1. Pandora

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Pandora


"El Grito del Vencedor, la Maldición del Perdedor,

bailan ante la Carroza Fúnebre..." - William Blake.

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El sol brillaba con todo su esplendor por encima de su cabeza, tuvo que cubrirse el rostro apenas despertó porque la brillante luz no le permitía ver y no podía incorporarse de inmediato. Tuvo que esperar algunos minutos para permitir que sus ojos se acostumbraran a la luz del sol, estaba recostada en un suelo de piedra que comenzaba a calentarse y a quemarle la piel.

—Es la primera vez que veo la luz del sol... —susurró para sí misma— y es la primera vez que mi piel siente el calor del suelo —dejo la mano derecha sobre su frente abrumada por las dos sensaciones.

—Al fin despertaste.

Aquella voz era inconfundible e hizo que Pandora diera un respingo aun recostada en el suelo, se incorporó un poco y delante de ella vio la figura inconfundible de Ikki de Fénix quien la miraba con condescendencia.

—Eres el Fénix... —no entendía por qué Ikki estaba delante de ella hasta que miro a su alrededor.

Muchas construcciones griegas se veían a lo lejos, noto que estaba recostada al final de una corta escalera de piedra y sobre su cabeza se alzaba una imponente estatua que le mostro donde estaba.

—¿Este es el Santuario de Atena?

—Es correcto, estas en la casa de Atena —respondió el joven con calma.

—¿Qué estoy haciendo aquí? —la joven lo miro confundida y, casi, asustada— Hacía no mucho estaba en el castillo de Hades, en lo profundo del Inframundo, te ayude a llegar a los campos Eliseos y... después de eso todo fue oscuridad.

—Hay una respuesta para esas preguntas —respondio nuevamente con calma—, te llevaré con Atena pero no temas. No es para juzgarte o algo parecido. Ya hablaremos en el camino.

—No entiendo...

—Vamos, te ayudaré —una joven, a quien Pandora no vio, apareció detrás de Ikki. Era una joven pelirroja que llevaba una máscara—, los baños privados del templo están por aquí. Ahí podrás asearte.

Ikki le tendio la mano y la ayudo a ponerse de pie. En un momento Pandora sintió un leve mareo que nunca había sentido así como el calor de la mano del Fénix. La joven no sentía ningún tipo de hostilidad hacia él o a la chica que lo acompañaba, todo lo contrario, se sentía fuera de peligro ya que sentía que podía confiar en ambos; no eran comunes esas emociones en ella y la desconcertaban. Siguió a la joven mirando a Ikki, el ver un rostro familiar era un gran alivio mientras entendía su nueva situación.

—Mi nombre es Marín —la joven pelirroja iba delante de ella guiándola escaleras abajo hacía lo que sería el templo principal del Santuario—, esto es para ti.

Se giro y le entrego a Pandora una caja de cartón cerrada que la joven miro con extrañeza.

—Adentro hay artículos de higiene personal y un poco de ropa —respondió amable pero seria—, no querrás presentarte ante la diosa vestida así.

—No, supongo que no.

Pandora no sabía que responder, habría sido imponente y descortés en el pasado pero, en ese instante, se sentía diferente. Ese sentimiento de cortesía y amabilidad le había surgido apenas ayudo al Fenix a cruzar a los campos Eliseos, cuando pudo recuperar sus sentimientos, emociones y sensaciones; cuando pudo ver el mundo de colores nuevamente. No pudo más que seguir a Marín mientras miraba sorprendida todo a su alrededor, aún más extraño era el hecho de que no había personas alrededor.

El retrato de fräulein HeinsteinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora