímetros de mi rostro. Mis ojos se alumbraron.

Era tarde.

Me había alcanzado.

Naturalmente caóticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora