La puerta de la oficina se abrió de golpe y el señor Craig entró con un aire de seriedad que presagiaba la importancia del asunto. -Patrick Marvel, 30 años. Acusado de intento de homicidio en primer grado -dijo, su voz llena de gravedad-. La esposa de Patrick lo acusa de haber intentado matar a su padre cambiando sus pastillas para la presión arterial por ibuprofeno. La señora de la limpieza, Agatha Hill, lo encontró desmayado en el piso de su oficina y llamó inmediatamente a una ambulancia. El padre de la señora Marvel sobrevivió.
Félix, impecable en su traje azul marino, camisa blanca, corbata roja y zapatos de piel, fue el primero en hablar. -¿El señor Patrick es culpable?
Echamos un vistazo alrededor de la sala. Chad vestía un traje similar al de Félix, pero sin corbata. Cassie se veía resplandeciente; su atuendo formal la hacía parecer una mujer de mundo, aunque su rostro juvenil revelara su verdadera edad. Yo, en cambio, opté por algo menos llamativo pero igualmente elegante: una falda ajustada, una camisa blanca y accesorios dorados.
-¿Qué cree usted, señor Knight? -preguntó el señor Craig, dirigiéndose a Félix.
-¿Sí?
-¿Me lo pregunta o me lo afirma? -Félix se acomodó la chaqueta-. Nuestro trabajo es defenderlo, señor Knight, no juzgar su culpabilidad.
Podía sentir en el aire que la verdadera respuesta era un probable 'sí'. Cassie y yo nos miramos un instante, y supe que ella estaba pensando lo mismo. Teníamos una especie de sintonía mental que a veces nos permitía ver las cosas desde la misma perspectiva.
-Este cliente es vital para nuestra firma. Toda su familia tiene negocios con nosotros -continuó el señor Craig, el tono de su voz volviéndose aún más enfático-. Si fallamos en este caso, podríamos perder un contrato con una de las familias más ricas y poderosas de América. Por eso, debemos ser implacables y meticulosos en nuestra defensa. Quiero que pongan todo su enfoque en este caso.
Nunca antes había visto al señor Craig tan concentrado y serio en un caso. Siempre profesional, claro, pero este tenía un peso adicional que podías sentir en cada palabra que decía.
Con un gesto, nos pidió que le hiciéramos espacio para mover un pizarrón que estaba detrás de nosotros. Nos acomodamos rápidamente, expectantes.
-Estos son los pasos que seguiremos en este caso -dijo, girando el pizarrón para revelar una lista escrita en tiza-. Lo llamaré: El Plan Keating.
Pasó varios minutos detallando la estrategia, que estaba dividida en tres partes clave. El primer paso era desacreditar al testigo. Con un gesto apuntando hacia Chad y hacia mí, el señor Craig nos asignó la misión de recabar información que pudiera poner en duda la credibilidad del testigo principal.
Mientras escuchaba, no podía evitar pensar en lo crítico que era este caso no solo para nuestra firma sino también para cada uno de nosotros. Y aunque no sabía qué implicaciones tendría en el largo plazo, en ese momento estaba dispuesta a dar lo mejor de mí para resolverlo. Ah, los juegos del poder, siempre tan intrigantes.
1. DESACREDITAR AL TESTIGO
Deslizándome por los laberintos legales del caso Patrick Marvel, descubrí que nuestra mejor carta para desacreditar al testigo principal era su propia historia. Agatha Hill, la mucama, estaba en el centro del foco. Chad y yo decidimos hacer una pequeña incursión a la biblioteca pública de Springfield. El pueblo era un ecosistema tan cerrado que averiguar sobre sus residentes resultaba casi insultantemente fácil.
Hojeamos periódicos viejos hasta que dimos con un artículo que encendió nuestra alarma. Se trataba de un pedazo de historia que relataba la estadía adolescente de la señora Hill en un hospital. No en cualquier hospital, sino en un hospital psiquiátrico. La idea de usar esa información me tentaba y horrorizaba a partes iguales, pero en mi juego, todas las cartas son válidas hasta que se demuestre lo contrario.
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DESACUERDOS Y DESEOS© (+18) LIBRO 1
RomanceDesde el primer momento en que Félix y yo cruzamos miradas en los pasillos de la universidad, ambos supimos que éramos como el fuego y el agua-elementos que nunca se mezclarían bien. Ahora, el destino nos ha lanzado en un elegante laberinto de corba...