Podía visualizar la luz desde el otro lado del pasillo, tintineante y destellante. Le llamaba a su nombre por cada parpadeo encandilante. Estaba al tanto del dicho de que ir en dirección a la luz era negativo, pero sus pies avanzaron como dos hambrientas criaturas, hambrientas de curiosidad. La luz se hacía cada vez más extensa a cada paso que daba. Y cuando llegó, la atravesó como un cuerpo lúcido. Sintió una corriente de electricidad y lo siguiente fue silencio.
Abrió sus ojos con lentitud, acostumbrandose a la oscuridad que le rodeaba. Negrura infinita, abrazadora y amenazante con devorarle.
Se irguió en su propio lugar, yaciendo sentado en un pasto azul y gris. Le sorprendió divisar colores en la obscuridad de lo que parecía una noche infinita sin estrellas.-Despertaste...O mas bien, ya estas dormido.
Una voz gruesa y áspera hizo eco en todos lados. Provenía tanto de abajo como de arriba, de izquierda como de derecha.
Giró su cabeza hacia todos lados y lo único que consiguió descubrir, es que estaba solo.—¿Quién eres?
La pregunta fue lanzada al aire como si este le hubiera hablado, pero fue casi lo que pasó. No tenía fé en obtener respuesta, pero lo hizo.
—¿Quién soy? ¿Quién eres tú?
—Yo se quién soy, pero no se quién eres tú...¿Eres omnipresente?
Se escuchó una leve carcajada ronca y seguido de eso, una pregunta bastante confusa.
—Algo así...¿Así que sabes quién eres?
—Por supuesto.
Sonaba seguro de sí mismo, aunque la realidad fuera diferente.
—A ver, dímelo ¿Quién eres?
—Soy...Soy, pues...Yo.
Un "¡Ja!" retumbó en el lugar como si de una casa vacía se tratase, aunque era un afuera, lugar abierto, donde él estaba.
—Esa no es una respuesta. Además, es erronea. Ya no eres tú.
—¿Y eso por que?
A su lado comenzaron a haber destellos azules y blancos, que desde el suelo hacia arriba comenzaban a formar una figura bastante alta, de largas túnicas negras y aspecto esquelético por su escasa piel y humanidad en su rostro.
-—Porque me entregaste tu alma. A mi...A la muerte.
Los ojos del chico no podían creer lo que miraban, y sus oídos estaba seguro que le fallaban.
—Eso....Es imposible.
La criatura negó levemente y un puñado de polvo se desprendió de su camisa.
—El hecho de que no lo recuerdes es una clara señal de que sucedió.
—A mi me parece lo contrario.
La figura dió algunos pasos pausados, caminando en círculos alrededor del muchacho, el cual lucía realmente aterrado y confundido.
—No importa lo que a ti te parezca. Tu alma me pertenece.
—¿Y para qué la querrías?
Su rostro de calavera no tuvo más que una expresión incrédula ante esa pregunta tan abierta. Le resultaba imposible tener una respuesta a eso. Frunció el ceño y respondió de manera amenazante.
—Eso a ti no te importa.
—Claro que si. Es mi alma, la quiero de vuelta.
Casi como si la negrura se convirtiera en un manto, la muerte se fundió en ella y desapareció dejando destellos de polvo azul brillante. Parecían pequeñas estrellas.
—No puedes. Estarías desafiando el ciclo de la vida.
La voz nuevamente se volvió omnipresente y retumbaba como parlantes en la oscuridad. El chico miró sus manos y las unió para verificar que pudiera tocarse y no ser un fantasma.
—¿Estoy muerto?
—Lo estas.
—¿Y cómo morí? —la fina voz del joven se convirtió en cierto tono melancólico.
Una esquelética mano salió casi de la nada, asustándolo levemente. Este señaló a su pecho, y cuando el joven dirigió su vista allí, encontró un agujero de bala.
—¿Quién querría dispararme?
—Alguien que claramente te quería muerto, y lo logró.
Entristecido, el chico se recostó en el traslúcido piso. Extrañamente también resultaba negro. La luz de la que todos hablaban cuando llegaba tu momento ¿Por que ahora era todo negro?
—Y...¿Que sigue?
—La eternidad.
Un destello se hizo visible delante de él, y vislumbró mariposas de colores inexistentes aleteando con suavidad. Cada una soltaba brillos del color correspondiente. Era místico, mágico.
El de cabello azabachr alzó su mano con la intención de tocar sus alas, y estas revolotearon alrededor de su mano. La pintaron de colores con aquellos brillos, y este quedó embelesado por las vívidos luces.
—No creí que la muerte fuera tan...
—¿Viva?
Este asintió ante la respuesta correcta. Era increíble cómo le habian pintado que la muerte siempre sería sombría, fría, solitaria y cruel, siendo que se detonaba tan colorida y hermosa.
Pronto el joven fue conciente de un árbol, con ojas otoñales y un tronco de marrón claro. Unos pajaritos cantaban en la rama de este, y por detrás, se escondía un ciervo pequeño que lo espiaba con visible curiosidad.
La muerte volvió a hacerse presente a unos metros del árbol, con su acostumbrado rostro sereno. Sabía que estaba funcionando aquel mundo que le dibujaba al niño.
Este se levantó de su lugar y se acercó al dichoso árbol. Era alto, sus hojas se sacudían sin necesidad de una brisa que lo provocara. Con dichosa suavidad, lo abrazó con sus párpados cerrados.
—Es rocoso, pero su vividez es suave.
En cuanto sus ojitos volvieron a abrirse, notó que había otro árbol. Giró su rostro en dirección contraria y descubrió otro de estos. Pronto, todo un bosque se hizo visible.
—Debo irme.
—Pero ¿Volverás?
—Es probable —la muerte no estaba tan segura de esa probabilidad, pero quería dejarlo tranquilo con eso.
Esta se acercó al niño y dejó un leve beso en su coronilla. Lo observó alejarse por el sendero que se adentraba en el frondoso bosque, y pronto se sintió pleno. Se sentó a esperar su regreso, con los animales observando curiosos al pequeño que yacía en paz.
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Naturalmente caótico
Cerita PendekDesastres naturales esculpidos en una pintura de letras y atrapados en un solo momento que se repite y se queda tan estático como una fotografía.