Sentado en su gran silla de oficina, Donatello tamborilea con los dedos sobre el brazo de ésta inclinado con una mano, y con la otra apoya la barbilla en sus dedos cuidadosamente equilibrados. Luchando contra el impulso cada vez mayor de bajarse los pantalones cortos y masturbarse.
¿Por qué resistir un impulso tan común? Porque no está solo.
Don traga con dificultad, observando a su hermano jadeante frente a él.
Se supone que Donnie no debe tocarse mientras Leon todavía está allí, se supone que debe esperar hasta después. Es el acuerdo no-hablado ente ellos.
O mejor dicho, ese ha sido el acuerdo del científico consigo mismo. Para mantener las cosas limpias. En realidad, nunca habían hablado de eso, pero no es mucho de lo que hablar en primer lugar, honestamente.
Leon tenía un problema de celo, cada vez más irritable y tenso a medida que sus olas de calor crecían constantemente tanto en frecuencia como en intensidad, acudió arrastrándose al inteligente Donatello en busca de ayuda y el genio inventor le hizo una máquina.
Una máquina a la que amarró al ágil cuerpo, impidiendo que sus hermosas y rayadas extremidades se movieran fuera del placentero agarre.
Y, naturalmente, Don lo observa.
Vigila las cosas, al menos esa fue la excusa la primera vez. La segunda vez también fue algo similar, así como la tercera, cuarta y quinta vez.
La sexta, el inventor sintió que una excusa ya no valdría más, así que se fue. Había sido tan difícil irse...
Entonces, la séptima vez, cuando Don trató de irse y Leon lo sorprendió con la gentil solicitud de quedarse, Donatello casi se abofetea cuando lo cuestionó. Sin embargo, por suerte para Donnie, el azulado había expresado cómo ayudaba su olor. Algo sobre la naturaleza de las tortugas, los instintos, aliviar el celo; el científico estaba más que complacido con esta excusa.
Desde entonces, la silla de Donatello se había acercado más y más al lugar donde Leonardo temblaba, gemía y jadeaba deliciosamente bajo la misericordia de su máquina.
Al principio, el movimiento más cercano había sido lo suficientemente pequeño como para que apenas se notara, incluso si prestabas atención. Una pulgada, a veces incluso menos. Hasta el final, Don dejó ir las sutilezas y movió pies enteros hasta que estuvo justo allí, justo fuera de su alcance.
Tan cerca…
Lamiéndose los labios, Donatello tiene que recordar una vez más respirar.
No pasaba un día sin que el inventor deseara ser él mismo el que sacara esos sonidos y escalofríos de Leon. Especialmente cuando sonaba como si el deslizante estuviera a punto de gemir su nombre, antes de soltar un gemido medio ahogado.
Le tomó 20 veces, casi 4 meses antes de que Don comenzara a tocarse tan pronto como Leon se fuera; inclinado sobre la superficie acolchada donde todavía se podía sentir la piel caliente y goteante de su Nardo. El olor y la excitación de Leonardo aún flotaban en el aire mientras Donatello se permitía inclinarse sobre su propia máquina, absorbiendo los recuerdos y olores muy frescos de la imagen de su hermano luchando a través de su estado de excitación. Dedos deslizándose descaradamente sobre su falo caliente.
Ahora, otros 2 meses más tarde, por lo que son seis meses completos desde que comenzó todo este calvario, el genio se está quedando sin excusas para no simplemente sacarse el pene mientras esa imagen tentadora todavía está allí. Estremecersiendose y gemiendo como si no fuera asunto de nadie.
Su Nardo, un caliente y desesperado desastre. Don está dispuesto a apostar que su hermano disfrutaría su tacto real incluso más que el látex que va tan tortuosamente lento sobre su entrada lubricada...
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Sweet Heat //Leotello//
FanfictionLeonardo sufre celo recurrente, y sabiamente le pide ayuda a Donatello. El inventor, por supuesto, ha hecho una máquina sexual como lo haría cualquier otro hermano amable y generoso, para luego proceder a observar. Seis meses de solo mirar, y finalm...