Mi imagen en el espejo daba asco, asco de mí misma y de mis pensamientos. Ser la hija de una diseñadora reconocida debería ser una maravilla si entrabas dentro de los estándares de belleza, dentro de lo que la sociedad consideraba hermoso, sin embargo, yo era todo lo contrario y, por ello, mi madre, al partir la adolescencia, me escondió. Ya no caía en el prospecto de niña tierna, sino en el de adolescente con espinillas y mal genio, y esto la llevó a enfocarse en el trabajo y a olvidarse de su hija. Me refugié en la comida y engordé, ella me decía que lo hacía como un castigo para ella, pero simplemente era porque encontraba la felicidad ahí. Hoy estaba terminando high school, fui la mejor de mi generación, pero de qué me sirvió sinadie vino: supuestamente mi madre estaba muy ocupada con la Fashion week y mis otros familiares no vivían cerca. Le había pedido al chofer que me llevara a su lugar de trabajo y a regañadientes lo cumplió.
Al llegar a las oficinas, todos me miraban raro; algunos me conocían, otros jamás me habían visto. Era inusual ver a una gorda en una oficina de moda, un lugar donde todo era perfección excepto yo.
Mi madre estaba en todo su explendor, parada al frente de dos modelos mientras le arreglaban la ropa. El chico me miró e hizo una mueca la cual me hubiera dolido si no estuviera acostumbrada, pero no fue así, la costumbre hace al ser humano y estaba acostumbrada a esa clase de miradas. La mujer que se hacía llamar mi madre fijó la vista en mí y un desprecio inundó mi alma, ya que sentir la decepción en sus ojos era mi peor condena.
—¿Se puede saber que estás haciendo acá? Sabes que no eres bienvenida. — acusó mí madre.
—Solo venía a contarte que terminé High school con el mejor promedio de mi generación — La garganta me picaba y mis lágrimas amenazaban con salir.
—Es tu deber, ¿por qué debería felicitarte? Cuando seas como ellos —Señaló a sus modelos—, guapos, inteligentes, que saben ganar su dinero propio, lo haré; pero, hasta ahora, no has hecho más que decepcionarme.
No pude contener las lágrimas y corrí al baño, me encerré en él y dejé ir toda mi frustración y rabia contenida. Había intentado todo: mil dietas, mis ejercicios y nada funcionaba, porque cada palabra hiriente de mi madre era un nuevo bocadillo, una nueva serie que veía encerrada en mi cama, un nuevo refugio seguro en donde esconderme.
—¿Estás aquí? —Una dulce voz llenó el baño y yo puse mi mano sobre mi boca para acallar el llanto. — No sé tu nombre, solo sé que eres la chica que habló con la diseñadora. Quiero ayudarte, así que sal de donde estás.
—Jade, mi nombre es Jade y mi apellido es Wood. Si, el mismo que la diseñadora Helen Wood, ya que ella es mi madre. — le aclaré a través del cubículo y salí de ahí.
—Soy Nina, soy modelo y trabajo para tu madre.
Me explicó la chica. Era tan delgada al punto que se le veían las clavículas.
—Supongo que tu madre te presiona por bajar de peso, conmigo también lo hace y con el resto de las modelos. Te puedo enseñar unos trucos que quizás pueden funcionar. — me dijo mientras asentí con la cabeza pidiéndole que continúe.
Me explicó un par de cosas sobre pastillas que debía tomar en caso de emergencia, qué comer y qué hacer para evitar algunas cosas, cómo dejar la comida y ser consciente de lo que estaba haciendo.
Y así lo hice por meses. Cada que quería comer algo le hablaba a Nina, era mi contacto de foco. Algunas escribían blogs y yo las tenía a ellas: a Nina y a dos modelos más que conocí después de la conversación. Ellas fueron mi motivación. Los meses pasaban y adelgazaba increíblemente, comencé a ir al gimnasio junto con ellas, al spa y a tener amigas. Se sentía increíble pertenecer a un grupo. Luego de un año pasó lo impensado, tenía novio, el mismo chico que conocí aquel día que vi por primera vez, ahora era el hombre más romántico y dedicado a mí. Solía ir a la agencia a verlo y a mi madre le encantaba que fuera, ya que estaba orgullosa de mí. Por primera vez, me había presentado a sus amigos de la industria o les refrescaba la memoria sobre quien era yo. Los años que me tuvo oculta del ojo público inventó que estuve en el extranjero estudiando y por eso no me habían visto. Había participado en algunas fotos para una compañía y comenzaba a generar dinero a base de eso.
La sorpresa llegó el día que mi madre me invitó a desfilar en su pasarela, la emoción no caía en mi cuerpo y la abracé como si no hubiera un mañana. Les avisé a las chicas y a mis millones de seguidores de Instagram, los cuales había conseguido en este tiempo. Solo faltaba un día para el gran desfile y tenía un hambre horrible. Junto con Nina y Mia, no propusimos no comer en esa semana, ya que no nos podíamos inflamar o querer más, lo cual nos haría engordar y eso enojaría a mamá, ya que las piezas eran a la medida. Ya había tomado 27 pastillas para el apetito a lo largo de las 48 horas, pero aún tenía hambre, así que decidí mandarle mensajes a las chicas. A los minutos contestaron.
—Tengo hambre — Fue lo primero que escribí.
—Es por los nervios. Si quieres come algo y después lo vomitas, es más fácil así y, aunque sé que no te gusta, es lo que hay que hacer. La belleza cuesta, cariño.
—Concuerdo con Mia— contestó Nina —. También puedes tomar más pastillas, yo me he tomado hasta un frasco en una semana y no me ha pasado nada...
El público frente a mí hace silencio y escuchan lo que acabo de leer atentamente.
—Ese fue el último mensaje que mi prima envió. Ella murió por sobredosis y una anorexia no detectada. Mi prima Jade murió por culpa de la belleza.
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En el espejo| ONE SHOT
De TodoSer hija de una diseñadora de modas debería ser una fantasía ¿verdad? No cuando no cumples con los estándares de belleza y me ocultan del mundo.